Entrevista exclusiva al Padre Pepe

“El crecimiento del narcotráfico es grande y las respuestas son pobres”

En una entrevista con diario Hoy, el cura villero habló de drogas, pobreza, políticos y de su estrecha relación con el Papa 

José María Di Paola es uno de los representantes eclesiásticos más respetados de la actualidad. Conocido como el “Padre Pepe”, su lucha por la recuperación de adictos desde el corazón de las villas lo han convertido en un referente social, cuya foto es codiciada por todo el arco político.

Su nombre empezó a cobrar fuerza a fines de 2010, cuando luego de denunciar la rápida penetración del paco en los barrios debió autoexiliarse en Santiago del Estero, amenazado de muerte. Había vivido catorce años en la Villa 21.

Hoy reside en Villa La Cárcova, uno de los asentamientos más pobres del Conurbano bonaerense. Desde allí dirige El Hogar de Cristo, un programa de recuperación de adicción a las drogas que tiene réplicas en las villas de Retiro y Bajo Flores, y en otras provincias del país. En diálogo con este medio, habló de narcotráfico, pobreza, su relación con los políticos en campaña y de su cercanía con el Papa.

—Unicef alertó que la mitad de los adolescentes son pobres, ¿le sorprendieron los datos?

—Al vivir en estos barrios periféricos, para noso­tros es una realidad constante, pero es importante que la sociedad tome conciencia de que estos números son la realidad y de que es necesaria una transformación en donde todos tenemos algo que hacer. 

—¿Cómo ve las políticas llevadas adelante por este gobierno contra el narcotráfico?

—Cuando pedimos declarar la emergencia nacional en adicciones nos referíamos a la prevención y a la recuperación, porque creíamos que el fenómeno del narcotráfico había crecido en la Argentina, que había un alto consumo de sustancias, que los jóvenes y niños estaban muy comprometidos, que en los barrios más pobres se hacía muy difícil poder salir. Lo del narcotráfico es política del Estado y es imposible para nosotros tener una medición, un juicio sobre eso. Lo que podemos decir es que el crecimiento del narcotráfico y el consumo es grande y las respuestas frente a esto son pobres. Por eso creemos que la emergencia no tiene que quedar solamente en un decreto presidencial sino que los gobernadores, las legislaturas provinciales, los municipios, tienen que declararla para ponerse a tono y dar respuestas. 

—Usted dice que el tema del narcotráfico es política del Estado, ¿no le corresponde lo demás también?

—No, todo no. Yo hablo de las tres C: el club, la capilla y el colegio. Cuando esas tres instituciones funcionan bien en un barrio, se conforma una comunidad organizada que le permite a un chico crecer sanamente y tener posibilidades frente a otras ofertas que le pueden dañar la vida. Hay responsabilidad del Estado pero también de la sociedad civil. 

—De todas maneras, si hubiese una política efectiva contra el narcotráfico ustedes notarían resultados… 

—Lo importante es darse cuenta de que si hay narcotráfico hubo un montón de complicidades a través de la política, los negocios, la fragilidad de las fuerzas que deben organizarse para defender los barrios o controlar las fronteras. Combatir el narcotráfico no es ir a la guerra sino trabajar con seriedad en las funciones públicas, y eso es lo que todavía falta.

—Hace poco dijo que ahora les pide a quienes trabajan con usted en las villas que no denuncien, que eso se lo dejen a otro…

—Sí. Creo que hay roles diferentes. Por un lado está el que trabaja en el territorio y por el otro, tiene que haber otra instancia para poder decir con mucha claridad lo que está sucediendo. Cuando yo me tuve que ir de la Villa 21 había un equipo de sacerdotes muy buenos que pudieron seguir la tarea y yo me quedé tranquilo. Pero eso no pasa siempre. Cuando uno se va del barrio puede dejar a la gente bastante huérfana, porque tenés muchos vecinos que están en un proyecto, que tienen su confianza en la capilla, en los comedores, en las escuelas de oficios, donde van muchos chicos que no entraron en la droga, otros que se están recuperando, y hay que hacerse cargo de esa realidad.  

—¿Y ese otro que debe denunciar quién sería?

—Tienen que ser instancias superiores. 

—En tiempos de campaña, ¿es difícil no quedar pegado a los políticos?

—Yo recibo siempre a los candidatos o a cualquiera que tenga una función pública para explicarles los problemas de la villa, las necesidades que tenemos, cuál es, a nuestro juicio, la problemática que deberían abordar. Creo que muchos de ellos vienen también a escuchar porque los que vivimos adentro de los barrios somos una de las referencias sobre qué hacer en estos lugares. Nosotros tenemos que tener las puertas abiertas de la Iglesia y recibir a todos. El que no viene es porque no quiere. 

—Pero después de la visita de Randazzo tuvo que salir a aclarar que no apoyaba a ningún candidato en particular…

—Ahí se generó una confusión porque apareció un video en donde se daba a entender que en base al diálogo que habíamos tenido, él había tomado la decisión de asumir la candidatura. No fue así. Han venido a charlar, hemos hablado muy bien, pero se equivocaron.

—O sea que su postura es recibirlos a todos y en caso de confusión salir a aclarar

—Exacto. Algunos me reprochan “cómo te sacaste la foto con…”. No, yo no me saqué la foto con nadie. Yo tengo la Iglesia abierta y el que quiere venir viene. He recibido a todos y lo voy a seguir haciendo, porque creo que es la forma de que la Iglesia trasmita lo que viven las villas. Después, si alguien hace una utilización política de eso es problema suyo, no mío.

Mi amigo, el Papa

Cuando el Padre Pepe fue amenazado de muerte por denunciar el narcotráfico, el entonces cardenal Jorge Bergoglio le ordenó irse a otra provincia para protegerlo, y presidió la ceremonia de despedida en su honor, antes de que partiera hacia el norte. Di Paola lo ha definido como su “amigo” y “padre espiritual”. 

—¿Le molesta el uso político que se hace de la figura de Bergoglio desde que es Papa? 

—Para mí hay una lectura de la Argentina un poco equivocada. No estamos acostumbrados a “ser Papas” y esto hace que pensemos que, en cualquier cosa que hace, Bergoglio está pensando en nuestro país, mientras él en este momento tiene que pensar en los cristianos que están matando en Medio Oriente, en los problemas de paz que tienen los países en donde él ha intervenido, en cómo modificar la Iglesia para que sea más eficaz en el mundo. Yo veo que muchas veces el argentino está suponiendo cosas a partir de un saludo, un gesto, cuando en realidad es el Papa y lo es para todo el mundo, no para este país. Nos cuesta mucho y hace que le demos un lugar que no es el que ocupa; él está por encima de todas estas cosas. Y yo creo que a veces los políticos y muchos periodistas tratan de meterlo en los problemas argentinos, cuando él está en temas mucho más amplios. 

—Pero es innegable que en las fotos con la expresidenta Cristina Kirchner está sonriente y en las que aparece junto a Mauricio Macri tiene gesto de fastidio…

—Sí. Pero no es un hecho importante. Para mí lo fundamental que tiene Francisco es que tiene comunicación con todos. Y eso es lo que debe importar. No hay un hecho objetivo para decir que está a favor o en contra.

—De todas maneras, es muy llamativa su expresión cuando está con el Presidente…

—(Risas) Yo no sé qué hablará Francisco en privado con los presidentes. Macri sabrá lo que habló con el Papa.