Francisco Bouzas: “El carnaval me hizo conocer aspectos de nuestra sociedad que ignoraba”
Su segunda película narra cómo, luego del asesinato del joven futbolista Iki Dosantos, su amigo Jonás tiene recurrentes sueños con él.
Ciudad Oculta, nueva película de Francisco Bouzas, se presentará hoy en Berlin Critics Week, dentro del prestigioso Festival de Cine de Berlín, que hasta el 25 de este mes se desarrolla en la ciudad alemana.
La película, en un viaje onírico entre los vivos y los muertos, se adentra en costumbres arraigadas de las clases populares. En exclusiva dialogamos con el realizador antes que viaje al festival para conocer detalles de la propuesta.
—Antes de hablar de la película me gustaría que me cuentes, ¿cómo te sentís con la participación de Ciudad Oculta en la Berlinale?
—Entusiasmado e intrigado. Es la primera vez que una de nuestras películas tiene este nivel de exposición y, si bien eso siempre es positivo, en esta película en particular es algo importante, especialmente si tenemos en cuenta el contexto sociopolítico en el que nos encontramos como sociedad. Es una película que habla de muchas cosas de nuestra cultura, es muy del Río de la Plata, de alguna manera. Entonces es curioso también que se vea, por primera vez, en un lugar tan lejano.
—¿Cómo surgió la idea de hacerla?
—La película es el fruto de un proceso de acumulación de situaciones que fui recolectando a lo largo de la última década. Muchas cosas las viví, muchas otras me las contaron. Hace más de una década que formo parte de la murga Los Locos no se Ocultan, que nació en Ciudad Oculta por motivación de un grupo de adolescentes y que me dio muchísimos amigos en ese barrio, relaciones casi familiares en algunos casos. Yo no soy del barrio, entonces todos esos afectos me hicieron encontrarme con una realidad que no es desconocida, pero que si no estás ahí no experimentás en carne propia. Quizás el detonante fue la muerte de uno de los pibes que venía a la murga en sus inicios, un momento muy triste en el que sentí que tenía que hacer algo a partir de ese sentimiento de injusticia tan grande.
—¿Cómo seleccionaste al casting y qué trabajo hiciste con ellos para que las actuaciones se vieran tan naturales y espontáneas?
—No hubo un casting realmente. Hace más de una década que existe la murga y desde sus inicios estuve haciendo mis películas con ellos. Cuando escribíamos la película ya estaba bastante en claro quién haría tal personaje y fue un poco escribir a medida, quizás a contramano de como se suele hacer. Después hubo un proceso de adaptación y reescritura con todo el elenco antes del rodaje. Arrancamos a trabajar seis meses antes y fue bastante transformador con respecto a la propuesta inicial. No hubo que crear “lo natural y espontáneo” porque ya estaba ahí, fue más un trabajo de cuidarlo y que no sea arrollado por el ritmo que traer propio un rodaje. Este es nuestro tercer largometraje juntos, además de varios cortometrajes, y sumado a que con el resto del equipo de la película venimos trabajando juntos desde que comenzamos a hacer cine. Estamos hablando de un grupo donde nos conocemos mucho, tenemos compartidos muchos corsos y rodajes ya, siempre hubo un ambiente muy familiar y cotidiano.
—Vida y muerte es uno de los ejes narrativos, ¿por qué creés que este lugar se presta para que justamente estén todo el tiempo juntos y además la muerte, de alguna manera, se la celebre?
—No creo que se celebre la muerte, ni en la realidad, ni en la película que hicimos. No hay nada celebratorio de que por nacer y vivir en una villa tu vida esté expuesta a una serie de riesgos a los que quienes nacieron en barrios más “formales” no se enfrentan. Muchas familias incompletas, abuelas sin nietos, hijos sin padres, en fin, no creo que eso sea algo que se celebre. Sin embargo, sí se celebran muchas cosas que coexisten con esa realidad, porque si bien existe esa parte de la vida en el barrio, también hay aspectos muy luminosos, relaciones comunitarias muy fuertes, una lealtad a la amistad, al barrio y una alegría que no encontrás en los barrios más pitucos. Pasa que no te cuentan eso, te cuentan siempre marginalidad y delincuencia, porque es lo que vende, y a mí no me interesaba reproducir eso porque no es la realidad que yo conozco. La alegría es una herramienta de resistencia, es un motor, y arrebatarla de la representación de los sectores populares es una forma más de dominación y estigmatización.
—La cultura popular atraviesa el relato, ¿es por tu acercamiento con el lugar que está tan viva en la propuesta?
—Sí, totalmente, porque yo llego a Ciudad Oculta gracias a la murga. El carnaval me hizo conocer aspectos de nuestra sociedad que ignoraba, me hizo vivir cosas hermosas y momentos terroríficos, pero fue siempre la puerta por la que entré. Pero no solo está el carnaval, sino también la fiesta de San Juan, que es particular en la Oculta por su población paraguaya, y también el tango, que está tan emparentado con la murga. Muchas de estas expresiones se miran de reojo desde el cine y las esferas de la alta cultura, no le prestamos atención a nuestra tradición de cultura popular, eso fue algo que me sorprendió desde el inicio. Las murgas no se filman, un fenómeno tan popular, tan singular y tan masivo, que configura nuestra identidad, muchas veces se retratan desde la mirada burguesa, apenas como ruido y calles cortadas. Como murguero también sentía la responsabilidad de defender el género.
—¿Qué tan difícil fue el rodaje, siendo que hay muchas escenas de exteriores, con gran cantidad de gente, pero también espacios oníricos y mucha nocturnidad?
—La película estaba planteada en invierno y de noche, así que, bueno, eso ya prepara la situación para un rodaje complejo. Quizás lo más complejo fue que la película está casi toda filmada en la Oculta y con elenco y equipo técnico del barrio, y eso implicó tener que lidiar con mucha informalidad que chocaba de frente con las leyes burguesas que tenemos. La ley de cine no está hecha para que filmes en una villa con gente del barrio, de hecho es un problema, pero si querés hacer ficción en Palermo con actores tradicionales, no vas a tener inconvenientes. Pasa en el cine y en el resto de los ámbitos de la sociedad en general, la legislación, los sindicatos, las instituciones no encontraron la forma de convivir con la gigante informalidad que hay en el país. Entonces acaban excluyendo y profundizando la informalidad.
—¿Expectativas con la participación de la propuesta en el festival?
—Por un lado, espero que contribuya a darle visibilidad en Argentina, donde el ambiente cultural muchas veces mira más afuera que adentro, y podamos estrenarla pronto. Como te decía, siento a la película muy del Río de la Plata y me intriga cómo se vaya a recibir en un lugar tan alejado. Al fin y al cabo, la película cuenta una historia de amistad que trasciende la muerte, y creo que eso es algo que puede conmover a cualquier persona más allá de su cultura.