cultura
La historia del baile
Nació en la prehistoria ligado a ciertos rituales y acompañó a toda la evolución humana como forma imprescindible de expresión y creatividad.
En las paredes de cuevas prehistóricas halladas en diferente continentes, hay muestras de que nuestros más lejanos ancestros ya practicaban esa afición. Uno de los ejemplos más antiguos es la figura del Hechicero ejecutando pasos de danza en la cueva de los Trois Frères, en Francia.
Los primeros en comprender la danza como una forma artística fueron los griegos de la antigüedad, quienes la vinculaban con el culto a Dionisio y formaba parte de las prácticas teatrales junto con la música y la poesía. Tito Flavio Sabino Domiciano, emperador romano y sucesor de Tito, era un cruel perseguidor de cristianos y expulsó del Senado a ciertos senadores que se habían “deshonrado” bailando. Mucho tiempo después, Juan Tabourot, en su Orquesografía publicada en Langres, escribió: “Las danzas se practican para saber si los enamorados son sanos y dispuestos; después de los bailes se les permite besar a sus novias para que, respectivamente, comprueben su buen o mal aliento, de modo que por estos aspectos que surgen de la danza, es necesaria para el buen orden de la sociedad”.
Jean Baptiste Lulli fue el primer director que permitió que en sus ballets bailasen mujeres. Hasta entonces, todos esos papeles habían sido desempeñados por muchachos jóvenes. Pero en Versalles las damas ambiciosas ofrecieron sus servicios y no era posible negarles el placer de atraer las miradas de su Majestad. Asimismo, el ballet de la Ópera de Paris —la compañía de ballet nacional más antigua— fue fundado por Luis XIV. Una de las poquísimas instituciones de esta índole que existe en Europa, con un gran teatro propio y una escuela de baile.
La bailarina alemana Anne Heinel se subió por primera vez a un escenario en Stuttgart, aunque su debut profesional tuvo lugar en l'Opéra de París en el año 1768 con el ballet La Vénitienne. Su enorme talla y elegante estilo le valieron el apelativo de “La Belle Statue”, así como un reconocimiento unánime de la audiencia parisina en el estreno de los ballets Omphale y Hippomène et Atalante. Es considerada como la inventora de la pirouette à la seconde y se retiró en 1782, después de haber bailado más de 40 papeles en tan solo 14 años de carrera profesional.
Cuadros, grabados y fotografías divulgaron la existencia en todas las academias de baile clásico de esa barra sobre la cual ponen su piececito las bailarinas, de forma tal que las dos piernas dibujan un ángulo de 90 grados. A este movimiento se lo denominó “estudio en la barra” y, con el tiempo, ofreció grandes resultados. El inventor de tan refinado tormento fue bailarín y maestro de ballet; Carlos Blasis, quien era director de la Academia de Milan, institución de la que surgieron notables bailarines.
Una de las bailarinas más famosas de la historia fue Rosita Mauri, una española nacida en Reus en 1855. Hija del coreógrafo y bailarín Pere Mauri, siempre hizo gala de su origen y, durante muchísimos años, se mantuvo como primera bailarina de la Ópera de Paris. Incluso, el gobierno francés la nombró profesora de la clase de “perfeccionamiento de baile del Teatro de la Ópera”. Sin embargo, jamás se dejó retratar con los vestidos que llevaba en escena. Adquirió una popularidad inusitada a raíz de su talento y su técnica así como por su personalidad, por su carácter temperamental y su encanto personal, que luego devino en una fuente de inspiración para numerosos artistas, que la inmortalizan en su obra, como los pintores Edgar Dégas, Lépic y Andrés Zorna.
En el barrio del Pla de l´Aigua, donde se reunía la flor de la gitanería, nació el garrotín. Todos los flamencos de Lérida colaboraron en su nacimiento: Jairo Jiménez y su hermano Manuel Pubill compusieron la primitiva letra que, con el paso del tiempo, sufrió considerables alteraciones. Lo cierto es que tuvo gran popularidad hasta que desapareció en los años treinta. Carmen Amaya, gitana catalana, fue quien logró mantenerlo vivo. La canción se acompaña de un baile que tuvo su auge en los primeros años del siglo XX y su estructura está compuesta de estrofas de cuatro versos octosílabos, rimando el segundo y el cuarto verso, repitiéndose entre ellos un estribillo.