Skay Beilinson: “Los Redondos son parte del pasado”

En un distendido diálogo con Hoy, el guitarrista adelanta las sensaciones de su regreso a La Plata, donde esta noche presentará La luna hueca. Alegrías; dolores; el amor de su compañera incondicional, Poli, y un nombre que no se pronuncia: Indio Solari

Ningún autor contemporáneo que se proponga escribir la historia reciente de La Plata podrá obviar el nombre de Skay Beilinson. Pilar fundamental de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, el músico tiene su lugar en el Olimpo platense desde hace tiempo, desde que a fines de los ’70 formó una de las bandas más influyentes del rock nacional, junto a la incondicional Negra Poli Castro (otrora manager de Los Redondos; hoy, su compañera) y Carlos “Indio” Solari. 

Del Indio, Beilinson ni hablará. En cambio, la que sigue a su lado es Poli, quien atiende el llamado de Hoy e inmediatamente deriva el teléfono a Skay, que a lo largo de una distendida charla, entre otras cosas, recordará anécdotas como la etimología de su sobrenombre: “Se decía que Marta Minujín me había puesto Skay –que en inglés significa cielo- por el color de mis ojos, pero no son celestes. Todo ha sido producto del porro o de las alucinaciones de Marta, en un encuentro en el que jugábamos a rebautizarnos y ella me puso Skay, pero dudo que haya sido por mis ojos”. Más adelante se pondrá tajante y aclarará por qué Los Redondos quedaron en el pasado.

Su presente es una década en solitario que lo consolida como guitarrista, y lo ratifica en su quinto álbum La luna hueca, un material con el tono críptico y mitológico de siempre, pero con giros acústicos inesperados. Con ese disco, esta noche, desde las 21, se presentará en La Plata, en un lugar especial: Atenas (Av. 13, entre 58 y 59), donde en 1989 Los Redondos se despidieron de la ciudad, en una noche agitada, con corridas y gases lacrimógenos que llevan a que Skay la recuerde como “la noche de los gases”.

¿Qué te sucede cuando volvés a La Plata?

Fue la ciudad donde pasaron las cosas más maravillosas y al mismo tiempo las más dolorosas. Fueron aquellos años, en los ’70, cuando La Plata se convirtió en un lugar siniestro, muchos amigos murieron allí y quedé un poco cruzado. Pero el año pasado fui a tocar y tuve la oportunidad de empezar a caminar, recorrer los barrios y volví a reconocer un aspecto más grato de la ciudad. Los barrios todavía mantienen un poco de humanidad.

Entre las cosas maravillosas están Los Redondos y el amor de Poli...

Lo mejor es que Los Redondos no parecía un proyecto auspicioso, casi no tenía futuro. Y muchos, con toda razón, eligieron tomar otros caminos, pero guardo un enorme cariño por ellos. De toda esa gente que conocí, de todo ese equipo de delirantes, Poli fue la única persona capaz de llevar a cabo una cosa tan brillante. Ella tiene una capacidad única, era y sigue siendo una mujer alucinante.

La luna como inspiración

El amor y la luna deben ser los tópicos más transitados a la hora de componer una obra artística. Y Beilinson lo sabe, por eso, a la hora de explicar el título de La luna hueca suele afirmar que  “la luna siempre ha sido el lugar de los poetas, de los soñadores. Entonces, la luna hueca es un lugar vacío para ser llenado con la imaginación". Y él lo llena con su mitología personal, afianzado en las guitarras acústicas, con temas tan intrigantes como La nube, el globo y el río o joyas como El sueño del jinete. 

Es un disco de 30 minutos, relativamente corto…

Yo estoy acostumbrado a la duración de un long-play; para mí es el tiempo de atención que puedo sostener. Con los discos muy largos me resulta difícil mantener la atención. Entonces, si puedo condensar todo lo que intento reflejar en un disco de diez canciones, ya está bien.

Vas a presentar La luna hueca en Atenas, en un espacio cerrado como es tu costumbre en esta etapa solista. ¿No te tientan los grandes estadios, como en la época de Los Redondos?

La gente supone que la dimensión de los estadios es la maravilla total, que es el súmmum de la experiencia de un artista. Para mí es exactamente al revés, en los lugares grandes estás más solo que un perro, hay una distancia entre vos y la gente que es insalvable. En los lugares chicos hay una cercanía que hace que el hecho artístico tenga más importancia que todos los fuegos artificiales que pueda ofrecer un estadio. Yo elijo andar en un bote pequeño, recorrer arroyos y caer a playas placenteras.

¿La única forma de volver a un estadio sería en una reunión de Los Redondos? 

Cuando un ciclo se termina, seguir remando en esa dirección es un poco necio. Los tiempos cambian, yo creo que lo más importante es lo que va a venir, no lo que ya pasó y Los Redondos son parte del pasado.

Un poco de rock platense

Skay dice que tiene “un océano de música” dentro suyo. “Lo que incorporo lo voy agregando de a poquito, pero también me permito conocer cosas nuevas. Hace poco me acercaron un disco del grupo platense Ranas Toro y me llevé una gratísima sorpresa, me gustó mucho”.

Aunque aclara: “Cada vez que quiero escuchar algo, finalmente recurro a los clásicos, que para mí son los más importantes”.

¿Cuáles son esos clásicos?

Jimi Hendrix, Jimmy Page , George Harrison y, de acá, para mí el punto cúlmine ha sido Pappo, además de otras glorias como Ricardo Mollo o Kubero Díaz. 

¿Y cuando no escuchás o componés música, qué otros consumos culturales disfrutás?

Miro poca televisión. Cine a veces. Pero me gusta caminar, leer, aunque se dice que uno está allí donde están sus pensamientos y mis pensamientos siempre están, de alguna manera, ligados a la canción que estoy por componer. La música está siempre.