EN FOCO

Argentina, en peligrosa indefensión

Pese a las intervenciones del Banco Central y a las altas tasas de interés, ayer el dólar cerró a $22,33. Mientras la devaluación ya se traslada a los precios, una eventual suba en los combustibles agrega más presión a la inflación. El impacto se siente en la ciudad, donde ayer hubo inconvenientes para retirar divisas de los bancos. En medio de la crisis, el Presidente mantuvo distintas reuniones con su equipo, en las que ratificó el rumbo y no hubo autocríticas sobre las medidas tomadas

Como un barco a la deriva, la Argentina naufraga entre viejos errores. Los mismos que venimos dando cuenta en sucesivas ediciones, pero que es necesario recordar para no seguir olvidando.

Por un lado está el dólar, que ayer volvió a subir y cerró a $22,33, 5 centavos más caro que el precio del viernes pasado. En un contexto de extrema incertidumbre, en el que reina la bicicleta financiera fomentada por el Banco Central, las intervenciones de la entidad monetaria y las tasas de interés del 40% no alcanzaron para que los compradores de Lebacs prefirieran el peso antes que el billete estadounidense.

El plano internacional tampoco ayuda. Contribuyen a la turbulencia nacional la suba en las tasas de interés estadounidenses, gran atractivo para la fuga de los inversores extranjeros del país que han empezado a irse de las acciones y los bonos argentinos. Ayer, el MerVal cayó 3,6%, mientras que las acciones se desplomaron luego de que la calificadora Moody´s alertara por el “alto riesgo” de las empresas nacionales, debido a su falta de liquidez. En efecto dominó, las compañías argentinas que cotizan en Wall Street cayeron más del 6%. 

El impacto en la ciudad

Pero no hay que ir tan lejos para caer en la cuenta de la incertidumbre que despierta la coyuntura actual, sobre todo tras la corrida cambiaria de la semana pasada, que llevó al dólar al pico histórico de los $23,30, obligando a una inaudita suba en las tasas. La Plata sintió ayer los efectos de una cierta psicosis social, reflejada tanto en casas de cambio, como en bancos. Tal como pudo saber diario Hoy, en sucursales de los bancos Provincia y Nación, quienes quisieron retirar dólares de sus cajas de ahorro se encontraron con que no había disponibilidad. En su lugar, les ofrecieron pesos. Los fantasmas de viejas épocas aparecieron, inevitables.

Empleados bancarios minimizaron la cuestión afirmando que las entidades “no suelen disponer de una gran masa de divisas” en forma física y aseguraron que no es “nada fuera de lo normal. Generalmente se le avisa al cliente para que pueda retirarlos a la jornada siguiente”. No obstante, reconocieron que la corrida “tuvo sus efectos. Si varios retiran dólares al mismo tiempo, el sistema colapsa. Esperemos que se normalice con el correr de las horas”, confiaron.

Más nafta a la inflación

El otro efecto directo y cercano de esta política económica sin plan estratégico es el traslado de la suba del dólar a los precios de la canasta básica, que ya se siente en los comercios de la región. 

Desde inicios de año y hasta el récord registrado el jueves último, el peso argentino se depreció un 24,6% con respecto al dólar, siendo la moneda que más se devaluó en el mundo. Por esto, la mayoría de los economistas estiman que la inflación de abril podría llegar al 2,7% y la del rozar el 25%, lejos de la meta del 15% que proclama el Gobierno. Hasta el propio ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, admitió, a regañadientesm, que “si el tipo de cambio se deprecia, algo de traspaso a precios hay”.

Está, también, el aumento en los combustibles. Ayer, el barril de petróleo escaló un 1,45%, a US$ 70,73 dólares, la mayor suba en más de tres años. Atados al valor del crudo y el dólar, más tarde o más temprano las naftas aumentarán, impactanto en el transporte y en el resto de los precios. Las petroleras reclaman entre un 10 y 15% de incremento. Ayer, el ministro de Energía, Juan José Aranguren, les propuso posponer la inevitable suba por 60 días. Hoy se volverán a reunir.

Un cóctel de errores propios

Nadie puede controlar los avatares del mundo. Pero el impacto sería menor si se corrigieran los errores internos, si estimuláramos la generación de dólares genuinos para no depender del endeudamiento externo, que pagamos a tasas cada vez más caras, fomentando una bicicleta financiera insostenible.

Mientras las divisas se fugan, importamos más de lo que exportamos, de cada cinco dólares que entran, cuatro van al sector financiero, apenas uno al productivo. Pero el mercado reclama más ganancias y el Gobierno le ofrece tasas al 40%, que no sirven para contener el dólar, pero sí para condenar el aparato productivo, al volver inalcanzable el crédito para las Pymes o industrias, ya golpeadas por los tarifazos. También, se anuncia el recorte de $30.000 millones en la obra pública, que implica menos trabajo, más pobreza, menos consumo.

Ya la pobreza de más de ocho millones de niños, tal el último informe de la UCA, nos duele. Indigna pensar en los nuevos pobres o en las clases medias, bajas y altas que empiezan a recortar sus gastos e impactan en todo un sistema.

Síntomas de un cóctel que reúne inflación, recesión, enfriamiento de la economía. Fracasos del pasado que el pueblo votó cambiar. El engaño no podría haber sido más vil, pero ya no hay quien vea las patas cortas de esa mentira.

Un encuentro de amigos para no cambiar

Fue un encuentro para la foto, para mostrar unidad en el oficialismo, en momentos en que la realidad golpea dura como una cachetada. Primero, el presidente Mauricio Macri recibió en la Quinta de Olivos al jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y a la gobernadora María Eugenia Vidal. Más tarde, se encontró con su equipo económico (Nicolás Dujovne, de Hacienda; Luis Caputo, de Finanzas; Juan José Aranguren, de Energía; y el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger). Luego, se sumó a la reunión de la Mesa Nacional de Cambiemos, que encabezó el jefe de Gabinete, Marcos Peña, junto a gobernadores radicales.

Según lo que trascendió al cabo de esos encuentros, Macri ratificó “el rumbo económico” y no se planteó ninguna autocrítica: “Las medidas que estamos tomando son las correctas”, dijo a los suyos en un cónclave que pareció más de autoayuda que de análisis.

En tiempos críticos como el actual impera abrir el juego, tener la humildad de reconocer los errores y la inteligencia de dejarse ayudar para corregir.

De nada sirve consolarse entre amigos. El país es mucho más que un juego de adolescentes y la hora demanda la unión real de los argentinos, con gente honesta, que se descarne en sus intereses y piense en el otro: trabajadores y empresarios, gobernadores e intendentes, legisladores y jueces, profesionales, estudiantes, artistas, intelectuales, militares, sacerdotes, todos aquellos compatriotas que puedan recuperar la grandeza de la nación, poniendo en movimiento un plan estratégico que nos permita salir de la peligrosa encrucijada en la que nos encontramos.

El Presidente debe disponerse a cambiar y convocar a ese acuerdo. Escuchando más allá de su mesa chica, mirando por encima de los intereses electoralistas y pensando, no en su próximo Gobierno, sino en la dignidad de un Estado que necesita mucho más que fotos.