Taxidermia, el arte de inmortalizar animales

Domingo Apud se dedica al antiguo oficio de disecar cuerpos de seres vivos desde hace 40 años. A lo largo de su carrera, enseñó sus secretos a una “incontable” cantidad de discípulos 

Hace más de cuatro décadas, Domingo Apud llegó a La Plata desde la Cuña Boscosa santafesina, donde se crió rodeado de loros, yacarés y monos carayá. En Los Hornos, Apud se las ingenió para que los animales también formaran parte de su paisaje cotidiano dedicándose a la taxidermia. Con esta técnica, que conserva la piel y los huesos del ejemplar, inmortalizó monos, cangrejos y hasta murciélagos que hoy se amontonan entre herramientas y libros en su taller. 

“Siempre dije a mis alumnos que no hay que matar animales”, aclara el taxidermista, que enseñó su oficio a una “incontable” cantidad de discípulos, casi siempre estudiantes de Veterinaria o de Biología, en clubes y centros culturales de toda la ciudad. 

Siguiendo esa filosofía, quienes toman clases con él comienzan trabajando con pescados, continúan con un conejo y luego con un pollo porque “son animales que pueden comprar, consumir y conservar la piel”. Preparar el ejemplar puede llevar solo un día, dependiendo del tamaño, pero esperar a que hagan efecto los químicos que secan la piel puede llevar entre 20 días y un mes. 

Apud sueña con extender sus conocimientos a más platenses. Ahora, por ejemplo, le gustaría armar pequeños museos en escuelas primarias. También quisiera concientizar a los vecinos acerca de las especies de víboras que aparecen cada vez más frecuentemente en la zona de la ribera. 

“Se están viendo cada vez más, porque las trae el río Paraná y ya se establecieron”, explicó el especialista. “Si bien hay especies que son inofensivas, su picadura puede generar grandes daños en aquellas personas alérgicas y en diabéticas”, agregó. “Además hay que tener cuidado con especies como la yarará, que es venenosa”, advirtió Apud. 

Este taxidermista experimentado recomendó que, si alguien se encuentra con uno de estos animales, debe detener su marcha hasta que la víbora siga su curso, “porque solo atacan si se sienten amenazadas”. 

Desde su pequeño taller, Apud continúa desarrollando y transmitiendo los conocimientos adquiridos desde hace cuatro décadas, a la espera de poder encontrar más espacios donde poder transmitirlos, puertas afuera. 

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