Gimnastas de un club de Berazategui entre el show de los Juegos y el pánico de la inseguridad

Sucedió en una de las últimas jornadas del evento internacional, cuando un grupo de hinchas que concurren al Gym Park de Berazategui terminaron contando un cuento de terror

Ariel Pacheco y Jonathan Escudero terminarán siendo los dos héroes y no del deporte olímpico para un grupo de gimnastas que practican en la localidad de Berazategui con gran entusiasmo. Esa fiesta de los Juegos Olímpicos de la Juventud, que vivieron en familia, literalmente oscureció cuando al salir del predio ubicado sobre la avenida Roca -barrio de Villa Lugano-, a 20 cuadras del espectáculo internacional, fueron abordados por malvivientes que decían trabajar como “trapitos” o cuidacoches.

“Pudo haber sido un desastre sino fuera por dos policías motorizados, que tuvieron un gesto único, cuando ya habían terminado sus servicios. Pero reaccioné mal, porque todo el día estoy en la calle, pero fue muy triste haber vivido una jornada así, junto a mis hijas”, explicó Laura, del barrio El Dique de Ensenada, madre que está constantemente llevando a sus hijos al club berazateguense. Fueron a alentrar a Oliver Araujo, una atleta de elite de la Selección Nacional.

En contacto con diariohoy.net, amplió: “Estuvo todo muy bien organizado, la Argentina se merecía un evento así, pero al dejar la camioneta Partner unas cuadras alejadas -porque era imposible encontrar un lugar para estacionar-, y al volver tuvimos el inconveniente de que no nos arrancaba, estaba la Parner completamente muerta".

Se acercaron a Gendameria, empezaron a empujar el vehículo con otra mamá y tres nenas. Hubo hombres que ayudaron, pero nadie tenía un cable para un puente. El tiempo pasaba y mientras esperamos ayuda las chicas comenzaron a comer algo”.

MALVIVIENTES

- ¿te vas a quedar muicho tiempo mas?
-Si te quedás un rato más, me tenes que empezar a pegar (se acercó uno de los delincuentes a increpar). Esta zona es nuestra…
-¿Donde está el Parquimetro? (contestó Laura, cortante, descubriendo el idioma con que se manejan)
-No hay… pero somos los que mandamos acá; te digo que tenés que pagarnos
-Yo te digo que no te voy a pagar

La disputa fue cambiando de color. Y la ensenadense apuró el paso para ir con su celular hasta una esquina, llamar al 911 y pedir auxilio de otro tipo. En el trayecto, vieron a un hombre que era corrido y maltratado porque no les quiso dar una propina (y les quisieron romper los vidrios). 

Las mujeres, solas y rodeadas de los “trapitos” que querían cobrar porque sí. El patrullero que pidió hasta que viniera la grúa se transformó en un par de policías motorizados, que hicieron que los muchachos desaparezcan.

“Quiero agradecer el gesto de estos dos jovenes, especialmente a uno, que ya finalizada la hora de trabajo, le pidió permiso a su jefe y se quedó en el lugar, hasta que un compañero llegó de la comisaría con su auto y unió los cables.

Cuando cargó la batería, las dos madres y las tres niñas pudieron despegarse de una zona complicada. “Me debo sacar el sombrero con estos chicos de policía de la Ciudad, no les interesó cuantos eran, pensaron en protegernos, porque no eran trapitos comunes y corrientes…”

“Ojalá tengamos mas policias así y ojalá que las leyes en este país puedan cambiar”, rezó una plegaria finalmente Laura.