El síndrome de los aplaudidores

En momentos donde la crisis no da tregua, y hasta el INDEC reconoce que en el último año se perdieron casi 500 mil empleos, la presidenta Cristina Fernández hoy volverá a encabezar una nueva puesta en escena.

Desde la Casa Rosada quieren hacer creer que la convocatoria es para celebrar el 31º aniversario de la vuelta a la democracia, cuando en realidad esa fecha fue el miércoles pasado. En rigor, para hoy se espera que se registre una masiva movilización de militantes rentados y de beneficiarios de planes sociales que son acarreados -como si fuesen ganado- por intendentes, funcionarios y hasta gobernadores para hacer número y aplaudir a la Presidenta.

La pregunta que hay que hacerse es a quién o quiénes busca engañar o convencer el gobierno. La mayoría de los que acuden a ese tipo de convocatorias es por necesidad, política o económica. Nada tienen que ver con las grandes movilizaciones populares de las últimas décadas, como la registrada el 17 de octubre de 1945 cuando miles y miles de trabajadores se concentraron en Plaza de Mayo para reclamar la liberación de Perón o cuando otros miles colmaron esa misma plaza, en 1983, para celebrar que la Argentina volvía a la democracia de la mano de Raúl Alfonsín.

Con un grado mínimo de comprensión, la presidenta debería darse cuenta de que los aplausos y las ovaciones, como los que recibirá hoy, provienen desde la obsecuencia y de la sumisión más extrema. ¿Será que Cristina se está creyendo su propia mentira?

Pareciera que la presidenta tiene una necesidad patológica de estar rodeada de obsecuentes. Esta suerte de autoengaño funciona como una coraza para evitar hacer cualquier tipo de autocrítica. Es más, desde que asumió como presidenta, no se recuerda que Cristina haya reconocido un solo error de su gestión gubernamental.

¿De qué hablará hoy Cristina? Además de sus habituales referencias a “los logros” de lo que llama “década ganada”, que poco tienen que ver con la realidad, se espera que en su discurso –que nuevamente será trasmitido por cadena nacional- haga alusión a las investigaciones y fallos judiciales que están acorralando a su gobierno –y a su propia familia- por los actos de corrupción. 

En ese sentido, las miradas estarán dirigidas a la conducta del vicepresidente Amado Boudou, a poco de ser enviado a juicio oral por un auto con papeles truchos. Como el año pasado, el vice no estará cerca de Cristina, pero en la administración K han decidido seguir defendiéndolo a capa y espada. ¿El motivo? Hay sospechas de que vicepresidente, procesado por el escándalo de la compra de la exCiccone, tiene información comprometedora que podría generar un tembladeral en el gobierno nacional si prende el ventilador.

Juan Gossen

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