Quino: “Es una barbaridad que el surco entre ricos y pobres siga creciendo”
En el marco de la 40º Feria del Libro de Buenos Aires, el creador de Mafalda dio una distendida conferencia de prensa y Hoy estuvo presente. Habló de todo, pero sobresalió su habitual preocupación por el mundo
Por primera vez en 50 años, el hombre que va a ingresar por la puerta de la Sala Leopoldo Lugones de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires tendrá rostro. Por primera vez, al menos, del modo en que lo va a hacer: divertido, dispuesto a un extenso diálogo con la prensa y con una lucidez admirable a sus 81 años. Joaquín Salvador Lavado Tejón es su nombre. Quino, su símbolo. Mafalda, su obra maestra.
Con sweater azul, camisa de rayas y sus clásicos anteojos de armazón negro, el historietista vuelve por segunda vez en menos de una semana a la 40° Feria del Libro, emplazada en el predio de La Rural de Palermo y que lo tiene como figura central. Camina lento, ayudado de un bastón y del brazo generoso de Kuki Miller, su editora desde hace 44 años. “Gracias por estar aquí. ¿Cómo andan, bien?”, saluda, aún antes de sentarse frente al micrófono, el artista que entre 1964 y 1973 dibujó a la niña más famosa de la Argentina.
El mundo, según su trazo
Precisamente Mafalda es la excusa perfecta de Quino para iniciar un diálogo de una hora –“su conversación más larga, porque él siempre dijo que eligió el dibujo porque no le gusta hablar, pero el paso del tiempo cambia a la gente”, revelará su editora- y cavilar, por ejemplo, sobre sus preocupaciones habituales: “Me sorprendo al leer tiras que dibujé hace 30 o 40 años y que parecen dibujadas hoy. Mafalda trata temas actuales y cotidianos como el problema de no llegar a fin de mes. Hay situaciones que siguen igual, seguimos cometiendo torpezas, el surco entre ricos y pobres es cada vez más grande, a la gente le cuesta encontrar trabajo y eso me parece una barbaridad”, reflexiona ante Hoy, sin pausa.
En el mismo sentido, admite su “sorpresa y escepticismo” por el mundo de hoy: “La tecnología ha cambiado todo. Pero siempre volvemos a los mismos problemas y eso a uno lo deprime bastante. Cuando se acabó la Segunda Guerra Mundial nos pusimos contentos: las Naciones Unidas, no más guerras y al poco tiempo viene la Guerra de Corea, de Vietnam. Es decir que no nos podemos ilusionar mucho porque siempre caemos en la misma fosa”.
“He creído en el Socialismo, en la Revolución Cubana -continúa el mendocino-, pero uno se va llevando desilusiones que lo hacen cada vez más escéptico y menos optimista, sobre todo porque en esta etapa hay cosas que no entiendo. El bitcoin es algo que a mí me vuelve loco. ¡Cómo va a haber una moneda con la que la gente compra e invierte y que no existe! Dicen ‘tal país le prestó a otro tantos millones’, pero no es dinero que alguien lleva en un paquetito, son trámites virtuales. Entonces yo me siento torpe e inútil para interpretar este mundo”.
Quino avanza con las reflexiones que durante toda su vida puso en boca de sus personajes, cautiva con un perfil de hombre informado, atento e increíblemente verborrágico, al punto de no tolerar el silencio y, en un tramo de la conferencia de prensa, apurar: “Preguntita, preguntita”.
La vida sin Mafalda
9 años dibujándola, hace ya 41 y a medio siglo de su creación, Mafalda sigue vigente. “¿Qué plomo, no?”, bromea su papá. Pero después de casi una década dibujándola, “llegó un momento en que me dije ‘no puedo seguir diez años diciendo que el mundo funciona mal’, entonces volví sobre el humor que había hecho siempre, que no tenía que ver con un solo personaje”.
“Yo dejé de dibujar a Mafalda y no imagino cómo sería hoy -asegura-. Hay gente que se plantea qué hubiera pasado si Susanita se hubiera casado con Felipe, historias que a mí jamás se me ocurrirían, porque no los siento como personas de verdad, para mí son dibujitos como los que dibujaba cada semana. Me comparo con un carpintero al que le gusta trabajar la madera, algunos muebles le salen mejor que otros, pero a todos los quiere igual”.
Todo por esta soledad
Luego de describir el trabajo del dibujante como “muy solitario”, el historietista afirma que, aunque valió la pena la trayectoria profesional y el dibujo “fue como una religión ortodoxa, me pasaron por el costado muchas cosas buenas de la vida que no me enteré. Me he perdido un montón de cosas, por tarado, inclusive toda mi adolescencia fue ausente de chicas. A mí me gustaba observar a la mujer y después era como Felipe: arrimarme a una era algo muy complicado”, dispara para despertar la carcajada de los presentes.
En el final de la conferencia, un sonido de celular irrumpe en la sala. “Me pregunto qué dirían Bach y Mozart de esa musiquita”, finaliza el dibujante, entre aplausos. Mientras, sus asistentes buscan la fuente de ese tono.
“Es una alarma de tu teléfono, Quino”, le comenta su agente de prensa. Y él susurra, pensativo: “No me acuerdo para qué era. Ah, sí, para recordar que tenía que venir a la Feria. Sonó un poco tarde”.
“Falta un motor que traiga cosas nuevas”
En distintos tramos de la conferencia, Quino bromea con sus dificultades auditivas y visuales. Entonces, cuando se le pregunta si está leyendo, confiesa: "Además de oír mal, veo mal, por eso estoy leyendo poquísimo, pero siempre me gustó Borges, me sigue sorprendiendo su sentido del humor y su imaginación”.
En el cine, prefiere “películas no comerciales. Aunque está cada vez más difícil ver este tipo de cine, porque a las distribuidoras parece que sólo les interesa pasar películas de autos que chocan, se incendian y explotan. Además, hay una manía por las remakes, por llevar las sagas literarias al cine y eso me parece una pena, habiendo tanta gente creadora”.
En esa línea, el artista siente que “se hacen variaciones de la misma cosa; falta un motor que traiga cosas nuevas. Pasa con la música contemporánea, que recién ahora está aceptando música que se hizo hace ya un siglo. Es muy raro que una época no reconozca la música de su tiempo. Con la pintura pasa lo mismo, uno ve un cuadro y siente que ya lo ha visto antes. Pasa que recién ahora nos animamos a pararnos delante de una pintura, se acabó aquella época en que la gente veía un Picasso y decía ‘eso lo hace mi nene con un lápiz en la boca’”.
En tren de preferencias, el padre de Mafalda se manifiesta sorprendido por el humor cordobés: “no sé si en otras provincias hay gente tan graciosa como los cordobeses. Están todo el tiempo inventando cosas. Cada tanto alguien viene y me dice algo que le ha dicho un cordobés, y me sorprende, como llamar a un portero botella de heladera, porque está siempre parado en la puerta”, cuenta, imitando la tonada cordobesa.
