Los manosantas de los candidatos
Los principales candidatos presidenciales hace uso y abusos de las encuestas, pagando encuestadores que le dicen lo que quieren escuchar y que hasta se han convertido en operadores políticos
En los años ´80, el genial Alberto Olmedo inmortalizó en la TV y en el cine un personaje conocido como “el Manosanta”. Se trataba de un cerrajero que se había quedado sin trabajo y que, para sobrevivir, decidió convertirse en una suerte de curandero y vidente que utilizaba distintas artimañas para engañar a sus clientes.
Ahora, en pleno siglo XXI, los principales candidatos argentinos tienen sus propios manosantas. Pero, a diferencia del personaje de Olmedo, no se visten con los ropajes típicos de los paí brasileño, sino que utilizan algunos elementos que son un poco más sofisticados -las planillas de las encuestas- pero que, en muchos casos, tienen la misma credibilidad que aquellas predicciones de tinte humorístico y descabellado que realizaba el Manosanta para sacarle dinero a sus clientes o para seducir a La Bebota, el personaje que encarnaba Adriana Brodsky, que era un auténtico símbolo sexual hace 30 años.
Los encuestadores están teniendo tanto peso en la política, que hasta juegan un rol determinante en los armados de la listas. Vetan candidatos en función de supuestos sondeos que nadie conoce y hasta le dictan a sus clientes cada palabra de lo que tienen decir, y le imponen lo que conviene callar. Un caso emblemático es el de Jaime Durán Barba, el consultor ecuatoriano que asesora a Macri, que en la mesa chica del macrismo tiene más poder que todos los ministros porteños juntos.
Es tal el vicio que tienen los políticos por el uso de las encuestas que hasta son capaces de inventarlas o manipularlas. Un claro ejemplo de ello es el jefe de gabinete y precandidato a gobernador bonaerense, Aníbal Fernández, uno de los políticos con mayor nivel de rechazo en la sociedad, que hasta genera profunda resistencia en el seno del Partido Justicialista. Aníbal hizo difundir un supuesto y poco creíble sondeo de opinión de la consultora Ibarómetro (ver Dime quién te paga y te diré quién éres) que lo ubica al frente de las preferencias del electorado bonaerense. Acto seguido, desde la agencia oficial Télam, que es una verdadera cueva de ñoquis y de militantes rentados del kirchnerismo, salió un cable con la opinión del consultor Ricardo Rouvier diciendo que la fórmula que encabeza Fernández “se consolida en el territorio provincial”. Sólo basta recordar que Rouvier fue el mismo consultor que decía que Florencio Randazzo competía cabeza a cabeza con Daniel Scioli en la interna del Frente para la Victoria. Es más, hasta llegó a aventurar que “en las PASO del Frente para la Victoria gana Randazzo”. Se ve que mucho no lo escuchó la presidenta ya que, ante la eventualidad de una derrota abrupta del “hombre de la eterna sonrisa” en las primarias, lo bajó de un hondazo y optó imponerle a Carlos Zannini como vice de Daniel Scioli.
El colmo del absurdo, en lo que se refiere al uso que hace el oficialismo de los sondeos de opinión, ocurrió en las últimas PASO de Capital Federal, cuando Aníbal Fernández salió a decir, en base a bocas de urna realizadas por distintos encuestadores contratados por el gobierno (incluido la socióloga Analía del Franco), que el camporista Mariano Recalde y el resto de los candidatos del Frente para la Victoria había logrado 5 puntos de diferencia sobre el espacio ECO de Martín Lousteau y Graciela Ocaña. Sólo tuvieron que pasar algunos minutos para que el jefe de gabinete quedara en ridículo: el FpV quedó tercero e hizo la peor elección en territorio porteño de la era K.
Ahora bien, la propia presidenta hace uso y abuso de las mentiras del relato oficial que, en muchas ocasiones, también suelen adquirir formato de encuesta. Por ejemplo, desde la Casa Rosada, se intenta instalar el mito de que la primera mandataria tiene una alta imagen. Hasta difundieron un sospechoso estudio con indicadores de imagen que no resisten el menor análisis y que fue elaborado por la consultora Analogías, de Analía del Franco. Eso no es todo: según ese mismo informe de Del Franco, “la mayoría de los argentinos tiene para este año expectativas económicas positivas”. Sólo basta con recorrer algunos barrios, y hablar con los vecinos, para darse cuenta que la imagen de la presidenta poco y nada tiene que ver con lo que dice el sondeo de opinión. Y algo similar ocurre con las perspectivas económicas, cuando existe una aguda recesión, combinada con una alta inflación y una pérdida progresiva de puestos de trabajo.
Lamentablemente, para muchos de los encuestadores pagos por el gobierno y por sectores de la oposición, la realidad no es un factor a tener en cuenta en sus estudios.
Una estrategia nefasta
“Tirar encuestas arriba de la mesa para intentar posicionarse políticamente de cara a las elecciones es una estrategia nefasta que se ha instalado en la política en los últimos años. Habiendo PASO en el medio, es una estrategia de poco y corto alcance ya que las Primarias son la verdadera encuesta de lo que piensa la gente sobre la realidad política nacional. Como se vota en las PASO, se vota de forma muy similar en las elecciones generales de octubre. Eso ha pasado así históricamente. La única excepción son algunos grupos muy minoritarios que ya sea para apoyar el modelo o para apoyar a la oposición, pueden elegir una opción que no sea mucho de su gusto”, le dijo a Hoy el politólogo Orlando D’Adamo, director del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano (COPUB).
El especialista también puso el foco en los “errores” metodológicos que presentan muchas encuestas. “Acá hay un poco de todo. Por ejemplo, existen muchas encuestas telefónicas y en las zonas más populares la gente no tiene teléfono fijo.
Y se hacen algunas encuestas con celulares pero son las menos. Entonces se parte muchas veces de errores metodológicos como es no tener en cuenta a muchos sectores a la hora de hacer las encuestas. Entonces cuando hay un cierto error estadístico, hay un cierto error tendencioso”.
