Cultura

Jorge W. Ábalos, el autor platense de un clásico

Shunko es su obra más célebre, que durante muchos años se leyó en los colegios argentinos y fue llevada al cine. Sin embargo, su autor, nacido en nuestra ciudad, permanece casi desconocido.

Jorge Washington Ábalos nació en La Plata el 20 de septiembre de 1915, pero tempranamente se fue a Santiago del Estero, donde se recibió de maestro a los 18 años, ejerciendo en las escuelas rurales de esa provincia. Comenzó sus tareas de docente en el pequeño caserío de Puente Negro. Lo llamaban “el maestro bichero” por su afán de buscar insectos. Todo empezó cuando fue picado por un escorpión, pero lo que comenzó siendo mera curiosidad, afición entomológica, terminó siendo colaboración activa con el prestigioso médico Salvador Mazza, quien por entonces estaba abocado al estudio de la enfermedad que se conocería como mal de Chagas-Mazza.

También daba su auxilio a Bernardo Houssay, quien fue galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 1947. El médico le escribió por primera vez a Ábalos en abril de 1940, acusando recibo de un envío de arañas Latrodectus curacaviensis, y haciendo un pedido: “Para estudiar la acción de su ponzoña y preparar suero, sería necesario contar con grandes cantidades de arañas, especialmente para la preparación del suero. Quizá tendría que llegarse a varios centenares de estos animales. Además, como suelen atacarse, convendría enviarlos separados por algodones en tubos de vidrio, o bien en pequeñas cajas. (...) De todas maneras, si Ud. me enviara algún material, podría comenzarse con estudios previos sobre la acción tóxica de estos animales”.

Tras esta carta comenzaría una colaboración que se extendería por más de 20 años, concretada en el envío de arañas, las comúnmente llamadas “viuda negra”, para elaborar suero. “Durante las soleadas tardes de verano, mientras los demás siesteaban –contó Ábalos alguna vez–, yo salía de cacería particularmente a los tunales, donde esas arañas suelen hacer nido”. Su actuación científica le valió ser nombrado como miembro titular de la Academia Nacional de Ciencias, y premiado por la Universidad de Harvard (Cambridge, Estados Unidos).

Entre sus libros de divulgación científica, el más conocido es ¿Qué sabe usted de víboras?, donde cuenta, por ejemplo, creencias erróneas muy arraigadas en el norte argentino con las que tuvo que vérselas: “Las personas mordidas no deben beber agua. Ignoro el origen de la creencia de que el agua es mala para el envenenamiento. Según parece, mucha gente cree que disuelve la ponzoña y la desparrama. Las consecuencias serían una intoxicación general que lleva a una muerte irremediable. Está tan arraigada la creencia que hasta los enfermeros de los hospitales rurales se niegan a dar de beber a los enfermos ofídicos”. También escribió un manual de Zoología para enseñanza media.

Pero, pese a las tareas que realizaba para científicos de primer orden, el ámbito en el que sobresalió fue la literatura. Su obra narrativa se nutrió de sus experiencias como maestro rural, enmarcando sus historias en esa geografía inclemente cuyas privaciones conocía muy bien. Entre todos sus libros, hubo uno que llegó a ser un clásico, Shunko, publicado en 1949. La obra fue traducida a numerosos idiomas, y llevada al cine por Lautaro Murúa. La película, de 1960, está considerada como una de las mejores de la historia del cine argentino. El guion fue hecho por el escritor paraguayo Augusto Roa Bastos, y la música por Waldo de los Ríos.

Shunko es la historia de un maestro que viene de la gran ciudad y va a enseñar a un remoto pueblo santiagueño donde los niños hablan quechua, estableciendo una relación de mutuo aprendizaje. La novela se inspira en una historia real vivida por el autor en su experiencia como maestro. Ábalos dijo que para él su tarea como maestro fue la más importante de su vida.

Este libro integra una trilogía con Shalacos (1975) y Coshmi, esta última sin terminar. Alguna vez le preguntaron si se había desilusionado como escritor al ver cómo su nombre, en vida, había comenzado a caer en el olvido. Contestó: “Absolutamente no. Y posiblemente eso ocurre porque yo nunca he tenido conciencia de ser escritor, entonces no me he ilusionado ni esperado demasiadas cosas. Solamente he escrito”.

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