Cultura

Pedro Benoit, el arquitecto que participó de la fundación de La Plata

Dardo Rocha puso en sus manos la construcción de muchos de los edificios más significativos de la ciudad.

La ciudad que concibió en su imaginación Dardo Rocha pudo concretarse gracias a uno de sus amigos, Pedro Benoit. Su madre era argentina y su padre, un arquitecto francés que por razones políticas tuvo que emigrar al Río de la Plata en 1818. Pedro Simón del Corazón de Jesús Benoit nació cuando las Provincias Unidas del Río de la Plata recién habían cumplido veinte años. De muy joven entró en la sección de Geodesia del Departamento de Ingenieros. Allí comenzó a familiarizarse en la construcción de puentes, obras militares y trabajos de agrimensura.

En 1858 realizó la planificación del llamado “Camino Blanco” –hoy conocido como Camino Rivadavia–, que años después sería el camino que uniría Ensenada y La Plata. En 1870 llevaría a cabo los estudios para instalar un tranvía para unir Ensenada y Tolosa: uno de los ejercicios visionarios destinados a preparar el terreno para la construcción de la ciudad de La Plata.

Cuando Dardo Rocha asumió como gobernador, Benoit llega a ser director superior de las Obras de los Edificios Públicos de La Plata. Posteriormente, también sería electo concejal e intendente de la Municipalidad de La Plata (1893-1894).

El plano de la ciudad de La Plata no fue el primer trazado urbano imaginado por Pedro Benoit; en 1859 había diseñado el pueblo de Merlo. En ambos planos se ve el fuerte espíritu masónico que impregnaba la obra de este arquitecto.

El 26 de octubre de 1858, ingresó en la logia masónica “Consuelo del Infortunio N°3” de Buenos Aires. En 1885, fundó en nuestra ciudad la logia masónica La Plata 80, integrada por funcionarios de la administración provincial. El 17 de abril de 1891 se aprobó el escudo de la ciudad de La Plata, cuyo proyecto fue firmado por Benoit. Este se habría inspirado en la medalla utilizada por los miembros de la logia La Plata 80.

Es sabido que la masonería hizo suyo el número áureo, que en la Antigua Grecia se utilizaba para establecer las proporciones de los templos. La escuadra y el compás –dos símbolos muy caros a la heráldica masónica– fueron las herramientas de las que se valió Benoit en su búsqueda de la llamada “dorada proporción” del dibujo de nuestra ciudad. Algunos ejemplos de esta curiosa traza son el hecho de que la ciudad es un cuadrado simétrico dividido por diagonales que la cruzan de este a oeste y de norte a sur; en su centro geométrico se colocó la Piedra Fundamental.

Según el censo realizado en 1910, “en La Plata había 17 logias, por lo que se calcula que eran cerca de 600 masones”, explica María Carlota Sempé, antropóloga y titular de la Cátedra de Arte, Tecnología y Antropología de la Facultad de Ciencias Naturales de La Plata. Sempé, quien realizó diversos estudios sobre la masonería en la ciudad, considera que la declinación de la actividad masónica “se debió al cambio de la sociedad y de las relaciones de poder”, porque los masones “eran fuertes cuando los partidos políticos no lo eran”.

La obra arquitectónica realizada por Pedro Benoit es ciclópea, incluye 1.800 planos. Entre las obras que hizo en nuestra ciudad es inevitable mencionar la Catedral, la iglesia San Ponciano, el arco de entrada del Paseo del Bosque, el Cementerio, el Asilo Marín y el edificio de la Escuela de Artes y Oficios. La Catedral es una de las iglesias más grandes del mundo y fue proyectada por Benoit en los años en que estuvo al frente del Departamento de Ingenieros de la Provincia de Buenos Aires. La piedra fundacional fue colocada en 1884, guardándose el acta de su creación en una urna de cristal, junto con monedas de plata y bronce.

Benoit murió a los 61 años, cuando estaba construyendo la Catedral de Mar del Plata. En la despedida de sus restos, el 6 de abril de 1897, Dardo Rocha dijo: “No podrá olvidarse el nombre del ingeniero Pedro Benoit mientras subsista la ciudad de La Plata, a cuyas obras públicas contribuyó en tan gran parte, con inteligencia práctica, con esfuerzo superior a la resistencia ordinaria en el ser humano, con desinterés ejemplar y con una honradez tan acrisolada que la calumnia jamás se atrevió a mancillarlo por el manejo de cuantiosas sumas que estuvieron a su cargo”.

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