Adriana Salgueiro, única e irrepetible

Inició su extensa trayectoria sobre las pasarelas. Tiempo después, ganó un concurso que cambiaría su vida y la llevaría a los escenarios teatrales

A mediados de los años 60, adolescente y dueña de una escultural figura, inició su camino por las pasarelas. Fue aclamada como también reconocida por su belleza, logrando un éxito certero gracias a su imagen. En ese entonces, Adriana Salgueiro figuraba en las portadas de las revistas de moda con mayor circulación en Argentina. 

Sus ojos claros supieron derretir a más de un ser humano, incluyendo al jurado de Miss Argentina 1976. Este triunfo le permitió alcanzar la fama necesaria para trascender en el medio artístico. El certamen de belleza fue el disparador necesario para incursionar en producciones televisivas, teatrales y cinematográficas junto a grandes del humor como Alberto Olmedo, Jorge Porcel, Juan Carlos Altavista, Javier Portales, Guillermo Francella, Nito Artaza y Moria Casán, entre otros.

Durante una entrevista íntima con este medio, la actriz habló sobre la inserción en el medio artístico y la actualidad laboral.

—¿Alguna vez te interesaste por la moda o fue un camino casual en tu vida?

—Desde chica era modelo, pero jamás me interesó esta carrera. Un día me propusieron ser parte de un certamen, acepté, me presenté y lo gané. Esto me fue abriendo otras puertas e invitaciones. Fueron momentos importantes y hermosos de mi vida. Los recuerdo con mucho cariño. Mientras desfilaba, estaba terminando la secundaria, y mi objetivo para después era ser médica. Quería formarme para cuidar a la gente. Hasta el día de hoy me gusta la medicina, quizás en otra vida fui médica. Luego de los años caminados en la pasarela, surgió la posibilidad de hacer una sesión de fotografías para las revistas Gente y Radiolandia 2000. Ese fue mi puntapié inicial para comenzar, de forma paulatina, con los comerciales publicitarios y con los roles en la televisión.

—¿Qué es lo que más te gusta de la actuación? ¿Te cuesta desprenderte de los personajes?

—Lo que más disfruto es la comedia. Me encanta hacer sonreír al público como también me gusta reír. Tengo una fuerte adicción a la risa de la gente. Creo que es por eso que no me ofrecen propuestas dramáticas, tampoco sé si las podría hacer. De igual forma, fui feliz y no me quedé atada a nada. Esto vale para los trabajos y  las obras, pero también para las personas, los desamores y los malos ratos vividos. A la hora de componer roles, los personajes siempre tienen algo de uno mismo, alguna característica de la personalidad íntima.

—¿Cuál es tu mirada de la televisión actual? ¿Participarías del Bailando?

—En un inicio me costó entender los códigos que se manejan en la actualidad; es un juego que no sé jugar. No me divierte y no puedo sostenerlo. Considero que soy una persona corriente y, si tengo problemas con alguien, los soluciono en el ámbito privado. He tenido diferencias con colegas y los resolví en la intimidad. No acostumbro a involucrarme en peleas mediáticas. Siempre elegí el perfil bajo. No sé si podría formar parte del Bailando como bailarina, tampoco como jurado. Para integrar estos éxitos televisivos tenés que construir un personaje que rinda: si no generás rating ni das que hablar, no servís. Hay intereses, acuerdos y negocios que se priorizan por encima del talento o de las capacidades que uno tenga. El arte tiene menos difusión, y lo que se visibiliza tiene que ver con lo mediático. Para llevarlo a cabo y ponerlo en escena tenés que tener cierto talento. Sin ese carisma, esa chispa, no lográs estar en la cresta de la ola. Una vez que lo entendí, comencé a tener una mirada y una actitud mucho más fría. En el caso de las polémicas y los absurdos, puedo decir que, sin desmerecer a nadie, le están dando al negocio lo que este necesita.

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