Bavio: un pueblo de celeste y ¡Blanco!
El profe de la Selección de Sabella es nacido y residente de Bartolomé Bavio, donde conoció la pasión de correr tras la pelota. Jugó en Racing de esa localidad, y en el año ’96 jugó una final de la Liga Platense.
Son algo más de 2000 habitantes y 37 kilómetros desde la Plaza Moreno, Bavio es uno de esos lugares donde muchos desearían vivir, con una calma natural y con los abrazos en cada esquina. Lejos del bullicio, pero al mismo tiempo muy enchufados en estas horas de Mundial, ya que tendrán a un embajador, al lado del DT Sabella, está Pablito, el segundo de los tres hermanos Blanco, el preparador físico perfeccionista y a la vez un buen tipo para los grupos de futbolistas consagrados.
Cuentan en el pueblo que no le gustan las despedidas, por eso tal vez no haya nada oficial previo al Mundial. Su perfil, extremadamente bajo, no le ha cambiado nada la forma de ser.
Su padre, Héctor Raúl Blanco (82 años, hincha de Independiente) era un muy buen jugador para lo que era la Liga local, igual que los tres hermanos Blanco, “era un exquisito, un erudito del fútbol” cuenta su amigo José Luis Andrade, con quien a los 15 años debutó en Primera.
Es la única institución que hay en este pueblo donde el Profe de la Selección Mayor se pasea en bicicleta, no rechaza ninguna comida y siempre está ayudando en lo que puede, aunque prefieren no molestarlo. El tema es que Pablo lleva en las venas a ese Racing, hoy presidido por Lisandro Hourcade y anteriormente por Guillermo Bergaglio, quien le decía a diario Hoy “tiene diez años menos que yo, y es un pibe de pueblo-pueblo. Siempre fue un laburante de la profesión de él. Y en donde tiene un ratito con los amigos de toda la vida, ahí está”, incluso para ver a las infantiles en el torneo de LISFI.
Qué salud, viejo
Su papá anda bárbaro a los 82, con un secreto para la salud: “vivir en Bavio”. Héctor fue toda la vida empleado de comercio. Se casó con Marta Bobbio, también oriunda de General Mansilla (denominación oficial que tenía esa localidad hasta no hace mucho) y su gran éxito fue mantener, educar y disfrutar de tres hijos varones, “¡todos me dieron satisfacciones!, por suerte no he tenido contras”. El mayor Gustavo fue el primero en casarse y dejar atrás la casita de los viejos. Luego lo siguió Pablo, un súper familiero al que le gustar estar con sus dos hijos, Lupe, de 7, y Augusto, de 5. Y el más chico es Federico, que sigue jugando actualmente en la 1ª de Racing de Bavio y también estudia la carrera de educación física.
“En el Mundial no hay que ponerse ansiosos –analiza el jefe de los Blanco-. No entiendo mucho, pero no hay que ser ni muy optimista ni muy pesimista. Es muy difícil, porque en los mundiales son todos fuertes”.
Dos fieles amigos
José Andrade, un año menor, aseguró con el corazón en la mano: “para mí el Mundial es él. No son ni los jugadores, ni la copa. Le pido a Dios en todo momento por él”.
Claudio García fue arquero y algo “suplentón”, y emocionado nos pasa el dato: “juegan el miércoles y el sábado y después se van”. Jamás podrá olvidar aquel 2009 cuando “me pegó mucho verlo por televisión salir campeón en Estudiantes, el club del que es hincha Pablo”. El último verano fueron dos días a Mar del Plata a compartir “y nos llevó a ver el clásico de La Plata”.
Coinciden que igual con todos, desde que iba a la Escuela 16 o cuando egresó de la Agragia y viajaron a Bariloche en 1986 (año del último mundial ganado por Argentina).
Pablo es feliz y su fórmula es dar sin esperar. Tal vez eso explica su pique a la gloria. Transpiró esa celeste y blanca chacarera unos cinco años en 1ª y vistió la de Sport Club y Atlético Chascomús. Llegó a este mundo el 14 de diciembre del ’67, con la estrella de los que buscan ser triunfador, en la vida y el amor.
A los 15 en la Primera
Existieron dos torneos en los que Pablo Blanco deseaba estar, si fuera por él, todos los días. Una, la Liga Magdalenense de Deporte, donde Racing tenía duelos picantes con Unión y Fuerza, que tenía a los jugadores “superestrellas”. El otro desafío eran los históricos “Papi Fútbol de Bavio”, nocturnos, con visitas de equipos independientes de Berisso, Verónica y La Plata.
Con 15 años, en Primera, el mundo parecía a sus pies con la “9” a listones celestes y blancos. Delantero peligroso, de los que tienen buen pie.
Dos compañeros para hilvanar llegadas claras eran José Luis Andrade (amigo hasta hoy) y Javier Ordinas, el recordado “Gio”, quien falleció prematuramente.
En 1993 salieron campeones de la Magdalenense, de la mano del técnico Quique Rodríguez. Otros entrenadores que tuvo fueron “Coco” Rolleri (etapa formativa), Aníbal Alvarez (dicen en Bavio que fue el más grande de la historia) y Roberto Gianfrini (ya fallecido).
Una final de la Liga Platense
Jueves 12 de diciembre de 1996, espléndida noche, unas mil personas están desparramadas en las cabeceras y la techada del viejo estadio de 57 y 1, que le abría las puertas a la Liga Platense de Fútbol. En ese césped que todo jugador desea pisar, albergaba a los “amateur” en un tercer partido final, de una llave peleadísima: Sport Club de Magdalena y Fuerte Barragán (que “pisó fuerte y campeonó”, tal cual titulamos al día siguiente en la tapa de El Clásico). En estas movidas estuvo entreverado el actual PF de la Selección Argentina, un mundialista más de la Copa Brasil 2014. Aquí en La Plata, hace 18 años, Pablo Blanco vestía la camiseta celeste del Sport, integrando el banco de suplentes pero entrando siempre tras la orden del DT Jorge Valdéz. En esa final, iban 22’ del segundo tiempo cuando entró por Carlos Figueroa. Tenían que buscar el empate luego de que a los 18’ el Fuerte los puso nervioso con el 1-0 del goleador Luis Martín. Como particularidad, el árbitro fue Hugo Cordero.
Quizás no se recuerde tanto a Pablo como hombre del Sport, sino por sus años largos en Racing de Bavio (mismos colores de la selección), tal como aclaró su padre.
