cultura

Pablo Picasso, el período rojo

Decía que nunca se había sentido tan libre y tan completo como cuando ingresó al partido comunista. Sin embargo, esa relación no estuvo exenta de conflictos.

Pablo Picasso comenzó a pintar a los ocho años con su padre José Ruiz y Blasco, pintor y profesor de dibujo. Desde entonces, tuvo una obsesión con las palomas y las escenas taurinas. Se graduó en la Coruña y pintó en 1985 La muchacha descalza, dando inicio a su tema de la “mujer sentada” que se repetirá en toda su obra. Luego se instalaría en Francia, en el barrio parisino de Montmarte, donde vivió la mayor parte de su vida: una existencia jalonada de trabajo, amistades y nocturnidad, en compañía de poetas y artistas tan disímiles como Guillaume Apollinaire, Amadeo Modigliani y Max Jacob.

Nunca fue muy amigo de las declaraciones políticas, pero quedó clara su posición antifascista en el emblemático Guernica —obra exhibida en el museo Reina Sofía de Madrid—, que representa la muerte y la angustia tras el bombardeo de la población vasca durante la guerra civil española; pero que simboliza el sufrimiento universal, más allá de épocas y lugares. Durante la ocupación nazi, sin embargo, permaneció en Francia aparentemente sin ser molestado. Había viajado por primera vez a Paris a los 19 años sin saber una palabra de francés para asistir a la Exposición Universal, donde se exhibió un cuadro suyo. El primer informe de la Policía sobre Picasso data de 1901 y está firmado por el comisario de la policía Rouquier. Se basa en informaciones de la portera del edificio en el que vivía, en recortes de prensa sobre sus exposiciones y en las personas que frecuentaba en Montmartre. El informe policial concluye que el pintor español, que por entonces pintaba prostitutas y mendigos en sus cuadros, comparte las ideas de su compatriota, el marchante catalán Pere Mañach y debe ser considerado “como anarquista”.

En la posguerra se afilió al Partido Comunista francés, como declarado homenaje a la tarea clandestina del Partido durante la ocupación. Los comunistas celebraron públicamente la incorporación de tan notable personalidad. Hacia finales de la década de 1940, Picasso contribuyó a la campaña auspiciada por la Unión Soviética que se manifestaba por la paz mundial y en contra de la bomba atómica —que hasta entonces era exclusivamente norteamericana—, dibujando tres palomas de la paz. En 1950, Picasso participó de un congreso por la Paz en Estocolmo y poco después se le prohibiría el ingreso a Estados Unidos, junto con otros once referentes de la cultura acusados de “agentes subversivos”.

Afirma el periodista uruguayo, Homero Alsina Thevenet, que el romance entre el pintor y los soviéticos encerraba una paradoja. Hasta ese momento, y en los años siguientes, la Unión Soviética predicaba la doctrina estética del “realismo socialista”, que quiso imponer compulsivamente en artistas propios y extranjeros. Esta doctrina llevaba a rechazar por “decadente” o “reaccionario” todo movimiento vanguardista, cubista, surrealista y afín, lo que terminó convirtiendo a Picasso en mala palabra durante dos largas décadas. Cuando se produjo la adhesión de Picasso al Partido Comunista, este jamás le pidió que modificara sus orientaciones artísticas personales. No obstante, sus obras nunca habían sido expuestas en Moscú hasta ese momento.

En marzo de 1953, cuando falleció Joseph Stalin, el semanario francés Les lettres Francaises organizó un veloz homenaje. Su director, Louis Aragon, pidió una colaboración a Picasso y este dibujó un Stalin en el que solo se ve la cara del político, sin mayor deformación; alguien lo calificó de “excepcionalmente realista para ser de Picasso”. Pero de inmediato el secretariado del Partido Comunista francés declaró que “categóricamente desaprueba la publicación”. En la siguiente edición, se publicaron diversas cartas de comunistas, expresando también su “horror y disgusto” frente al dibujo. Una de las cartas era del pintor André Fougeron, quien declaró que si se permitía la publicación de dibujos como ese, tal práctica conduciría a un formalismo estético estéril.

Pablo Picasso, mediante el dibujo y el color procuró lograr un conocimiento más profundo del mundo y de los hombres. Siempre expresó, a su manera, lo que consideraba más verdadero y, por lo tanto, más bello. Pero bajo la opresión nazi ese sentimiento se agudizó: “Advertí que esto no es bastante, que debía luchar no solo con mis pinceles, sino con todo mi ser”. Fue su período rojo.

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