Cultura

Ariel Ramírez, un pianista popular

Es autor de algunas de las canciones de nuestro folklore que han dado más vueltas por el mundo y de La misa criolla, considerada una de las obras mayores de la música argentina.

Nació en Santa Fe el 4 de septiembre de 1921. Empezó estudiando piano en su ciudad natal. Tenía 20 años cuando el azar quiso que tocara el piano delante de Atahualpa Yupanqui, quien lo escuchó con mucha atención y le hizo tocar otra zamba.
Luego otra. Y otra más. Atahualpa le dijo que si estudiaba más el instrumento iba a convertirse en uno de los mayores pianistas de nuestra música popular. Esa noche de 1941, Ariel Ramírez decidió hacer todo lo posible para que esa profecía fuera cierta.

A los 22 años se radicó en Buenos Aires para estudiar composición. Se pagó los estudios con un contrato que firmó con Radio El Mundo. Tres años después, estaba grabando su primer disco en la RCA Victor. Tenía menos de 30 años cuando llevado por la música se radicó durante cuatro años en Roma, como cabecera de playa para los muchos conciertos que dio a lo largo y ancho de toda Europa.

Allí vivía en un palacio abandonado, junto a la actriz María Rosa Gallo y el director de cine Fernando Birri. Todos los días sacaban de algún lado 50 liras cada uno y las ponían en un fondo común para comer tallarines.

En España fue becado por el Instituto de Cultura Hispánica para realizar estudios sobre la música española de transmisión oral. Pero este hombre que acompañaba a su piano allí donde fuera convocado no sólo se dejaba seducir por los aires europeos: en 1954 se instaló en Lima, donde se le reconoció su maestría.

Muchas de sus composiciones son consideradas gemas de nuestras música folklórica: Los inundados, Volveré siempre a San Juan, Alfonsina y el mar, Allá lejos y hace tiempo, La tristecita o El Paraná en una zamba, por nombrar sólo algunas. Pero no sólo se puede enhebrar una larga lista con sus canciones, sino que también merecen destacarse sus obras integrales, empezando por la Misa Criolla, que se estrenó en Stuttgart, Alemania, el 9 de marzo de 1967 y le dio varias veces la vuelta al mundo. Navidad nuestra es una colección de villancicos, que al igual que la cantata Los Caudillos, se basó en textos de Félix Luna, quien además de poeta era historiador. Mujeres argentinas fue su obra eternizada en la voz de Mercedes Sosa. Hay muchos otros trabajos de largo aliento que dan cuenta, a la par, de la inmensa capacidad de trabajo y talento de este compositor.

Logró lo que parecía imposible: que la música folklórica fuera un éxito de ventas. La Misa Criolla vendió 150.000 ejemplares a los seis meses de haber sido editada. Los derechos de autor de Alfonsina y el mar le hubieran bastado para tener un buen pasar económico durante toda su vida.

Su lucha por el reconocimiento de los derechos de los autores lo llevó durante cinco períodos a ser presidente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música.

Un legado imborrable

Su extraordinario aporte a la música le fue reconocido en vida por los públicos del mundo y sus colegas. El 5 de agosto de 1992 se realizó un concierto en su homenaje en el Teatro Colón de Buenos Aires bajo el título Ariel Ramírez, 50 años con la música nacional, dedicado enteramente a sus composiciones.

Su legado musical es inabarcable, prácticamente no dejó un solo ritmo de nuestra tierra sin abordar: zamba, milonga, estilo, triunfo, chacarera, rasguido doble, galopa, gatos, valses, pericón, tango.

Instaló definitivamente el piano como instrumento del folklore. Elevó la calidad de la música popular haciéndola coincidir muchas veces con el gran público.

Este hombre gigantesco y elegante que fue maestro de escuela a los 17 años, en su provincia natal, nunca dejó de ejercer la docencia. Su música nos ayudó a aprender que, aun en el dolor, podemos sentir la belleza de ser de este lugar.

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