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Ernesto Fontán, tras la solidaridad cubana

El novel realizador nos acerca una historia de cooperación, resiliencia y pasión poco conocida aun hasta por los más experimentados.

Tarará, la ópera prima de Ernesto Fontán, analiza la colaboración del gobierno cubano para con el pueblo ucraniano al recibir a niños y niñas que padecieron consecuencias directas de la explosión de Chernóbil.

—¿Cómo llegás a la historia y a la conexión entre Cuba, Chernóbil, Tarará?

—Desde que nací estoy vinculado a la Revolu­ción porque mis padres me pusieron Ernesto por el Che Guevara. Ya nací en una familia muy politizada, militante. Me considero un realizador político y comencé a militar en un espacio multisectorial y multipartidario de la fraternidad argentino cubana, FAC, y estoy más involucrado en lo audiovisual con propuestas que reflejen las luchas de los pueblos de nuestra América. La historia de Tarará llega porque Silvio Rodríguez vino a Argentina y lo convocamos para un recital que organizábamos en el espacio, dijo que sí, vinieron más de 100.000 personas, y yo registré todo, un minidocumental. Paola Gallo Peláez, la directora del espacio, nos dijo que teníamos que hacer alguna propuesta que reflejara la solidaridad de Cuba con otros pueblos, y se venía el 60° aniversario de la Revolución Cubana, quedaban dos meses y en ese poco tiempo que tuvimos para imaginar el proyecto nos hablaron de Tarará, no habíamos escuchado nunca nada antes sobre el tema.

—¿Es un tópico que no se conoce en el ambiente militante?

—No, nadie lo conocía, ni siquiera gente muy empapada en temas asociados a Cuba, y ahí nos metimos de lleno a buscar materiales de archivo, pero no había mucho, porque además la política de Estado de Cuba, siempre es ayudar sin publicitar, por lo que nos costó conseguir el material y así contactamos a gente de allá para tener más información. Después hablamos el viaje y fuimos ocho a seguir con el proyecto en Cuba.

—¿Tuvo para vos otro sentido el estar ahí en ese momento?

—Sí, y además fue maravilloso que se conjugara todo ahí, y más siendo mi ópera prima.

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MOACIR Y YO

En una nueva entrega de la saga Moacir iniciada en 2012, Tomás Lipgot bucea en su propia experiencia con el personaje que supo registrar magistralmente en sus películas.

Este, sin imaginarlo, terminó por salvarlo de su propia existencia aun tras su fallecimiento, construyendo un sentido relato en donde la biografía propia se asume como el disparador para hablar de cuestiones vitales para el ser humano.

DORADOS 50

“¡Viejos son los trapos!”, “los 50 son los nuevos 30”, “a los 50 empieza la vida” y muchas máximas más en esta potente y sólida propuesta de Alejandro Vagnenkos y Víctor Cruz en donde un grupo de personas demuestran y cuentan frente a cámara sus experiencias en una edad en la que, mientras muchos clausuran sus sueños, para los protagonistas es solo el puntapié inicial para seguir adelante logrando metas y aspiraciones.

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