Se fue el relator de los 50 años de oficio: Pablo Zaro

Simple. Unico. Arriesgado. Vivaz. Libre... como el tema de Nino Bravo que Pablo elegía para abrir sus transmisiones. El año pasado había dejado de transmitir, de subir con esos zapatos lustrados a tantas cabinas, por 47 temporadas, con el humor de toda personalidad abierta, muchas veces desafiante. Los últimos 17 años siguió a Estudiantes y Gimnasia, pero también apiló otros 17 de trabajo en Rosario siguiendo a Newell’s y Central. Y siempre estuvo junto a la Selección Argentina. Escribió para la revista El Gráfico, donde se bancó varios juicios por los chimentos que tipeaba en una página como “El hombre de la capa”.

Pablo Zaro nació el 30 de junio de 1935 y nos dejó este sábado, a los 78, cosechando amistades y dos hijos celebrados como campeonatos en el amor con Marta Apodaca: llegó María Florencia en 1969 y Pablo en 1971.

No se casó con nadie: “el fútbol es muy sucio y muy precario. Y estamos viendo un mal fútbol”, analizó en la última entrevista que dio a diario Hoy en su departamento de Avenida 44. “Uno de los cuatro negocios más fuertes del planeta es este fútbol”, el que por supuesto fue su fuente de ingreso desde aquella decisión que tomó a pesar de los deseos de su padre, que quería que siguiera la carrera de derecho.

Se inició en la redacción del desaparecido diario El Argentino. Y la noche previa al primer relato radial no pudo dormir. Fue en el estadio de Gimnasia, en 1965, tarde en la que ganó Los Andes 1 a 0, el visitante. Precisamente “el visitante” fue una marca patentada por Zaro, el primero de los relatores en adentrarse a la aventura de ir “afuera” cuando la gente el domingo se quedaba “adentro” sufriendo por los colores del corazón.

A las 5.45 del sábado pasado respiró por última vez en este juego llamado la vida. Ayer fue enterrado en el Cementerio Campanario, pero no se realizó velatorio.

Luego de un padecimiento de tres semanas a raíz de una pulmonía, su espíritu se desprendió de ese cuerpo que tantos abrazos estrechó en las canchas argentinas. Y partió, en otra dirección, como lo hacía de repente para estar siempre en cualquier parte. En los últimos tiempos, a pesar de la veteranía y los achaques de la salud, no se quedaba quieto jamás, visitaba a los amigos, viajaba a Capital, compartía algún asado en Parque Sicardi con su querido Pablo Maximiliano, otro Zaro que también hace radio pero con una idea distinta: rescatar a las personas que perdieron el rumbo por las adicciones.

HOLA, VICTOR HUGO…

Zaro fue el que recibió la orden de “probar” a Vïctor Hugo Morales antes de que decidan contratarlo de este lado del charco. “Héctor Ricardo García, el dueño de Crónica y de Colonia, me decía ‘tengo un relator mejor que vos’. Lo tengo al pibe en radio Colonia, tenés que escucharlo, hace los bailables y tiene una voz bárbara’”. Zaro lo escuchó y le respondió a García: “sí, tiene buena voz, pero ahora hay que escucharlo en fútbol”. Lo escuchó en Colonia: “Y sí, hay que darle una medida para que pare y entre el locutor con la publicidad, porque hace todo de corrido”. García le pidió que empiece a llevarlo a los partidos de Libertadores, donde tenía como comentaristas a Dante Panzeri y a Enzo Ardigó. Así se armó un equipo para dividirle la audiencia a José María Muñoz.

ZARO PARA EL MUNDO

Su primer Copa del Mundo fue Alemania ’74, donde le tocó un comentarista debutante: Fernando Niembro. Y en el Mundial  de México ’86 tuvo que esforzar la garganta para repartirse los 41 partidos junto al uruguayo Víctor Hugo Morales, para radio Argentina.

Gritó en vivo el primer título de la vida de los Pincharratas (Metro ’67) y por su amistad con Osvaldo Zubeldía compartió a posteriori una gira por España con el plantel campeón. Previamente, había relatado los tres partidos que consagraron a Racing Club de Avellaneda campeón intercontinental (transmitió incuso en Escocia).
Siguiendo con festejos de leyenda, el primer título de Vélez lo encontró haciendo “la campaña” con Carlos Panizari. Mas tarde, aparece otro pichón de periodista que acompañó a Zaro por las canchas de Primera B: Marcelo Araujo.

Los tres éxitos continentales de Estudiantes los narró por LR9 y LR6, junto a Julio Ricardo y a Miguel Angel Santa María. También con Julio Ricardo, mas Víctor Francis, fue correlator de Argentina ’78 para radio Splendid y una cadena de 55 emisoras.

Su padre, el abogado Angel Pablo Zaro, fue presidente de Gimnasia, casado con Dora Cucolo.  Pero en su grupo familiar se debe incluir a otro grande de los micrófonos: ¿Quién? “Yiyo” Arangio, ¿por qué? Porque su único hijo varón se casó con la hija del relator marplatense. Fue ese mismo hijo que lo acompañaba en las cabinas, el que constantemente estuvo al lado de él, al menos en los ratitos de media hora que lo dejaban ingresar a la sala de terapia en el Instituto Médico Platense, donde pasó sus últimas horas.

Pero como decía Pablito, un creyente entregado al mensaje del Evangelio, “lo último que viví con él fue un asado que no iba a ser con él, pero todo hizo que faltaran los visitantes y viniera mi viejo. Sentí que era el último asado en su presencia”.

Emocionado, en aquella entrevista con diario Hoy de noviembre de 2011, el memorable relator reconoció que “un milagro de Dios obró en la vida de mi hijo y hoy la gente se puede enterar de la forma que salió de las tinieblas”. Y así de alguna manera se perpetúa el carisma del hombre de los goles, pero con un amplio sentido espiritual, porque Pablo Zaro sigue frente a los micrófonos (cada jueves a las 18 horas en la 104.9, www.unoenelsenor.com.ar), donde nos cuenta con emoción cómo se ganan otra clase de partidos difíciles...