Riachuelo: un espejo de la contaminación K

A siete años del fallo de la Corte, que ordenó implementar un plan de saneamiento, los especialistas aseguran que no se cumplió con nada: “Hoy está todo al libre albedrío”, aseveran. Además, la situación se agrava por el recurrente cambio de autoridades en el organismo de aplicación

¿Cuándo fue que el Riachuelo, ese río del sur de la ciudad de Buenos Aires, que atraviesa casi 80 km y 14 partidos del Conurbano, y en cuya cuenca viven alrededor de cuatro millones de personas, abandonó su bucólico paisaje, de espejada agua de finales del siglo XIX para convertirse en el lugar más contaminado del país, oloroso depósito de vertidos industriales y cloacales, potenciado por la inacción de los gobiernos? ¿Acaso ese río, que ya no refleja el rostro de quien lo mira, no corre en la misma dirección que este tiempo de decadencia en el que se ha sumergido la Argentina?

Contaminada en todas sus áreas, la presidenta Cristina Kirchner engrosa su lista de asignaturas pendientes: desde la creación de la Autoridad de la Cuenca Matanza-Riachuelo (Acumar) en 2006 y tras el fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que en 2008 -en respuesta a la conocida “Causa Mendoza”, iniciada en 2004-, intimó a la Autoridad a implementar un plan de saneamiento y a relocalizar a las familias que viven en zonas de alta contaminación, en poco y nada se ha avanzado.

En las aguas de la corrupción

“En primer lugar, el fallo fue muy desagradable para las partes denunciantes, porque las hizo responsables de las costas del juicio. Esto desanima un poco y por eso estamos pensando en llevar el caso a la Corte Internacional de Justicia”, asevera a Hoy el Director Ejecutivo de la Asociación de Abogados Ambientalistas, Dr. Mariano Aguilar, para quien la Acumar, un organismo del que participan la Nación, la provincia y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, junto con catorce municipios del Conurbano, “se ha convertido en una especie de elefante burocrático inservible, en el que la gente mira para otro lado y hace de esto una suerte de virtual corrupción. Lamentablemente, mientras no cambie esta política, la limpieza del Riachuelo tendrá que esperar”.

Para Alfredo Alberti, máximo referente de la Asociación Vecinos de La Boca, “urge establecer plazos, porque hoy está todo al libre albedrío de la Acumar. No se cumplió con nada, ni con la relocalización (se mudaron poco más de 500 familias de las 18.000 que debían instalarse en otros lugares), ni con el control de las industrias, cuyos metales pesados enferman y matan a la gente. Nadie nos dice cuándo se va a producir el saneamiento, siempre se está como comenzando, cambian las autoridades, se empieza de cero y no se avanza”, asegura a nuestro diario.

Espejitos de colores

“En todo este tiempo no ha habido saneamiento, sino limpieza superficial, para las fotos, pero en los volcados de los líquidos cloacales, de los residuos industriales, en eso estamos exactamente igual que hace una década atrás. Esto es lo grave, porque lo que enferma y mata está debajo de la línea de flotación. Lo que no se ve es lo más peligroso”, dice el representante de los vecinos de La Boca, y cita a El Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”, eso que el relato K se empeña en ocultar.

Y, junto con el letrado que los representa, los ambientalistas son contundentes. Esperan -“lo único que nos queda”, dicen- “que cambie el gobierno, que el ambiente y el derecho ambiental sean tomados en serio, que sea tema de interés para cualquier política del futuro. Porque sino, dentro de unos años no existimos más”.

Funcionarios que ensucian

Como argumentan los vecinos de La Boca, el recurrente cambio de autoridades dificulta la realización y continuidad del plan de saneamiento. Con la designación, el 19 de agosto pasado, del camporista Gerardo López Arrojo como presidente de la Acumar, el ente cambió de titularidad por quinta vez en siete años. López Arrojo reemplazó al santacruceño Marcelo Cufré y es recordado por haber tenido que devolver dos millones de pesos cuando era secretario de Obras Públicas de Lanús, por incumplir una resolución judicial que lo obligaba a construir un muro perimetral en el predio de la Asociación de Curtidores de Buenos Aires (Acuba), para reducir el vertido de residuos al Riachuelo. Pero esa pared no se hizo y en 2009 fue obligado a renunciar.

“¿Cómo podemos creer que un funcionario tan manchado pueda comprometerse con la limpieza del mismo río que, de alguna forma, ayudó a contaminar en 2009?”, coinciden los ambientalistas, y atacan al organismo que “bate récords en recambio de funcionarios”.

Además de Cufré y del flamante López Arrojo,  desde 2008 a 2013 se sucedieron los secretarios de Ambiente K, Romina Picolotti (procesada por presunta corrupción), Homero Bibiloni y Juan José Mussi. Desde entonces, la gran mancha ríoplatense se extiende, producto de la contaminación industrial y política: de la gestión Mussi, por ejemplo, se recuerdan las presuntas irregularidades del juez federal de Quilmes, Luis Armella, quien, mientras tuvo bajo su órbita el monitoreo del saneamiento del Riachuelo, habría favorecido a empresas vinculadas a familiares suyos para la contratación de obras de limpieza. En 2012 fue separado y días atrás, la Comisión de Disciplina y Acusación del Consejo de la Magistratura aprobó la apertura del procedimiento de remoción del magistrado.