Vivir en Martín García, la isla platense que no teme al coronavirus

Incluida en la jurisdicción del partido de La Plata, la reserva natural de 184 hectáreas se mantiene aislada de la pandemia, bajo estrictos protocolos de ingreso y convivencia.

Si bien la peste bubónica se desató en China en 1855, pasaron varios años hasta que llegó a la región. En 1899, las embarcaciones que arribaban al país eran desviadas hacia la isla Martín García, donde se había montado un lazareto para que los viajantes realizaran la cuarentena.

“Hasta 1915, la isla fue parada obligatoria de los barcos que venían de Europa”, cuenta a diario Hoy María Elena Reus, guía de turismo en Martín García.

Luego de 30 años viviendo allí, Reus encuentra tranquilidad en medio del caos generado por la pandemia de coronavirus. “Es una reserva natural y está cerrada al público, entonces no salimos a la ciudad, no viene turismo, no vienen familiares. En la ciudad vemos que la gente se aglomera, que se reúne en distintos lugares, vemos las fiestas, las cosas que hacen, pero no tenemos miedo al coronavirus. Como es algo desconocido tomamos las precauciones que nos indican”, señala.

Martín García, incluida en la jurisdicción del partido de La Plata, tiene una superficie de 184 hectáreas, en las que viven cerca de 150 personas.

Si bien parece una ironía, el lugar dispuesto para la realización de cuarentenas en época de fiebre amarilla y cólera, hoy está libre de Covid-19.

En la época prepandemia, las lanchas ingresaban diariamente, no solo con provisiones, también llegaban docentes, personal de salud y turistas.

“Hoy por hoy, vienen lunes y miércoles con productos, ya sea para los almacenes o para traer encargos particulares. Distribuyen todo puerta por puerta para que no vayamos todos a aglomerarnos al muelle”, destaca Reus, y agrega: “Hay un cuidado concerniente a nosotros y nosotros respondemos en consecuencia. Miramos hacia afuera y vemos situaciones que son peligrosas, pero prácticamente no hablamos del tema, es como normal la vida nuestra acá”.

Si bien la isla no registró ningún caso, existen distintos protocolos, tanto para quienes transportan productos esenciales como para los propios isleños.

“Cada persona que baja al muelle se presenta ante una palangana con desinfectante donde apoyan los pies. Además, tienen que bajar sí o sí con barbijo y guantes, respetando el distanciamiento social, y antes de entrar a la isla se los rocía con alcohol. También tenemos que sacar la comida, rociarla con alcohol 70-30 y quemar las bolsas”, dice a este medio José Maciel, quien vive hace 27 años en Martín García, donde montó un comedor que hoy se ve afectado ante la falta de turistas.

“Tenemos una pista de aterrizaje que es muy concurrida por gente que tiene aviones. Debe ser uno de los aeroclubes más visitados de toda la provincia de Buenos Aires, pero hoy el turismo no existe en el delta, tampoco salen lanchas con pasajeros. Por suerte pude terminar la temporada bien, trabajando muchísimo”, cuenta Maciel. A sus 63 años le cuesta creer el contexto actual. “Ni me iba a imaginar estar viviendo estas cosas que nos tocan vivir hoy. Con tremenda tristeza, observo a la gente decaída anímicamente, Hay un desgaste psicológico, más que nada porque no se sabe cuando va a terminar esto”, señala.

Además se prohibieron algunos deportes. En este sentido, Maciel aclara: “Lo único que hacemos es comprar comida. No nos dejan practicar alguna actividad por miedo a que nos lastimemos, porque sería un lío para la unidad sanitaria el hecho de evacuarnos. Sí podemos salir a caminar, andar en bicicleta y también hacer reuniones de hasta ocho personas, pidiendo autorización”.

“Cuando termine la pandemia, quiero volver a estar con mis hijas, que nos sentemos a comer, mirarnos y saber que estamos sanos, que todo este esfuerzo no fue en vano”, concluye el isleño.

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