La industria del libro en su peor momento

La crisis impacta directamente en el corazón de la cultura

La industria editorial enfrenta una fuerte caída de la producción y las ventas. Representantes del sector dialogaron con este medio y calificaron la situación como “insostenible”. Corren riesgo miles de puestos de trabajo

Tras 17 meses de Cambiemos conduciendo el país, cuesta hoy encontrar los famosos “brotes verdes”, anunciados por el Gobierno, en la economía doméstica. Así como cada vez se torna más caro comprar alimentos o se hace casi inaccesible pagar las tarifas de servicios públicos, el acceso a la cultura es otro de los aspectos que los argentinos han debido resignar.

Así lo indica la importante merma que se viene registrando tanto en la producción como en la venta de libros. En la actualidad, la industria cultural aporta alrededor del 3,7% del valor agregado total en la Argentina y, dentro de esta, el sector editorial es una de las actividades más representativas de esa cadena de valor. 

Lo que ocurre con este sector de la economía, en muchos aspectos es lo que también le ocurre a otras ramas de la industria. Lo que se ha conformado es una suerte de cóctel letal, que principalmente impacta en las pymes nacionales. El conjunto abarca: incremento del valor de los insumos, fuerte caída de la demanda e incremento de las importaciones.

En cuanto al desarrollo de la producción nacional, durante todo el año pasado se editaron en el país 62,6 millones de libros, un 25% menos que en 2015, donde se registraron 83,5 millones. Y hay que viajar en el tiempo hasta 2010 para encontrar un número tan bajo como ese.

Las cifras de la caída de la producción son acompañadas por lo divulgado por la Cámara Argentina del Libro (CAL), que detalla que durante 2016 las editoriales disminuyeron un 20% las ventas en unidades, mientras que la merma para las librerías fue de entre el 15% y el 20%.

Por otra parte, respecto al ingreso de productos desde el exterior, durante todo 2016 las importaciones, en comparación con el año anterior, subieron un 94,7 por ciento. Este aspecto afecta particularmente a las empresas del sector gráfico, las cuales, además, producen menos por la reducción en la demanda.

Una tendencia que no se revierte

En cuanto a los primeros meses de este año, los libreros aseguran que tanto la caída de la producción como de las ventas, no solo no ha sido revertida, sino que se profundizó, afectando de manera sustancial al sector de novedades.

En diálogo con este diario, el presidente de la Fundación El Libro y vicepresidente de la Cámara Argentina del Libro (CAL), Martín Gremmelspacher, manifestó que “los problemas siguen siendo parecidos a los del año pasado, especialmente para las pequeñas y medianas editoriales que lo están sufriendo mucho, ya que no han levantado las ventas ni siquiera con respecto a 2016, con lo cual están muy lejos de poder pensar alcanzar los números de 2015”.

“Claramente los servicios y los costos de producción siguen aumentando y hay un descenso muy marcado en el consumo, lo cual genera un combo explosivo, es insostenible”, aseguró Gremmelspacher.

Por su parte, Ezequiel Leder Kremer, dueño de las librerías Hernández y vicepresidente de la Cámara Argentina de Papelerías, Librerías y Afines (Capla), detalló: “Nosotros tenemos una caída de ventas que comenzó a fines de 2015 y se  profundizó durante 2016. En 2017, por momentos parece que hubiera tocado fondo, y por otros la caída continúa”. “Me parece que vivimos una etapa de retiro del Estado, y las industrias culturales son uno de los lugares en donde primero se siente”, indicó.

La Argentina tiene una gran tradición respecto a la proliferación de librerías y el desarrollo de bibliotecas populares en todo el país. Sin embargo, el contexto económico actual se ha transformado en una barerra para el sostenimiento de ese aspecto de la cultura. 

Si bien el precio promedio de un libro hoy es de $300, por esa misma tradición es posible encontrar productos de una gran variedad de autores, títulos en diversas versiones y con diversos presupuestos. No obstante, hoy gran parte de la clase media, que ha sido un motor fundamental en este desarrollo de la industria editorial, encuentra problemas para poder llegar a fin de mes y se aleja cada vez más de las puertas de las librerías.

La Feria del Libro, como punta del iceberg

La pasada Feria del Libro, que finalizó hace apenas una semana, tuvo la particularidad de poner de relieve los problemas que viene afrontando el sector editorial y gráfico en la Argentina. Y la punta del iceberg apareció el mismo día de inauguración del evento, cuando se produjo un fuerte cruce de declaraciones entre el presidente de la Fundación El Libro, Martín Gremmelspacher, encargado de realizar el discurso de apertura, y el ministro de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto.

En su mapa de situación, como virtual vocero del sector editorial, Gremmelspacher señaló que la industria está “en uno de sus momentos más delicados”, detalló que “de un año a otro, se han dejado de producir veinte millones de ejemplares”. Y le recordó al funcionario nacional que el año pasado se habían presentado los mismos problemas y en 2017 “estos se han agravado y han surgido otros nuevos”.

El ministro Avelluto prefirió no escuchar esa realidad, señalando que “la situación es difícil, pero en el último trimestre del año pasado las cosas empezaron a mejorar”. “Parafraseando a mi amiga Beatriz Sarlo, conmigo no, Martín. Este no es el peor momento de la industria editorial. Hemos pasado dictaduras e hiperinflaciones”, dijo Avelluto, en un intento de defensa de la administración macrista.

 

Problemas económicos y un Estado muy ausente

Al contexto de crisis actual que deben enfrentar los representantes del sector librero se suma la reducción de las compras gubernamentales. Fuerte reclamo por la recomposición del mercado interno

Hasta la llegada de Macri a la presidencia, existía un programa de compras masivas de libros, que acercó ejemplares de muy buena calidad a estudiantes de las escuelas públicas y bibliotecas de todo el país.

Ese programa tenía, por un lado, el objetivo de contribuir al desarrollo del hábito de la lectura y la ampliación de los límites del conocimiento, y por otro, era una fuente de ingresos para una gran cantidad de editoriales de mediana estructura. 

La Cámara Argentina del Libro (CAL) y la Cámara Argentina de Papelerías, Librerías y Afines (Capla) han solicitado al Gobierno nacional una serie de demandas, (sin respuestas hasta el momento) que apuntan a la promoción de la lectura y del libro argentino, el fortalecimiento de bibliotecas escolares y públicas, el apoyo a las librerías con la posibilidad de acceder a créditos flexibles y la promoción de las exportaciones.

No obstante, el reclamo de los representantes de esta industria va mucho más allá de la situación específica de su rubro. Desde la Capla, su vicepresidente Ezequiel Leder Kremer, sostuvo: “Lo primero que necesitamos es que se recomponga el mercado interno, porque lo que más nos está afectando es la crisis económica general”.

Además, dio una definición personal respecto del concepto de crisis: “Utilicé crisis, de alguna manera, para describir la situación como sinónimo de catástrofe o de una disrupción. Pero en realidad hay crisis cuando un gobierno intenta hacer una cosa y le sale otra por error o por omisión. Acá es como que habría determinados objetivos que se están cumpliendo y esos objetivos nos están perjudicando”.

En la misma línea, Martín Gremmelspacher, de la CAL, indicó: “El primer reclamo, que no solo lo necesita el libro, sino todos, es que se recupere la situación económica, eso es fundamental”. Además remarcó que “el Estado está comprando menos, ha dejado de comprar libros infantiles, juveniles, que venía comprando en grandes cantidades”. 

“Este gobierno no debe creer que sea un buen elemento de promoción de lectura regalarles libros a los chicos en los colegios. De hecho, el ministro de Educación, Esteban Bullrich, no lo ve necesario, desconozco cuál es la razón”, disparó.

Los trabajadores más perjudicados

Dentro de la industria editorial, quienes hoy más fuertemente están afrontando la retracción del consumo, el freno de la compra de libros por parte del Estado y el incremento de las importaciones es el sector gráfico, que redujo su producción y no tiene buenas perspectivas de futuro.

El año pasado, la importación de libros llegó a los 78,5 millones de dólares, incrementándose más del 90 por ciento respecto de 2015. A ello deben agregarse los grandes aumentos en los costos de producción, caracterizados por la suba del precio del papel y de la tinta, acompañados por los elevados servicios, principalmente de la luz. 

Hasta 2010, sobre 100 millones de dólares que se vendían en libros, se importaban 80 millones y 20 se imprimían en nuestro país. Ni bien la administración macrista arribó al gobierno, decidió dejar sin efecto las restricciones que en 2011 se habían colocado a la importación. Con esta modificación, esa ecuación se invirtió.

Ezequiel Leder Kremer, de Capla, indicó que “los imprenteros, con estas nuevas reglas del juego, están viendo como una buena parte de los libros que imprimían ellos se hacen afuera, fundamentalmente en China”.

“El Estado no solamente no participa, no impulsa, no regula, no concilia determinadas situaciones, sino que además se comporta como un dispositivo que destruye empleo cuando abre indiscriminadamente las importaciones”, manifestó Leder Kremer. 

Y agregó: “Se está hablando hasta de importar casas de China, cuando son cosas que podrían ser hechas acá. Entonces me parece que hay una matriz general que explica el comportamiento del Estado”.

Por otra parte, Juan Carlos Sacco, presidente de la Federación de Industrias Gráficas (Faiga), puso en números esta situación. “Hay una grave crisis, con 2.500 puestos de trabajo que se van a perder si esto no cambia”, aseguró.

Además, desde el sector de los gráficos advirtieron que el promedio de capacidad ociosa es del 40 por ciento y que, de no haber cambios, este año se pueden desarrollar fuertes conflictos laborales.

“Los sectores medios están golpeados”

Alcira Argumedo - (Socióloga, docente universitaria y diputada de Proyecto Sur)

Hay una cuestión cultural, con las nuevas tecnologías, los teléfonos celulares, las redes sociales, que ha generado un retroceso en la lectura, lo cual es muy preocupante. 

De alguna manera, toda una generación de personas menores de 40 años no tiene una cultura de la lectura incorporada. Es un fenómeno cultural alarmante, sobre todo por lo que estimula la lectura, que desarrolla la creatividad y la imaginación. En el caso de Cien años de soledad, por ejemplo, Gabriel García Márquez nunca quiso que se filmara porque hay tantas imágenes de Macondo y del coronel Aureliano Buendía como lectores de la novela. En cambio, si esto se volcara a una película, la imagen de Macondo sería la del director de la misma.

Hay una cuestión cultural por un lado y luego hay un factor económico. Quienes más compran libros son los sectores medios. Y ellos están, en estos momentos, golpeados, ya sea por falta de trabajo, por descenso de los ingresos o por los tarifazos, que hace que la posibilidad de la inversión en la compra de un libro sea un gasto importante. Este panorama económico y social juega en contra de la demanda y me parece que la Feria del Libro, con este bajón en las compras, da cuenta de un problema que es cultural y económico. 

Además creo que en el Gobierno nacional no hay un interés de revertir la crisis del sistema público de educación primario y secundario, son partidarios de la educación privada, es la concepción neoliberal que prima entre la mayoría de sus funcionarios.