A 40 años de Yendo de la cama al living
Con aquel disco, Charly García se asumió definitivamente como solista. Un cachetazo moderno al rock argentino con los ecos de la Guerra de Malvinas encima.
La década del 80, en lo que refiere al rock argentino, no empieza, justamente, en 1980. Más bien dos años después: en octubre de 1982 con la edición de Yendo de la cama al living, primer disco solista de Charly García, que para ese entonces tenía 30 años. Y no solo eso: el primer chasquido moderno en el rock son esos ocho segundos iniciales de la canción que da título al disco. Esos ocho segundos de bostezo, de sonido gutural, de eructo seguido del ya clásico beat de batería que dura todo el tema. Es asfixiante, es enloquecedor: es hermoso. Listo, ya está: de aquí para adelante nada en la música argentina será igual.
Con aquel disco –en realidad fue un lanzamiento doble junto con el álbum Pubis angelical, banda de sonido de la película del mismo nombre dirigida por Raúl de la Torre, basada en la novela homónima del escritor Manuel Puig- Charly se presentaba como solista por primera vez. Y lo hacía justo después de Serú Girán, el supergrupo considerado “los Beatles” argentinos. Junto con Pedro Aznar, David Lebón y Oscar Moro habían editado cuatro discos de estudio: Serú Girán (1978), La grasa de las capitales (1979), Bicicleta (1980) y Peperina (1981).
El disco puede entenderse casi como la contracara a su anterior aventura colectiva, porque aquí el sonido, la canción, la búsqueda es otra. De las estructuras complejas y las polirritmias, del tono barroco y súper cargado de aquellas músicas a estas de Yendo de la cama al living: una síntesis, una paleta de sonidos electrónicos. Sí, ese que caracterizó el sonido de aquella década.
Vale retomar una anécdota que es bastante conocida. Según contó el propio García, en aquella época su hijo Miguel siempre rebobinaba la cinta cuando escuchaba alguna canción de Serú. El padre le preguntó por qué hacía eso y el niño le respondió que era porque el tema cambiaba mucho de ritmo.
Además de la canción homónima, el trabajo se completa con Súperhéroes, No bombardeen Buenos Aires, Vos también estabas verde, Yo no quiero volverme tan loco, Canción de 2x3, Peluca telefónica e Inconsciente colectivo. Un disco breve, justo, perfecto.
Para ubicar el contexto: hacia 1982 ya se vislumbraba que le quedaban pocos años a la dictadura cívicomilitar. De hecho, terminó el año siguiente: la Guerra de Malvinas fue la última herida sangrante. García mismo contó que compuso gran parte del disco en medio de la paranoia de esos días y que apenas iba al bar que estaba al lado del departamento a comer un sándwich y allí veía lo que mostraba la televisión del lugar. Pero pensar que García no estaba al tanto de lo que sucedía es un grosero error. Es sabido que su cabeza es también una antena y todo ese contexto está puesto en el disco. Vale pensar, si no, en No bombardeen Buenos Aires y todo lo que dice el músico allí. Es una canción desesperante e irónica a la vez. Que se podía -se puede- bailar. Eso es García. En la canción hay referencias a la afición de Galtieri por el alcohol, a la BBC, a Margaret Thatcher, a la banda inglesa The Clash, a las marchas de aquellos años, a poder comerse un bife y sentirse bien. Tal como lo dice el periodista Martín Zariello en su libro No bombardeen Barrio Norte, esa canción “es algo así como una ráfaga de lucidez, de asombrosa lucidez desde la mente de un paranoico en estado de shock”.
Pero a no confundirse: Yendo de la cama al living no es un disco sobre la Guerra de Malvinas. De algún modo el disco vuelve canción esa transición: desde la Dictadura hacia la apertura democrática con la guerra de fondo. La canción Yo no quiero volverme tan loco tiene el mismo tenor. Comienza con Charly repitiendo con su ironía característica: “¿Este es el rock? Si esto no es el rock, ¿el rock dónde está?”. La canción es un guiño generacional con un destinatario claro: “Yo no quiero meterme en problemas, yo no quiero asuntos que queman, yo tan solo les digo que es un bajón/Yo no quiero sembrar la anarquía, yo no quiero vivir como digan, tengo algo que darte en mi corazón”. En Superhéroes, por ejemplo, cantaba: “No pasa nada, nadie pasa, solo una banda militar/ Desafinando el tiempo y el compás”.
García grabó todos los instrumentos él mismo, es un disco totalmente solista. Lo hizo así, al modo de su adoradísimo Prince. Cuenta apenas con la colaboración de Willy Iturri en algunas baterías y con invitados estelares: Luis Alberto Spinetta, León Gieco, Nito Mestre y Pedro Aznar. Así, el álbum también es inaugural en ese sentido: fue la primera vez que se daban ese tipo de colaboraciones. De algún modo Charly siempre presagiaba en sus discos algo de lo que podía llegar a sonar en un futuro. Así fue con el último de Sui Generis, luego vendría la aventura progresiva de La Máquina de Hacer Pájaros. Y lo mismo con Peperina y su primer disco solista.
El periodista Roque Di Pietro, quien escribió los que tal vez sean los mejores libros que abordan la obra de García (Esta noche toca Charly Vol. I y II), expresó: “El disco condensa la obra de Charly en sus grupos, resume su obra anterior de diez años. Peperina, el último disco de estudio de Serú, anuncia esa música en la canción Llorando en el espejo. Ese tema tiene el mismo ritmo que Yendo de la cama al living. Un minimalismo rítmico que no tiene nada que ver con La grasa de las capitales, por ejemplo. En Peperina, Charly empieza a vislumbrar el lenguaje de los ‘80 y Yendo de la cama al living es una transición todavía. Es el líder de Serú transformándose”.
El disco cierra con Inconsciente colectivo, canción que traía ya de la época de Serú. Casi al instante, esa canción se transformó en himno, en clásico generacional. Es una tonada que está en conexión con, por ejemplo, Himno de mi corazón, de Los Abuelos de la Nada. Tiene ese pulso. A esta altura ya no son canciones, son parte del aire que respiramos día a día.
En una entrevista a esta altura antológica de García junto con Claudio Kleiman, en la Expreso Imaginario nro. 76, de noviembre de 1982 el músico decía esto: “Eso es lo mío, cada vez me doy más cuenta: la libertad total en la música. Música que dé mambo. En realidad lo que estoy tratando de hacer ahora es eso. Que la gente vaya a un concierto y sienta como si tomara drogas, o algo así. Que te altere la percepción del espacio y del tiempo, todas esas boludeces hippies pero en un contexto moderno, sin drogas (...) El otro día estaba escuchando el disco con auriculares y en un momento sentí como que estaba en medio de un sueño, que me gustaba sin saber muy bien por qué. Eso es lo que quiero: descaretizar, hacer una música descaretizante. Que se pueda bailar, que te de ganas de estar con mujeres, de correr, de hacer cosas raras”.
Con Yendo de la cama al living García toma por asalto al parnaso de los solistas del rock argentino y allí se queda para siempre. Un ingreso triunfal, irónico, denso, bailable, melancólico a la década del 80 en la música argentina, con la Dictadura en retirada. Como dicen algunos: Charly es nuestra mamá. Un artista en un estado de gracia total, en conexión con el cosmos y con su lugar: en 1982 grabó este disco, en 1983 Clics modernos y en 1984 Piano bar. Así, puso a bailar a toda una generación, pero esa ya es otra historia. Say no more.