Cultura

Luciana De Luca: escribir contra el miedo y la desmemoria

Acaba de publicar Otras cosas por las que llorar, una novela en la que una mujer nos cuenta una vida que va perdiendo a pedazos.

Luciana De Luca nació en Buenos Aires, a los cinco años se mudó a Santa Fe. Escribió los libros infantiles Las fiestas no son para los niños, Soy un jardín, en colaboración con Florencia Delboy, y Ratón de biblioteca, que fue traducido al inglés y al coreano. Otras cosas por las que llorar es su primera, y muy auspiciosa, novela.

—¿Cómo estuviste sobrellevando estos tiempos tan particulares?

—Es una mezcla de optimismo y pesimismo permanente. Vivimos algunas experiencias, como todos, muy límites en muy poco tiempo, expuesto a gente cercana que la pasó muy mal. Yo tengo gran parte de mi familia en el interior y pasé mucho tiempo sin verlos. La verdad es que fue duro. Después uno va encontrando cosas a las que aferrarse. Cada uno transita el sufrimiento en su propio cuerpo y en su propia vida. Ojalá podamos reconstruirnos con lo que queda: yo tengo dos hijos chiquitos y creo que pudimos ayudarlos a transitar las cosas con aceptación más que con naturalidad.

—¿Otras cosas por las que llorar la escribiste durante este período?

—No, afortunadamente ya la había terminado. De hecho, el cierre formal fue el 31 de diciembre de 2019, porque me había puesto el objetivo de terminarla ese año. No sé si hubiera podido escribirla en este contexto.

—¿Cómo fuiste armando a Carolina, la protagonista del libro? ¿Cuándo se te apareció? ¿Cómo descubriste que ahí tenías la voz de la novela?

—Cuando mi papá se enfermó muy gravemente, yo empecé a escribir, acompañándolo en sus últimos días. Seguí escribiendo cuando mi papá falleció. En un momento me di cuenta de que no podía avanzar, porque estaba demasiado cerca, y yo no estaba preparada. Carolina apareció en un recodo de esa escritura. En la vida real Carolina era la mamá de mi papá, y fue el personaje que yo usé para luego cubrirlo de un montón de otras cosas e inventar al personaje Carolina.

—¿Qué características dirías que tiene tu universo literario?

—Yo diría que es oscuro. La verdad es que disfruto un poco de trabajar con cierta oscuridad, me interesa de la condición humana lo que gusta y lo que no también. Suena muy pretencioso, pero es una especie de Santa María, un mini Macondo. Un microuniverso con veinte personajes sobre los que siempre estoy volviendo y, en general, están todos entrelazados. Me di cuenta mucho después de eso. Mi primer libro de cuentos salió en 2013 y hay muchos de los personajes de esta novela en aquel libro de cuentos. Yo vivía en Santa Fe, que es una ciudad grande, pero teníamos noso­tros un comportamiento de pueblo. Vivíamos en una manzana que mis abuelos compraron cuando desembarcaron de Italia. Para mí era una especie de aldea en la que ocurría todo.

—La protagonista anota las cosas donde sea: en papeles viejos, en las esquinas de los diarios. Anotar para hacer frente al olvido es algo que en definitiva hace todo ­escritor.

—Sí, de alguna manera el escritor, al menos me pasa a mí, se va sosteniendo a sí mismo y dando vida a través de la escritura. La primera vez que escribí tenía siete años y nunca más dejé de escribir. Evidentemente, hay algo de construcción y reconstrucción en esa escritura medio desesperada y urgente que, además, atraviesa todo y aparece en cualquier mo­mento y lugar.

“Un barco en un banco de niebla”

La protagonista de la novela tiene una gran necesidad de contar y a su vez una gran dificultad para expresarse. En ese sentido, la autora señaló que existe una tensión ineludible con la cual fue desarrollando una especie de “necesidad de decir”.

“Creo que es un personaje que terminó abrazando y cumpliendo al pie de la letra este mandato de que había que hacer lo que correspondía y nada más. Todos encontramos en mil actividades distintas la posibilidad de canalizar el deseo, hasta cierto erotismo que no tiene que ver con lo sexual, para hacer lo que nos satisface y nos hace feliz. Ella es un personaje que está metido hacia adentro y sin poder realizar ese deseo”, contó.

Hay una frase del personaje describiéndose a sí misma, muy significativa de estos tiempos, pese a que la novela fue terminada antes de la pandemia: “Soy un barco en un banco de niebla”.

“Mirándola en retrospectiva, es cierto. Si bien pertenezco a una generación que ha podido hacer un montón de otras cosas, también la maternidad y determinada manera en la que yo la atravesé me encontró detenida en esos espacios sin tiempo y sin salida. Me encontré también con esa sensación de no ver el horizonte y preguntarme cuándo se termina”, concluyó De Luca.

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