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Juan José Arévalo: de la ciudad de La Plata a la presidencia de Guatemala

Vivió seis años en la ciudad antes de ser elegido para la primera magistratura de su país, a mediados de la década de 1940.

Juan José Arévalo Bermejo nació en 1904 en Taxisco, Guatemala. Provenía de una familia de clase media baja. Trabajaba como maestro en una escuela primaria de su país y ganó una beca que le permitió venir a la ciudad de La Plata a estudiar pedagogía. En 1934 se doctoró en Filosofía y Ciencias de la Educación en la UNLP. Diez años después sería elegido presidente de Guatemala, siendo el primer mandatario electo democráticamente. Pero en el medio ocurrieron muchas cosas.

Arévalo llegó a nuestra ciudad con un estipendio mensual de 175 quetzales, lo que le permitía vivir ajustada pero decorosamente. Sin embargo, con la llegada al poder del dictador Jorge Ubico, la remesa se redujo drásticamente a 116 quetzales. Esto lo obligó a sobrevivir penosamente en nuestra ciudad, trashumando de hospedería en hospedería y reduciendo su dieta a lo indispensable.

Su primer alojamiento fue una pensión cercana a la Plaza Moreno. Allí le gustaba sentarse de noche en un banco a meditar solo o en compañía de Gabriel del Mazo, de quien se hizo rápidamente amigo. Él por entonces era presidente de la Federación Universitaria Argentina; más tarde llegaría a ser vicepresidente de la Universidad Nacional de La Plata.

A José le gustaba mucho caminar por el paseo del Bosque, leer bajo los árboles y tomar notas en un cuaderno que siempre llevaba consigo. Era buen pescador, paciente y minucioso. Solía volver de Río Santiago con una buena provisión de bogas y doradillas que preparaba para compartir con amigos. Fue en La Plata donde aprendió a cocinar. De hecho, uno de los trabajos que consiguió fue de cocinero en uno de los restaurantes del centro de nuestra ciudad-. Tenía una vida social muy activa, se reunía con compañeros de la Facultad en los bares del centro y conversaba por horas con ese sólo café que le permitía pagar su escuálido bolsillo. Pero en esta localidad adquirió un hábito que lo acompañaría por el resto de su vida: el mate. Cuando accedió a la presidencia de Guatemala, solía pedirle al embajador de su país en Buenos Aires que le enviara importantes cargas de yerba.

Su tesis de graduación se tituló “La Pedagogía de la Personalidad” y fue calificada como brillante por la Universidad de la Plata, que la hizo publicar en forma de libro. Dos años después de obtener el doctorado en pedagogía, fue elegido secretario de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de La Plata. Publicó “Filosofía en los valores de la personalidad”, libro que le abrió camino para el cargo de profesor adjunto de Ciencias de la Educación en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Su excelente formación académica hizo que su prestigio se extendiera en Argentina, por lo cual la Universidad Nacional de Cuyo lo contrató para reorganizar la Escuela Normal de San Luis y proyectar un Instituto Pedagógico. También fue nombrado Inspector General de los establecimientos educativos de la Universidad de Mendoza.

En nuestra ciudad conoció a Elisa Martínez Contreras, una maestra de escuela primaria con quien se casó. Lo acompañaría luego como Primera Dama.

Cuando por el peso de sus iniquidades el dictador Ubico se vio obligado a renunciar, la juventud guatemalteca, nucleada en el Frente Popular Libertador, proclamó a Juan José Arévalo para el cargo de presidente. Fue elegido en las elecciones de 1944, consideradas por los historiadores como las primeras hechas con transparen cia en Guatemala. Obtuvo más del 85% de los votos.

Según su propia terminología era un “socialista espiritual”. En su mandato intentó aplicar en su país una suerte de New Deal, un reformismo keynesiano que para la derecha de su país fue sinónimo de comunismo. Esto es porque se alejaba decididamente de la influencia de la United Fruit, que había sido históricamente el poder detrás de los gobiernos. En el suyo se produjeron más de 30 intentos de golpe de estado.

Según su protagonista el “arevalismo” fue una fuerza de procedencia universitaria, de planos sociales ilustrados y con fuentes culturales. La tendencia había llegado al poder para servir a las mayorías, impulsar la vida del país por cauces justos, con responsabilidad y conocimiento de las limitaciones y necesidades. Fue un gobierno de jóvenes intelectuales, sin experiencia de gestión, tan jóvenes que el movimiento fue calificado por algunos de “puerocracia”.

A Juan José Arévalo lo sucedió en la presidencia Jacobo Arbenz, quien profundizó los cambios sociales; impulsó una reforma agraria que había expropiado y distribuido entre los campesinos pobres las tierras eriales de la United Fruit.

Recuerda Eduardo Galeano en su libro Días y noches de amor y de guerra: “Mi generación se asomó a la vida política con aquella señal en la frente. Horas de indignación y de impotencia… Recuerdo al orador corpulento que nos hablaba con voz serena pero echando fuego por la boca, aquella noche de gritos de rabia y de banderas en Montevideo. Hemos venido a denunciar el crimen… El orador se llamaba Juan José Arévalo. Yo tenía catorce años y nunca se me borró el impacto. Arévalo había iniciado en Guatemala el ciclo de reformas sociales que Jacobo Árbenz profundizó y que Castillo Armas ahogó en sangre”.

Murió en la ciudad capital de su país, el 8 de octubre de 1990.

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