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Homero Expósito, el que puso alas al tango

Fue autor de letras que podrían figurar en cualquier antología poética, alcanzando una popularidad que venció al tiempo.

Si uno dice Percal; Trenzas; Chau, no va más; Naranjo en flor, Flor de lino, Yuyo verde; Afiches o Qué me van a hablar de amor, está nombrando algunos de los mejores tangos escritos en cualquier época. Todos tienen algo en común: su autor es Homero Expósito y algunos de ellos llevan música de su hermano, Virgilio.

Homero nació el 5 de noviembre de 1918. Según sus propias palabras era un “zarateño nacido en Campana, un campanense de Zárate”, porque su padre nació en Zárate y su madre en Campana. Su padre había nacido en una Casa de Niños Expósitos, ese es el origen del apellido. Apellido que tanto Homero como Virgilio –nombres que demuestran la afición por los clásicos que sentía su padre, Aldo, llevaron con orgullo.

En el crepúsculo es un poema inédito que Homero escribió para su padre: “Cuando ya es imposible que te vea y me siente a tu mesa nuevamente, comentando contigo la política o la dura ternura del ensueño”.

Luego de decirle que ya no tiene llantos porque los gastó luchando por la verdad, que aún sigue entumecida, clamando inútilmente por justicia, agrega: “He de llorarte, por la impotencia de no estar contigo, para darte la mano honradamente y ver que tú comprendes estas cosas, y decirte que aún sigo estando solo con la cruz en el hombro, inútilmente, ya que al pueblo lo llevan con promesas a poner la cerviz en los altares”.

Expósito llegó al tango con una sólida preparación literaria, amasada en sus años universitarios. Estudió Filosofía y Letras, que dejó cuando tenía que dar los finales de griego y latín.
Sobre todo tenía una vocación omnívora de lector. Decía que no se podía escribir un tango sin saber escribir un soneto. Hablaba cuatro idiomas. En un viaje en tren desde Zárate a Buenos Aires, en 1938, Héctor “Chupita” Stamponi, le propuso presentarle a algunos de los mejores músicos de tango para que musicalizara sus poemas.

El primer tango que escribió fue Rodando, con música de su hermano. Fue estrenado en Radio Belgrano, con la interpretación de Libertad Lamarque. A partir de allí, vinieron todos los demás tangos, muchos de los cuales escribió integrando ese enjambre de bohemios, que se encontraban a las 4 de la mañana en los bares de la calle Corrientes, para hacer transcurrir más lento el tiempo.

Nueva dimensión poética

Homero Expósito le dio al tango una nueva dimensión poética y aportó una renovación formal en la escritura de canciones.

Ha cultivado el verso libre y esas metáforas que le fue dado elaborar: “Luego la verdad, que es restregarse con arena el paladar, y ahogarse sin poder gritar”; “Trenzas de color de mate amargo, que endulzaron mi letargo gris”; “Portal donde la luna se aburrió esperando, cedrón por donde el tiempo se perfuma y pasa” y “Tu forma de partir nos dio la sensación de un arco de violín clavado en un gorrión”.

Homero Expósito tenía apenas 17 años cuando escribió la letra de Naranjo en flor. El famoso tema, desde su estreno en 1944, conoció innumerables versiones, no sólo de los mayores intérpretes del tango, sino también de músicos de rock como Fito Páez o Andrés Calamaro. Esa canción que enseña que antes de amar hay que saber sufrir, según el investigador platense Sergio Pujo, es “una de las principales referencias de nuestra cultura”.

Encuentro cumbre con Enrique Santos Discépolo

Comentando en mesa de amigos, la letra del tango Percal, dijo Enrique Santos Discépolo: “Cómo me gustarían esas admirables observaciones de Expósito, para algunas de mis letras”.

Cuando Discépolo estaba con Tania (recordada actriz y cantante de tangos) en una confitería y la orquesta de Anibal Troilo tocó el tango de Expósito Tristeza de la calle Corrientes, se levantó y se perdió entre la gente luego de decir: “¡Quién le mata el punto a este tipo!”. Unos momentos después, un muy joven, pálido y tembloroso Homero Expósito se acercó a la mesa y le dijo a Tania: “Yo soy Homero Expósito y quisiera conocer a Enrique”. Ella le contestó: “Se levantó para ir a conocerlo a usted”.

En una entrevista que le hizo Paco Urondo, en febrero de 1972, Homero Expósito dijo que “el artista no debe mirarse al espejo, sino desde el espejo”. En Chau no va más dijo que “nadie vivió sin matar, sin cortar una flor, perfumarse y seguir”, porque según él “hasta el tipo que come hierbas mata el pasto”
El tiempo cambia con la lenta prisa del tiempo, pero los grandes poemas están destinados a permanecer. Eso sucede con los poemas de Homero Expósito. Alguien que vio que “en el fetiche de un afiche de papel se vende la ilusión, se rifa el corazón”; alguien que supo cantarle a la noche llena de ojeras, a unas “trenzas del color del mate amargo”. A cuatro manos con Discépolo le escribió a la “pobre mina que nació en un conventillo con los pisos de ladrillo, el aljibe y el parral”.

Homero Expósito supo que hay que “pintar todos los días sobre el paisaje muerto del pasado”; por eso, su poesía sigue oliendo a Naranjo en flor. La música, escribió alguien, es un idioma que entendemos pero que somos incapaces de traducir. Homero Expósito sí fue capaz.

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