Cultura

Juan Vucetich, creador de un sistema de identificación adoptado en el mundo entero

Fue en la ciudad de La Plata donde este científico llegó a la conclusión de que en las huellas dactilares se encuentra la clave para la individualización de todos los seres humanos.

Se llamaba Iván Vucetic, pero cuando llegó a la Argentina, a los 24 años, desde su Croacia natal, lo anotaron con el nombre de Juan Vucetich. Y así fue llamado de ahí en más. En 1888 entró a trabajar en el Departamento Central de la Policía de la provincia de Buenos Aires, ubicado en la ciudad de La Plata, que apenas tenía seis años de fundada. En los tiempos muertos de su trabajo en la contaduría, leía revistas científicas. Apenas si en su cuartucho tenía lugar para moverse entre las pilas de la Revue Scientifique, que se iban acumulando en inestables montañas.

Le fascinaban los estudios antropométricos, y leía obsesivamente cada uno de los escritos de Francis Galton, el científico inglés que, además de haber sido un pionero de la eugenesia e iniciador de la ciencia meteorológica, había hecho estudios avanzados de identificación de personas reunidos en el libro Huellas dactilares, postulando 40 rasgos identificatorios, que Juan Vucetich llevaría a 101, clasificándolos en cuatro grandes grupos, y permitiendo así la plena identificación de cada persona.

Ya los antiguos babilonios y persas, muchos siglos atrás, utilizaban las huellas dactilares para identificar a los autores de los registros de arcilla. Por su parte, el policía francés Alphonse Bertillon ideó el método de detallar en una ficha personal diferentes partes del cuerpo y la cabeza, así como la descripción de marcas individuales, cicatrices y tatuajes, elaborando una técnica para el registro y comparación de todos los datos de los procesados. En 1884 se aplicó este procedimiento para identificar a 241 delincuentes múltiples, por lo que su procedimiento ganó enorme prestigio y fue rápidamente adoptado en Europa y Estados Unidos. Pero el éxito se trocó en fracaso cuando se encontraron dos personas diferentes que tenían el mismo conjunto de medidas.

El método ideado en La Plata por Juan Vucetich fue presentado en el Segundo Congreso Médico de Buenos Aires, en 1904, bajo el título “Instrucciones generales para el sistema antropométrico e impresiones digitales”. Luego de más de un siglo de su implementación, la identificación de huellas dactilares todavía se basa en los cuatro tipos fundamentales finalmente elegidos por Vucetich: arco, presilla interna, presilla externa, verticilo.

El 1° de septiembre de 1891 hizo las primeras fichas dactilares del mundo con las huellas de 23 procesados. Por ese acontecimiento, la fecha fue establecida como Día Mundial de la Criminalística. Tres años después, la Policía adoptaría oficialmente su sistema. En 1907, la Academia de Ciencias de París informó que el método de identificación de personas pergeñado por Juan Vucetich era el más exacto conocido hasta la fecha.

El crimen de Necochea

El 29 de junio de 1892 se descubrió en Necochea a dos niños, de 6 y 4 años, degollados sobre una cama. Al lado de ellos se encontraba su madre, Francisca Rojas de Caraballo, desmayada y con un corte en el cuello. Fue el primer crimen que se resolvió gracias al método dactiloscópico.

En julio de 1892, Vucetich, como director del Centro de ­Dactiloscopía, recibió las huellas de la acusada. La revista Caras y Caretas publicó los resultados: “Hay el ejemplo del crimen de Necochea, cometido en 1892 por Francisca Rojas en dos de sus hijos. Esta mujer denunció el hecho indicando como autor a un honrado vecino, que pudo salvarse gracias a la impresión de los dedos del asesino, marcadas en una puerta, coincidiendo exactamente con el dibujo digital de la desnaturalizada madre”.

Vucetich pasó sus últimos días en Dolores, disfrutando de la bonanza económica que le acarreó el casamiento con una estanciera, su tercera esposa. Murió en esa ciudad el 25 de enero de 1925, a los 66 años. Se encuentra enterrado en el panteón policial del cementerio de La Plata.

Su memoria ha sido honrada llamando con su nombre a la Escuela de Policía de la provincia de Buenos Aires, en donde hay un museo homónimo, y al centro policial de estudios forenses de Zagreb, la capital de su nunca olvidada Croacia. En el Bosque de nuestra ciudad se le dedicó uno de los bustos que forman parte del monumento a los cinco sabios.

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