Con la flor de Canadá y 40 años del mejor potrerito platense

Charlamos con Hugo Sueldo, el delegado de Toronto City, el club que, con esfuerzo maravilloso, continúa una tradición futbolera en la manzana de 140 y 518, Las Quintas.

Son flores, algunos como las rosas, otros como jazmines. Para los grandes, estar junto a ellos es respirar verdaderamente ante un mundo convulsionado. Toronto City cumplió los 40 años como club, aunque su primer aparición en LIFIPA fue en 1978.

El pasado domingo 25 de mayo recibieron en 518 y 140 a Estudiantes de La Plata, y aprovecharon ese preciso día del aniversario para armar una fiesta. De ello y de muchas otras cosas (incluso las dolorosas) nos habló Hugo Sueldo, que se define como “delegado”. El papá de dos niños ya crecidos. “Entré cuando empezó Simón, en la ’88, y de esa categoría ya hay quienes vienen a traer a sus hijos como Sergio Suárez y el Rulo Castro. 

-¿Qué significa ser delegado?

-El que mantiene una norma de conducta y una organización, a cargo de lo reglamentario, de la coordinación de entrenamientos, tratando de encontrar la evolución. Y que aquellas diferencias que pueden existir entre las personas, llevarlas a buen término. Teniendo conducta el delegado, todos tienen conducta.

-¿Cuál fue el mejor momento que vivió en el fútbol infantil?

-Empecé con la ’88 y la ’92, donde estaban mis hijos y hasta ahora seguimos, entretenido, pero todos los momentos son especiales. Imaginate que tenemos 80 chicos, mas todos los padres, con la ansiedad de jugar, ganes o pierdas. No pasa por salir campeón, pasa por las pequeñas cosas que son los grandes gestos de los chicos cualquier fin de semana.

Ese mal olor…

Claro que las florecillas crecen, están quienes las cuidan con esmero, pero muy lamentablemente la sociedad oscureció por completo por males que están fuera de un campo de juego. Sueldo nos cuenta todos los robos y los malabares para continuar con el fútbol infantil de Toronto.

-Si tuvieras una varita, ¿qué es lo que erradicarías?

-La violencia, eso es lo primero, dentro de la cancha y la de los predios, con los robos ya no se puede dejar nada. Yo digo que los predios tienen que ser abiertos, con alambrado a la vista, para que no se junten ahí a delinquir, y con la droga. Hubo gente que lo quiso hacer, por eso hemos cortado la libustrina.

-¿Se hace tan difícil?

-Mirá, ya nos robaron dos veces el freezer. Decidimos llevarlo de casa en casa, porque si lo dejás ahí, te rompen las paredes y el techo, la puerta ni hablar. Gracias que están los padres, que tratan de mantener y ponen dinero de su bolsillo para darle gustos a los chicos o cubrir necesidades. No existe ayuda estatal para pagar el referí  o el transporte. 

-¿Cómo se trasladan de visitante?

-Al no haber un buen transporte público, tenemos que poner un micro, 800 pesos, cuando jugamos dentro de la ciudad. Cuando vamos a Belgrano o a Brandsen, duplicá ese dinero y mas también…

-¿Y cómo recaudan?

-Trabajando, haciendo cosas, generando entradas, bingos, rifas. Teniendo una persona idónea en el control y manejo del dinero.

La 2001 que se va…

Por la cancha de estos “rojitos” del barrio Las Quintas pasaron jugadores como Ignacio Oroná o Sebastián Dubarbier, quienes alcanzaron el nivel profesional. 

“Son privilegiados, han tenido una constancia y han bancado cosas del fútbol juvenil”, recordó Hugo Sueldo. 

En Toronto, desde casi toda la vida la única actividad fue siempre el fútbol: el femenino se sumó en los últimos años.

El hombre destacó que suele dirigir a la categoría mayor, en este caso la 2001, “porque son los más difíciles de manejar, tienen un carácter distinto”. El equipo tiene a Lautaro, Rolo, Agustín (dos), Malte, Gonzalo y Emanuel. 

1978

Este fue fue el primer torneo en el que jugó Toronto en forma oficial, en LIFIPA. Actuaban: Saladero, El Rayo de 521, Ringuelet, YPF, Peñarol, Los Hornos, 25 de Mayo, Alianza, Almagro, Protto y Pomerich, Bastons Deportes, For Ever, Victoria y Toronto.

Los padres no cambian Por Tito Oreja

“Pasaron 9 años entre el último partido de mi hijo mayor y el primer partido del más chico, categoría 2004… y los padres NO CAMBIAN. Siguen pensando que sus hijos son los mejores y lo peor es que se lo hacen creer a los chicos y eso les hace mucho mal. No juegan en equipo y crean discordia, adentro de la cancha y afuera también .

Hay una violencia generalizada que antes no había, o yo no veía. Por suerte los años me asentaron y disfruto de otra manera: ver jugar a mi hijo, alentarlo y dejarlo simplemente JUGAR, que es el fin.

Aclaro por si hace falta: JUGAR, no GANAR . Estas líneas las escribo para El Clasiquito, con el corazón de padre, porque no me gusta ver salir a los chicos llorando de la cancha. Un abrazo a todos”.