Las Malvinas, un club muy humilde que crió a muchos ases del fútbol grande
En el año ’86 se afilió a LIFIPA y en el ‘95 hizo el salto grande a la Liga Amateur, donde nunca pudo ascender. A lo largo de su corta historia (el próximo año cumplirán 30 de vida) su camiseta fue vestida por Lüguercio y el mundialista Rojo, y dos tripas: Aued y Dubarbier
AFI Las Malvinas, fundado en 1985, tiene una particular historia que merece ser contada. Pues no sólo fue el moisés futbolístico de Marcos Rojo (cuarto platense en anotar un gol en una Copa Mundial, ver página 3 de este mismo suplemento), sino que aquí también dejaron su recuerdo y la ficha de jugador infantil otros cracks de Primera: Pablo Lugüercio, Luciano Aued, y en juveniles alcanzó a vestir la auriazul Sebastián Dubarbier.
Hoy, AFI Las Malvinas juega en la “B” liguista y ocupa el anteúlmo lugar en 1a División. Pero, ¿a quién le importa ese bajón?, si hoy todos se suben arriba de la mesa para gritar por Marquitos, aquel morochito de la ’90.
El club nació en 1986, anotándose en LIFIPA. Fue un desprendimiento de Daga, y su primer campo estaba en 146 y 528, barrio Las Malvinas, por eso el nombre del club, y porque además estaba fresco en el alma el dolor por los pibes caídos en las islas. Cuentan los primeros socios fundadores que el vecino Carlos Assiu apenas se enteró que el terreno era para que jueguen los chicos, dijo: “no, no me paguen más”. Hasta que consiguieron el predio actual, que es de la institución, una manzana en 140 y 528, barrio Las Quintas.
Creció en el mágico mundo de la cancha de 7 y cientos de pibes de los barrios aledaños tuvieron sus dulces sábados con la azul y amarilla (a rayas finas, como Atlanta o Rosario Central). Más tarde, antes de los diez años, fue casi una obligación continuar con la cancha grande con el armado de una Primera, al nivel de la Liga Amateur, hecho acontecido en 1995.
Al iniciarse, don Mario Mandarino, un señor que actualmente vive y se está entusiasmando con volver a meterse con todo (por lo menos nadie le saca la máquina cortadora de pasto, uno de los trabajos indispensables) fue un motorman de la idea. Por su intermedio llegó “Pino”, que con solo nombrarlo alegra el corazón de propios y extraños: José “Pino” Pietrosimone, que llegó a los 3 meses de fundado, por su hijo Ignacio, de la ’74 (hoy jugador del Senior, con una pierna mas remendada que la de Pinocho).
Después de que en los 2000 presidiera al club Hernán Ortíz (ahora se corrió diez cuadras, siendo secretario de la Asociación Iris), “Pino” volvió a dirigir la batuta. Va a la Liga, por supuesto, donde hace 4 años atrás tuvieron la amenaza da una desafiliación: “nos iban a dar de 4 a 10 años, pero le dije a Mazzacane ‘si nos echan mínimo 4 años, no volvemos más, se nos irían todos. En una reunión con más de 30 presidentes, y nosotros con una vergüenza que no sabíamos donde meternos, deliberaron y al otro día nos dieron la buena: ‘sólo los vamos a desafiliar una temporada, que en realidad nos vino al pelo, porque no teníamos ropa, ni pelotas, nada, y nos recuperamos ese año jugando en Juveniles de LISFI (2011)”.
Las Malvinas nunca pudo ascender. “Cuando empezamos le ganamos a Alianza 3 a 1 en nuestra cancha, el año que ascendieron ellos y nunca más bajaron, pero ahora hay menos futbol, nada que ver”, reconoce Pino, que tiene a la compañera de la vida firme, Mirta. Ellos vieron partidos impresionantes, cosechando amigos cada sábado que los visitaban, y aunque el frío les pegue mal, esta pasión no puede apagarse en sus vidas. Quizás ni la muerte los pueda separar.
“¿Cúando se juega? ¿Fichaste a éste? ¿y al otro? ¿Cuándo se juega? ¿Dónde?”, las frases de los jugadores rompen el hastío del silencioso atardecer en el barrio. Hay algo más en estos días, en que se juega un Mundial y una de las figuras salió de esa canchita pelada, con el paredón donde rebotaron tantos fulbazos, con el kiosquito de los más ricos Guaymallén rellenos de membrillo, entre los mismos árboles donde se escondían peligrosamente. Pero no sólo Marquitos es orgullo por esta zona, hay otros tres futbolistas que la vistieron y la recuerdan cada con especial alabanza: Pablo Lugüercio de la ‘82, Luciano Aued de la ‘87 y Sebastián Dubarbier que jugó en la ’86 de juveniles.
El sábado, cuando hay Liga, suele verse a Rojito, mostrando sonrisas para todos los costados. Y dos días antes de irse al Mundial estuvo con su señora y su hijo, en la derrota ante Talleres, viendo a la 1ª que ahora dirige Carlitos Arias y Neco.
VER ESTE ARTICULO EN LA VERSION PDF (igual al papel en edición impresa)