Una charla con "Puchi" Mendoza, seleccionador de cracks y entrañable hombre del riñón Pincha

Se prende el grabador pero Don Oscar sigue hablando igual. Su misión en la vida –nació el 3 de abril de 1948- pareciera que es “sembrar” enseñanzas en el fútbol, si es de entrañas amateur, para él es mucho mejor. A la misma hora en que se desarrollaba la nota en diario Hoy (de su nativa ciudad de las diagonales) el ahora domiciliado en Mar del Plata de alguna manera tenía una parte suya en Mendoza, donde se inauguraba un nuevo torneo de Primera División: su único hijo varón, Gastón Mendoza, lleva la preparación física de Godoy Cruz en el CT de Martín Palermo y Roberto Abbondanzieri. “¿¡No me digas, ya dos a cero con Quilmes!?”.

Además, ese mismo día lo esperaban para cenar muchachos de la etapa como formador en Defensores de Cambaceres, en la casa de Germán Mestre, uno de aquellos purretes de la categoría ’73 “ya hombres de cuarenta y que se siguen acordándose de uno”.

Oscar Adolfo Mendoza nació en un pueblito, José María Blanco, en el partido de Pellegrini (“de donde salió El Pampa Gambier”, acota). Pero su barrio de aventuras fue 41 y 137, a dos cuadras de la Escuela de Cadetes, a baldosas de la famosa Vaca Echada, vecino de otro futbolero insigne, Ruben “Pelusa” Bedogni, y por si al GPS le hiciera falta algo más, por allí tuvo su cancha El Porvenir Platense.

Cuando llegó a la ciudad, aún repleta de campitos, su adoración por la pelota le permitió construir una identidad de “número 4”, que un día supo valorar Estudiantes, donde asomó hasta Tercera. “Quería ser como Manera”. Al quedar libre lo recibió Villa San Carlos, en 1969, recién afiliado a AFA, donde se quedó dos años. Después, Tandil, siete temporadas con la camiseta aurinegra de Santamarina, donde sentó las bases para toda una vida. “El último torneo que jugué fue en 1980, para Gimnasia de Tandil, que había traído a estos nenes: Bambi Flores, Malbernat, Pachamé”.

“Siempre armando, para ir dejando…”, un eslogan permanente de Oscar Mendoza, el querido “Puchi”.

-¿Qué cosa especial tenía con sus chicos?
-Mucho tacto, a pesar de ser recto y serio. Pero no parecía un reto, por algo hoy voy a un asado llamado por esos jugadores hoy padres de familia. Quiere decir que algo dejé.
-¿Era  mucha discipina?
-Sí, mucha disciplina, y aunque podía parecer algo chocante, les pedía eso porque los beneficiados iban a ser ellos. Compañerismo, respeto, esto intenté siempre, no había mala palabra, no había peleas, lo busqué en todos lados, desde la escuelita.
-¿Y si pasaba algo…?
-Le buscábamos la vuelta, no aislarlo al pibe, nunca, al contrario. He llegado a clubes y me han dicho ‘ese es la manzana podrida’, es bueno que me lo hayan dicho, porque hasta le he dado la capitanía al que me marcaban así, le buscaba responsabilidades. Y han cambiado un montón. No es fácil el fútbol infantil. Cuando arrancamos no había docentes, solamente era gente honesta, con ganas, padres que dejaban el taller mecánico o el empleo y se ponían. Había mucho amor y respeto, y el hecho de juntar 15 chicos era muy importante para la gente. Soy un agradecido porque he vivido del fútbol y le agradezco a esa gente. Hoy hay que prepararlo al chico para muchas cosas, hay que hablarles de otra manera. Antes se sacaban el guardapolvo y se iban al campito.

Además de Gastón, nacido en 1973, una hija llegó en 1974, Valeria. Entre los dos, florecieron cinco nietos.
Aún le tiene ganas al buzo de DT, si sale un equipo del Argentino A o del Argentino B, pero “no para perder tiempo”, y no lo dice por lo económico, “soy jubilado de gobierno, tengo mi casa, estoy tranquilo… no necesito para comer. Es mi vida el fútbol. Hubo equipos, como Berazategui, donde me fui quedando porque me gustó la gente, el trato, me daban un cheque y cuando llegaba la fecha me venían de frente ‘Puchi, no lo presentés, no tenemos  fondo, me lo cambiaban, hacían esfuerzos de esos que no tienen precio”.

En la búsqueda del trabajo que es “salud”, nos dejó una de esas carpetas, el currículum, donde no queda nada en el tintero. Su trayectoria, por años: 1974-78 EdeLP (inferiores); 1983 ELP infantil; 1985 Camba (inferiores); ELP 1986 Inf, 1987-89 Camba (inferiores y Primera); 90-93 Berazategui; 95-96 Chacarita (Primera con Roberto Zapata); 1997 Racing de Montevideo (“me lleva Daniel Lalín, hice todo un Clausura y no me dejaban venir, siempre muestro la carta que me mandó la CD para que me quede); 1998 Racing de Avellaneda (el mismo Lalín le pidió el trabajo en juveniles);2001-02 Grupo Universitario de Tandil; 2003 Racing de Montevideo; 2004 Alianza de Montevideo, 2005 Grupo Universitario de Tandil, 2005-06 Alvarado de Mar del Plata (Argentino B), 07/08/09 Proyecto privado con el “Gato” Magdalena, seleccionando talentos; 2010 Talleres de Mar del Plata (club que saca campeón de la Liga luego de 60 años, en sus primeros seis meses) y donde permaneció hasta fines de 2012.

Por supuesto, los primeros pasos fueron con los pibes de ligas infantiles. Tuvo la dicha de salir a un campo de juego con CIAF (Centro Infantil de Actividades Futbolísticas), un club que fundó el "Negro" Manuel Miranda, ex gloria gimnasista. “Puchi” llegó en 1987, “hasta que me independicé y armé EFI (Escuela de Fútbol Integral) en 1988”.

UN POCO DE VERON…
Estudiantes, donde había jugado, le dio la posibilidad de ser entrenador formativo. Empezó con la ‘70, la de Capria y Calderón, con quien lo une una historia muy particular.
“Después de la ’70 me tocó armar la ’74, que tenía a Sebastián Verón. “Yo lo saqué de la ‘75 para la ’74. Un equipo que disfruté tanto. Salía jugando desde el fondo con Rodrigo Giambruno (se lo habíamos sacado a Gimnasia). Estaba Gastoncito Gialonardo, ¡qué jugador el enano!, lo tiraba de 9 y me decían que estaba loco, pero sabés como jugaba. Sebastián de 8, yo sabía que iba a ser volante. También estaba Alejandro Saggese, hoy el entrenador de la 9na; Matías Arrúa, hoy profe de educación física; Sebastián Massa. Y Martín Mazzuco, al que le ‘robé’ a Gimnasia igual que a Lagrottería”, se permitió el término Mendoza.

“En un clásico, en cancha de once, infantiles de AFA, habíamos ganado muy bien. Le hacíamos 6 o 7 goles a cualquiera en AFA, preguntale a los de esa camada. Para Gimnasia habían jugado Mazzuco, Giambruno y Lagrottería. El padre de Martín me felicita, ya que nos conocíamos de jugar en torneos de La Plata. “Me encanta Martín”, le dije. “¿Te encanta? A él le encanta Estudiantes y que lo dirijas vos”. Bueno, traemeló. Con esas palabras y una sonrisa pícara narró cómo cambió el destino de un jugador que allá por 1995 debutó en Primera.

Puchi recuerda que aquella ‘74 del Pincha iba a entrenar a la escuelita de CIAF, en 35 entre 23 y 24, donde hoy existe un natatorio.

“Sebastián salía de la escuela y se quedaba en 57 y 1 a esperar al padre que terminara de dirigir. Entonces, se metía en el frontón, ¿te acordás, del lado del bosque?, ahí meta darle a la pelota, en la jaula, con derecha, con izquierda, dos horas. Ya Ramón Mansilla tenía que apagar la luz y no le quería decir nada a Seba, que se enojaba si le apagan la luz. ‘Andá a apagarla vos, que no te dice nada, Puchi’ me decía Mansilla. Mientras se bañaba Juan Ramón Verón él seguía ahí, pegándole. Me sirvió como ejemplo, ahora que todo el mundo se llena la boca ‘cómo le pega Verón’. Lucho hoy para que los pibes cuando terminan las prácticas aunque sea junten las pecheras, hay que mostrarles que el utilero es un compañero más. No puede ser que en donde terminaste la práctica, ahí tiraste la pechera… Parece mentira, pero pasa”.

… Y OTRO POCO DE CALDERÓN
“A Caldera lo traje a la sexta división, a la categoría ’70 donde estaban los Capria. Lo fui a buscar a la casa, me enteré que había quedado libre de Gimnasia”, empieza diciendo el entrenador de más tres décadas en el ambiente.

“Primero lo llevo a Cambaceres y no alcanza a firmar, era mediados de año y no había fichaje. Por entonces, Cacho Malbernat me trae a las inferiores de Estudiantes y me da la sexta. O sea que mientras Calderón entrenaba conmigo en Camba, un día lo convenzo para que venga a Estudiantes”.

¿Y cómo sigue la historia? Muy paradójica, por cierto: “Tuve un año solo en Estudiantes, porque Cacho hizo un interinato en Primera siendo el coordinador del fútbol amateur. Al irle mal, se va, y yo me voy porque me había traído él. Así fue que vuelvo a Camba (88-89) y cuando me voy yo ¿qué pasa con Calderón? ¡lo dejan libre!”.

Pero el DT se lo trae otra vez a Ensenada, donde hizo Quinta, Tercera y explotó finalmente en Primera C. A raíz de la gran cantidad de goles, el cuento termina en la compra por parte de los Pincharratas con 70 mil dólares por medio, con la esperanza de salvarse de un descenso.

QUE TIEMPOS AQUELLOS... Y ESTOS...
Comparado con el fútbol actual, aquel de las Divisiones Juveniles no abundaba en materiales, pero sí en calidez humana. “Hoy ves que un profe se va con 20 pelotas para allá, otro con 20 pelotas para allá, a nosotros, si la Cuarta se llevaba seis pelotas, nos tocaba dividirnos las otras seis que quedaban”.

Mendoza rescató otro ejemplo, como el de Miguel Ubaldo Ignomiriello, que hoy continúa otorgándole su sabiduría al club. “¡Que lúcido que está, es un adelantado. Tuve la suerte de vivir en Uruguay y allá te puedo asegurar que es Dios”.

Oscar Mendoza fue dirigido por Ignomiriello en una clase ’48, que según aclara “era una Quinta que Mata”, que la armó Don Miguel y la siguió Juan Eulogio Urriolabeitia.

“Yo venía detrás de Manera, de Fucenecco. Quería llegar, ser un Manera. Uno quería perfeccionarse. Hablaba con Eduardo, él me deba manija ‘vos sos mi sustituto’”, se caen los recuerdos y se ponen colorados los cachetes de Puchi.

En estos días que visitó el Country se encontró con otro personaje de aquel fútbol infantil de los años ‘80: “Omar Bermudes, un gran amigo. Dirigía a C.C. Tolosano, con Lito Musaubach. Hoy me decía Marcelo Zurzolo ‘yo era un pibe, pero tenía para ver dos espejos, Musaubach por un lado y Puchi Mendoza por el otro… ¡Y usted Mendoza metía miedo!’ me dijo”.

El anecdotario jugoso cuenta con una perla más, como para ir despidiéndose de esta entrañable figura de las canchas más recónditas del país. Habló de otra camada de muchachos al que les hizo “puente” para pasar de Berazategui a San Carlos, integrándose al plantel “Villero” que campeonó con Daniel Marchioni en el ’92-93: el Loco Ferreyra, el Caño Resiga, más tarde el Parche Ceballos, el Lombris Posada… Y un negrito de rulos, Gabriel Bordón, que en la final con Acassuso terminó haciendo un gol en el estadio de Independiente. “Gabrielito, cuando se le caían los mocos, venía con el guardapolvo a jugar a CIAF… ahora ya grande nos reencontramos en Mar del Plata y lo que nos hemos divertido”.