La historia del chico que edifica sus sueños sobre sólidos cimientos

Tras haber debutado en el Pincha, Javier Sequeyra abrió las puertas de su casa de Berisso, en plena construcción. La historia de una familia que progresa a la par del sueño de llegar a Primera

Javier Sequeyra vivió siempre en las afueras de Berisso. Se crió en un barrio humilde, en donde el paso del asfalto apenas logró disimular las casas de chapa.

Empezó a jugar en Saladero y hasta llegó a anotarse para ser parte de las  inferiores de Villa San Carlos. Sin embargo, una tarde de abril de 2008, Gabriela (su mamá) se detuvo en un artículo del diario Hoy que le cambiaría para siempre su vida: se probaban jugadores en Estudiantes y no dudó en acusar recibo.

Tras dos horas de colectivo (eso es lo que se tarda para trasladarse en transporte público de Berisso a City Bell), Coco Sequeyra pisó por primera vez el Country. Y tras cinco años en las inferiores, el lunes le tocó debutar en la primera división.

Ayer, en la humildad de su hogar, el atacante por quien Martín Zuccarelli depositó toda su confianza, atendió a El Clásico para contar su historia de vida.

“Vi la prueba en el diario y fui a probarme”, soltó con tanta sencillez como espontaneidad.

“Yo quería que se divierta por eso no pensé en llevarlo ni a Estudiantes ni a Gimnasia”, acotó Gabriela, quien acompañó la charla con un símbolo de unión y tradición de los argentinos: el mate.

“Nosotros vivimos siempre acá y recién en diciembre empezamos a edificar”, señala Gabriela, aclarando que la construcción marcha en tiempo y forma y que no dependerá de la suerte de su hijo.

Coco, sin embargo, saca a relucir su costado más solidario con la familia: “Yo quiero colaborar, pero todavía no tengo contrato con el club. No quiero decir nada y esperamos que el club decida qué hacer”.

Repasando sus inicios en el Pincha, Sequeyra revela datos que sostienen la teoría de la perseverancia en este deporte. “Quise dejar muchas veces porque me hacían ir los sábados para hacer banco en AFA y los domingos para lo mismo en Metropolitana.

Nunca jugaba. Todos los días iba en micro y pasaba cuatro horas viajando, dos de ida y otras dos de vuelta. Llegaba a las 11 de la noche a mi casa y no jugaba”, recuerda el jugador que al igual que Gerónimo Rulli hizo sus primeros pasos en el Pincha.

En relación al cambio entre jugar en las divisiones inferiores o la Reserva, con la Primera, el juvenil de Berisso admitió que “al principio en la pretemporada notaba la diferencia. Pero ahora siento que me pude acomodar”.

En cuanto a lo ocurrido la semana pasada, cuando de buenas a primeras se encontró como titular en el equipo que entrenó pensando en el choque contra Arsenal, Coco aseguró que “cuando en la primera semana el técnico me dio la pechera y yo puse lo mejor para aprovechar la oportunidad”.

La historia de Sequeyra, narrada entre paredes de chapa y cemento, es el fiel reflejo de la vigencia del potrero. Un chico que se divertía en club de barrio como Saladero y que un abril del 2008 se fue a probar suerte en Estudiantes. Ahora, con la redonda entre patada y patada, el hombre se abre paso a puro talento, pensando en hacer realidad el sueño de la casa propia de la mano de la consolidación como futbolista profesional.

Con el respaldo de los referentes

Desde que comenzó a entrenarse con la primera división, Javier Sequeyra fue cobijado por algunos referentes del plantel de Estudiantes. La Gata Fernández, por ejemplo, fue quien le dio su bautismo de fuego en la pretemporada de verano al ser el promotor del corte de pelo que lució el jugador durante todo el verano.
Leandro Benítez, en tanto, es quien todas las mañanas (bien temprano) lo pasa a buscar en su robusta camioneta 4 por 4, que no esconde en las calles de Berisso, en donde es reconocido y respetando por los hinchas de Estudiantes y Gimnasia.
Los cimientos de su carrera, como los de su casa, están fuertes. Quedará en Sequeyra seguir adelante con la construcción de su nueva vida.