Baby bust

Una tendencia que atenta contra la sociedad del futuro

A diferencia de lo que ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial, la tasa de natalidad profundizó su descenso durante la pandemia de coronavirus.

La generación baby boomer fue el resultado de la explosión demográfica que se produjo una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. El aumento sostenido de nacimientos tras el conflicto bélico derivó, años más tarde, en profundos cambios socioeconómicos que marcarían un antes y un después en el desarrollo de las sociedades.

Hoy, a más de 60 años del baby boom, el mundo se enfrenta a un enemigo que no distingue entre banderas. Si bien el saldo letal de la pandemia no se acerca a las decenas de millones de vidas perdidas durante la Segunda Guerra, las secuelas podrían ser más significativas en el largo plazo.

A diferencia de lo que ocurrió entre 1946 y 1964, el coronavirus profundizó el descenso de la tasa de natalidad, una tendencia que comenzó hace décadas. El proceso, conocido como baby bust (el colapso de los bebés), se expandió tan rápido como el virus.

En Francia, por ejemplo, los nacimientos disminuyeron un 13% durante enero, la cifra más baja desde 1975. Lo mismo sucedió en España, donde la caída escaló al 20%. Sin ir más lejos, la tasa de natalidad en La Plata se redujo un 23% durante la pandemia en relación a los valores de 2018 y 2019.

Si bien esta puede parecer una estadística poco relevante en relación al aumento de la pobreza y la crisis sanitaria, cabe destacar que las sociedades del mundo no están preparadas para una caída abrupta en el número de nacimientos.

De acuerdo a estimaciones de la Universidad de Washington, la población mundial podría reducirse a la mitad para 2100. De esta manera, el número de natalicios igualaría al de personas que alcanzan los 80 años, cuando lo ideal es que el primero sea ampliamente superior.

Con el aumento sostenido de la esperanza de vida y el descenso de bebés que llegan al mundo, los países enfrentarán un gran conflicto, ya que la relación entre la población económicamente activa y la pasiva será insostenible para muchas naciones.

Más allá de que el baby bust puede derivar en sociedades menos nocivas para el medioambiente, con emisiones de carbono y niveles de deforestación más amigables con el planeta, los especialistas advierten sobre las consecuencias del efecto conocido como pirámide de edad invertida.

En este sentido, el investigador Christopher Murray, director del Instituto de Métricas y Evaluaciones de Salud de la universidad estadounidense, señaló: “¿Quién paga impuestos en un mundo de personas mayores? ¿Quién paga por la atención médica de los ancianos? ¿Quién cuida de ellos? ¿Podrá la gente jubilarse?”.

Si bien el descenso de nacimientos es una tendencia ya conocida, la pandemia de coronavirus desvió el camino de muchos padres y madres que buscaban procrear. De acuerdo a un trabajo realizado por Brookings Institution, uno de los centros de investigación más importantes de Estados Unidos, en 2021 habrá entre 300.000 y 500.000 nacimientos menos en el país.

Es que, durante la pandemia, la incertidumbre y las restricciones afectaron el juicio de aquellos que buscaban adentrarse en el mayor proyecto a largo plazo que puede transitar una persona, para el cual es necesario contar con ciertos valores de previsibilidad.

“Es probable que responder a la dis­minución de la población se convierta en una preocupación política primordial en muchos países, pero esta no debe comprometer los esfuerzos para mejorar la salud reproductiva de las mujeres o el progreso en los derechos de las mujeres”, concluyó Stein Emil Vollset, investigador de la Universidad de Washington.

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