El destino del país: utopía o posibilidad
Falta un verdadero acuerdo con los principales referentes y expertos en economía de nuestro país, no con el FMI. El mismo deberá proteger las industrias nacionales y velar por los desposeídos.
Podrán llamarnos utópicos o fantasiosos. Nosotros, frente a la crisis que enfrenta el país, preferimos hablar de posibilidades como esperanzas, desperdiciadas en el fondo de esa caja de Pandora que es la Argentina. Son horas difíciles, la Nación está, como admite el propio Gobierno, en una sala de guardia y su cuadro se agravará en la medida que no se ataquen sus males, se corrija el rumbo de la economía y se tome la decisión política de empezar la refundación.
Para empezar nomás, convocar a un verdadero acuerdo. No con el FMI, que nos condiciona al ajuste, a la extinción de nuestra industria nacional y nos condena a una mayor miseria, hundiendo a los pobres en su fango, empujando a la clase media a la pobreza. Será mejor cerrar esa puerta que nunca debimos abrir para promover un debate serio y comprometido con los nuestros: un acuerdo nacional que vaya más allá de las palabras, gestos e intenciones burócratas para involucrar en cambio al jubilado, que apostó por la Argentina hasta el final de su vida y se regocijará al ser tenido en cuenta; a las fuerzas de seguridad; intelectuales y profesionales de las más diversas ramas; representantes de todos los credos; empresarios y trabajadores de distintos sectores; jueces y también políticos, entre tantas otras fuerzas vivas de la sociedad en general. Todos ellos, como nosotros, estarán dispuestos a descarnarse de sus intereses para amanecer en una Patria que ya no se endeude para privilegiar la especulación financiera y que, de otro modo, retome la obra pública, generadora de empleo y desarrollo; proteja su industria o sus economías regionales, bajando las barreras a la importación, disminuyendo la presión fiscal, beneficiándolas con créditos blandos. Esos pequeños pero necesarios estímulos, además de fomentar el trabajo y la entrada de divisas, marcarían el paso decisivo de una economía primarizada a otra capaz de producir y exportar al mundo con valor agregado.
Una analogía viene a cuento en este año mundialista (Ver página 3): hay una generación de argentinos y argentinos que nunca vieron a su Selección de fútbol campeona. Son los mismos que nacieron en un país con una clase media que se empobrece cada día, con un tendal de chicos que mueren en la miseria y con la brecha entre pobres y ricos cada vez más ancha. No conocieron otra Patria y, de seguir así, se resignarán a creer que no hay otro destino posible.
Aunque más no sea por ellos el país se debe el cambio de rumbo que proponemos, la certeza de que no estamos condenados, que los gobernantes de hoy pasarán y, de entre la crisis, emergerán uno o varios líderes con luces suficientes como para alumbrar un futuro mejor.
