Cultura
José Antonio Balseiro, un físico formado en La Plata
Nació en la provincia de Córdoba, pero estudió en nuestra ciudad y llegó a ser una autoridad mundial en Física Nuclear.
Lo primero que le llamó la atención fue que ese profesor serio, reconcentrado, vestido muy severamente, tardara en comenzar la clase, encerrado en un mutismo misterioso para sus alumnos: “Disculpen, estoy conmovido. Hace mucho que no vuelvo a esta universidad. En este lugar se forjaron las ideas esenciales de mi vida”.
El profesor era Ernesto Sábato; uno de los alumnos de ese curso, José Antonio Balseiro; la materia, Teoría Cuántica y Relatividad; el lugar, la Facultad de Ciencias Fisicomatemáticas de La Plata. Corría marzo de 1939, Ernesto Sábato estaba recién regresado de Europa, ya había entrado en una crisis existencial que cambiaría para siempre su vida de la ciencia. Había ganado una beca para trabajar en los laboratorios Curie, pero desengañado de la ciencia había regresado a Buenos Aires. Cuenta en Antes del fin, su libro de memorias: “Como último deber hacia las personas que me habían dado la beca, enseñé Teoría Cuántica y Relatividad en la Universidad de La Plata, donde tuve como alumnos a Balseiro, cuyo nombre preside hoy un centro atómico en la ciudad de Bariloche, y a Mario Bunge”.
Cuando a principios de la década del 40 Sábato tomó la decisión de abandonar la ciencia, recibió durísimas críticas de los científicos más destacados del país. El doctor Bernardo Houssay le retiró el saludo para siempre. El doctor Enrique Gaviola –entonces director del Observatorio de Córdoba–, que tanto lo había querido, dijo: “Sábato abandona la ciencia por el charlatanismo”.
José Antonio Balseiro, por el contrario, siempre se mantuvo cercano a su maestro; siguió con mucha atención cada uno de los libros que publicaba, y lo llamaba con asiduidad para comentárselos. Había sido precisamente Sábato quien le presentó a Guido Beck, un emigrado austríaco, discípulo de Einstein. En un café de La Plata, Beck comenzó a explicarle a Balseiro la teoría de los campos gravitatorios, tema que fascinaría a Balseiro y lo incitaría a trabajar en la tesis doctoral que hizo bajo la dirección, precisamente, de Beck.
José Antonio Balseiro se había inscripto en la Universidad Nacional de La Plata en la carrera del Doctorado en Ciencias Fisicomatemáticas, recibiendo de la Universidad Nacional de Córdoba una beca para cursar la carrera de Física, que no se dictaba en la misma. En el año 1943, la Universidad de Córdoba prorrogó esta beca conforme a las informaciones suministradas por la casa de estudios de La Plata, “donde sigue los cursos de modo brillante año por año y con las más altas notas”.
Orgullo nacional
Cuando José Antonio Balseiro ya estaba convencido de que viviría en La Plata, donde ejercía el cargo de profesor de Trabajos de Investigación en Física, recibió una beca del Consejo Británico, para hacer investigaciones posdoctorales sobre Física Nuclear en la Universidad de Manchester. El monto era tan exiguo que debió viajar solo, dejando a su esposa, María Mercedes Cueto, e hija, Beatriz, en Argentina.
El gobierno de Juan Domingo Perón le pidió que regresara a la Argentina en 1952, lo consideraba necesario para que auditara el Proyecto Huemul, desarrollado en el lago Nahuel Huapi, a cargo del austríaco Ronald Richter. Se trataba de laboratorios secretos destinados a desarrollar la fusión nuclear controlada. Los informes técnicos elaborados por Balseiro persuadieron al general Perón de la necesidad de cancelar el proyecto.
Pese a las numerosas invitaciones a radicarse en el extranjero, se quedó en el país, donde su nombre fue cobrando un enorme prestigio. Fue nombrado jefe del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires y presidente de la Asociación Física Argentina. En 1955 volvió a Bariloche, esta vez para dirigir un curso sobre Reactores y Física Teórica, y se convenció de que ese era su lugar en el mundo.
En el sitio donde funcionaba el Proyecto Huemul, Balseiro propuso crear el Instituto de Física de Bariloche. El gobierno de Perón aceptó la propuesta, y el científico fue designado como su primer director. Después de su fallecimiento, en 1962, el lugar pasó a llamarse Instituto Balseiro.