Germán Kraus: un galán indomable

El actor inició su carrera artística a los 24 años y no paró hasta la actualidad. Ahora, transita sus días entre viajes familiares y el trabajo en el teatro. No descarta regresar a la televisión

En su juventud amaba jugar al rugby y pasar las tardes con sus amigos. Fue criado en Caballito y allí tuvo su primer acercamiento al oficio. Germán Kraus integró un grupo actoral en Ferro y luego concluyó sus estudios en el Teatro San Martín.

Años después, no imaginó que su representante repartiría sus fotos por diferentes canales de televisión y lograría abrir una puerta impensada: el rol de galán de telenovelas. Así fue que recibió el llamado y debutó en la pantalla chica junto con Marta González en Estrellita, una ficción que duró dos años y lo convirtió en un referente del género. Sobre el rótulo de carilindo, afirmó: “Fui uno de los primeros que pudo quitarse la camisa delante de la cámara”. El experimentado y reconocido actor ha protagonizado Cuando es culpable el amor, El hombre que amo y Mi familia es un dibujo, una comedia televisiva que incluyó un personaje animado en una ficción con un elenco integrado por actores reales.  

Durante una década, tuvo una escuela de teatro en Monte Grande. En ese momento disfrutó la docencia y la calidez de los alumnos. Tiempo después regresó al mundo televisivo. 

En una entrevista con este medio, se describió como un trabajador incansable y cultivador de amistades. Al respecto aseguró: “No hay que perder los ratos con los amigos. Disfruto estar con ellos, debemos hacernos un rato durante la vorágine diaria para tomar un café con la gente que uno quiere”.

“Soy enemigo de improvisar”

El artista es un amante de la literatura y de los clásicos de la dramaturgia. Con un extenso bagaje cultural y un interminable recorrido por las tablas, espacio donde inició su carrera, asegura que la técnica de la improvisación le resulta incómoda. Según Kraus, los actores deben interpretar “al pie de la letra” los textos porque en caso contrario surgirá la personalidad del actor y no la mística del personaje. 

—¿Cómo iniciaste la carrera en el arte de la actuación?

—Desde chico tuve la capacidad para enseñar y transmitir. Adoptaba diferentes papeles para poder brindar conocimiento y amaba el olor a humedad que tienen los teatros. Participaba de todos los actos escolares, así que comencé a estudiar en el club Ferro Carril Oeste. Hice un curso junto con los vecinos del lugar y nos unimos al proyecto teatral itinerante de uno de los compañeros.  Nos organizábamos e íbamos por la Provincia ofreciendo nuestras obras.  

Cuando cumplí 18 años empecé a trabajar, junto con mi padre y hermano, en una empresa de vidrios. En ese momento estudiaba en el Instituto de Arte Moderno (IUNA) pero no me conformaba y decidí que quería hacer otra cosa. En ese entonces estaba casado, pero me separé y dejé todo para ser actor. 

Mi familia fue mi apoyo incondicional, me contuvo y estuvo siempre a mi lado. Por ejemplo, mi papá envejeció y tuvo una ceguera total e igual me acompañaba a las obras para escucharme. Eso es inolvidable. 

—¿Qué aspecto resaltás de tu extenso recorrido?

—Considero que fui versátil porque no me costó salir de la figura de galán para encarnar a otros personajes. Quiero expresar la admiración que tengo por Juan José Campanella porque abrió el espectro en la ficción y no limita las aristas de los actores. Para una producción, no tan lejana, convocó a Emilio Disi para que interpretara a un obispo. A su vez, Santiago Bal sería un rabino.  Yo personifiqué a un amante y me encantó ir por esas aguas. Admiro a las personas de mente abierta, que se arriesgan y no encasillan a los actores. Cuando empecé, esto no sucedía. Si pertenecías al mundo de la televisión, no hacías cine y viceversa. Lo mismo ocurría con los artistas del teatro o con los galanes: si eras galán, te morías galán. Ojo, tenías que ser alto, buen mozo, con una mirada intensa y una voz importante. En estos tiempos, el cambio estético es notable porque cualquiera puede cumplir este papel y ni siquiera tiene que ser lindo. 

Mundos íntimos

En la actualidad, Germán y su familia viven en las afueras de la ciudad. Eligieron una localidad  donde la naturaleza es la protagonista y el contacto con lo verde “hace que te sientas en otro planeta”.

 —¿Cómo es un día en tu vida?

—Depende de la carga laboral que tenga. Cuando estoy de gira, viajo a menudo y no estoy en mi casa. Recorro varios kilómetros, llego a la ciudad, conozco el teatro en el que voy a trabajar y no puedo estar al tanto de lo que sucede en mi casa, la rutina cambia y hay que adaptarse a eso.

Desde hace unos años vivo en San Miguel del Monte, lejos de la Capital pero igual estoy en cinco minutos. Esa combinación entre naturaleza, familia, tranquilidad y cercanía con mis espacios de trabajo hizo que se convirtiera en un lugar precioso.