Entrevista exclusiva

Cintia Rogovsky: “Yegua, de alguna manera, representa lo salvaje”

Durante una charla con este multimedio, la autora presentó su libro de narrativas breves.

Bjo la edición de Cuero y la organización de Pez Negro, Cintia Ro­govsky presenta Yegua, un libro de narrativas breves.

En diálogo con diario Hoy, la autora reveló los detalles de la obra que dará a ­conocer este jueves a las 20 en La Bicicletería, en 117 y 40.

—¿Qué características tiene esta narrativa?

—No lo sé, quizás los lectores lo sepan mejor. Lo que me animo a decir es que son relatos cortos, algunos muy dialogados, otros en primera persona, que cuentan historias de amor, de desamor (que es algo parecido), de desencuentros. Me gustaría que apareciera en esta narrativa algún rasgo humorístico, pero soy un “alma rusa”, creo que no me sale bien. En fin, son narraciones sobre algunas de las múltiples formas en que las mujeres, las personas en general quizá, nos conectamos con el deseo del otro y el propio, algunos mundos que se nos presentan cargados de suspicacias.

—¿Qué hilo conductor subyace entre los relatos?

—Tal vez el paso del tiempo, la memoria cuando se torna evocativa de amores pasados, lo que creemos olvidado y retorna. Son relatos, como decía, que tematizan las ­distintas maneras en que las mujeres y las personas en general entramos en contacto con el deseo del otro y propio, el sexo, el amor, el prestigio, la crueldad; espacios que habitamos cargados de prejuicios, de violencias, de machismo.

—¿Alguno es tu preferido? ¿Por qué?

—Sí, El baño de la muchacha. Porque intenté que fuera un relato atemporal, donde hay palabras y formas de nombrar (personas, perfumes, vestimentas, olores, arquitectura) que pueden pertenecer a distintos mundos culturales y épocas. Pero al mismo tiempo, lo escribí pensando en Susana Trimarco, en las Madres, en algunas amigas, mujeres concretas que hacen de la maternidad, del dolor, una forma política del amor, una forma de resistencia, de defensa del deseo de vivir y de cuidar a las hijas, los hijos; y de la dignidad de la lucha por defender a quienes amamos, a quienes nos sustrae la violencia, la injusticia, la enfermedad, las mil derrotas. Se ha leído un par de veces en público y me ha impactado lo que me dicen luego quienes lo escuchan. Parece un cuento que no se completa hasta que no se lee con otros, de algún modo. Lo siento al mismo tiempo mío y ajeno, por eso lo dediqué en el libro.

“El refugio de esa libertad para crear”

—¿A qué se debe su título?

—Bueno, lo conversamos bastante lo del título, fue una buena sugerencia de los editores. No soy buena con los títulos, pero uno de los cuentos se llama La yegua. La editorial es Cuero. Y pertenezco a un movimiento político, a una tradición latinoamericana de mujeres feministas (en mi caso, además, peronista) que hemos tomado el buen hábito de convertir las estigmatizaciones y las descalificaciones en reivindicaciones. Y además del cuento y el nombre de la editorial, la figura de Cristina, descalificada como “yegua” (como equivalencia de puta, de brava, de salvaje, brutal, etc.), se ha convertido para muchas de nosotras en un potente significante, una forma del decir coloquial que circula por ahí. Yegua, de alguna manera, representa lo salvaje, lo que puede ser domesticado por la fuerza, pero siempre conserva algún grado de libertad, de independencia, de voluntad, de rebeldía. La escritura es un poco eso para mí: el refugio de esa libertad para crear, para pensar, para decir, aun a riesgo de salirse del canon de lo correcto o precisamente por eso.

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