La carta en la que Voltaire se negó a eternizarse en estatua de mármol
Voltaire fue uno de los mayores intelectuales franceses del siglo XVIII.
“A Madame Necker, 21 de mayo de 1770:
Mi modestia, señora, y mi razón me hicieron creer en un principio que la idea de la estatua era una buena broma; pero puesto que la cosa es seria, permitidme que os hable de ella seriamente. Tengo setenta y seis años y acabo de pasar una enfermedad que ha maltratado mucho mi cuerpo y mi alma durante seis semanas. M. Pigalle debe, según dicen, venir a modelar mi cara; pero, señora, para eso sería necesario tener cara; sería difícil adivinar el sitio donde la tuve.
Mis ojos se han hundido tres pulgadas, mis mejillas están reducidas a un pergamino viejo mal pegado a mis huesos sin consistencia. Los pocos dientes que tenía se han alargado. Lo que os digo no es coquetería, sino la pura verdad. Jamás se ha visto que hagan el busto a un pobre hombre en semejante estado.
M. Pigalle creería que se han burlado de él, y por mi parte tengo tanto amor propio, que no me atrevería a mostrarme en su presencia. A fin de terminar esta extraña aventura, le aconsejaría que tomare por modelo la figurilla de porcelana de Sevres que anda por ahí. Después de todo, ¿qué importa a la posteridad que un bloque de mármol se parezca a tal o cual hombre?
Me tengo por un filósofo en este asunto; pero como soy aún más agradecido que filósofo, os doy sobre lo que me resta de cuerpo el mismo poder que tenéis sobre lo que me resta de alma. Uno y otro se hallan en el mayor desorden, pero mi corazón es vuestro, señora, como si tuviese veinticinco años y siempre con el mayor respeto. Os ruego que presentéis mis respetos al señor Necker.”