Guillermo Guido, el showman de los cruceros

“Hay que hacer cosas variadas para entretener a la misma gente”, contó el músico, que pasa seis meses al año en altamar. En diálogo con este medio, habló de su trabajo y del disco que está por editar

Hace casi diez años que la vida de Guillermo Guido se reparte en dos: la mitad del año en tierra firme y la otra en altamar. El músico encontró una veta muy interesante para su pasión por el arte: se dedica a realizar conciertos en cruceros.

El intérprete conversó con diario Hoy sobre su nuevo estilo de vida y sobre cómo lo comparte con su familia. Además se refirió al disco que está por sacar. “La música siempre fue un sostén en mi vida”, afirmó.

—¿Cómo vivís los shows en los barcos?

—Es una circunstancia totalmente diferente que no tiene nada que ver con lo que uno hace en tierra, porque estás durante mucho tiempo con el mismo público. Son de siete a nueve días corridos, entonces hay que hacer cosas distintas para entretener a la misma gente. 

Siempre se tienen altibajos porque uno no está en casa y no es lo mismo cantar en calle Corrientes, sabiendo que después regresás con tu familia. Por el contrario, acá siempre dormís en el barco. Sin embargo, es un buen trabajo porque todo funciona correctamente, desde el público hasta los lugares donde nos presentamos.

—¿Dónde entra la familia, viviendo gran parte de los días arriba de un barco?

—Es complicado, pero por suerte mi pareja viaja conmigo. Mis hijos suben dos o tres veces por temporada, como durante las fiestas, así que eso más o menos lo manejamos.

—El público que viaja es de diferentes nacionalidades, ¿influye en el repertorio?

—Mis shows son en español. También participo de otros que hago en italiano. En las travesías hago la segunda función en inglés, ya que hay muchos alemanes y ellos hablan bastante este idioma. Además, se quejan si no canto en esa lengua.

—¿Cómo ves a la música melódica en la actualidad?

—Creo que siempre vuelve, es muy cíclica, como sucede con todos los géneros. Digamos que tarde o temprano el amor llega a tu vida, entonces recurrís a lo melódico. Hay artistas que hoy en día lo representan muy bien.

—¿Por qué creés que pegó tanto tu versión de El hombre del piano?

—Eso es un misterio. Uno no sabe por qué la gente elige determinadas canciones como preferidas. En este negocio de la música, si lo supiéramos, sólo haríamos éxitos. El público lo eligió y todavía lo sigue cantando, después de muchísimos años. Balada para un loco también funcionó, yo no lo esperaba, pero es un tema con el que la gente se pone de pie. Es muy especial porque lo teatralizo mucho. 

—Estás grabando un nuevo disco, ¿qué podés adelantar sobre este trabajo?

—Estoy en la recta final, terminando de mezclar un álbum de folclore que se llama Al sur, y que tiene, en su mayoría, temas míos. Este género no me resulta difícil porque empecé con él y además me gusta mucho. 

“Nuestro caso fue una bisagra para la fertilización asistida”

El músico se convirtió en padre gracias a esa vía alternativa y fue uno de los que levantó la bandera para que se dictara la ley. Después de una larga búsqueda con su mujer, llegaron trillizos que nacieron ochomesinos y la obra social con la que se atendían por ese entonces se negó a cubrir los tratamientos médicos para sus hijos.

—Fuiste uno de los luchadores por la Ley de Fertilización Asistida. ¿Qué mirada tenés al respecto?

—Cuando nacieron mis hijos todavía no había nada que los amparara. La letra chica siempre te comía todo, porque uno no tenía nociones, no se enteraba de nada. Nuestro caso fue bisagra porque, a partir de él, empezó a tratarse en serio. Esto no ocurría solo en Argentina, sino en todas partes, era una problemática mundial. Por suerte, ya hace 3 años se sancionó la ley que contempla a los padres múltiples. 

—¿Cómo están los trillizos?

—Mis hijos están bárbaros, la verdad es que no me dan demasiado trabajo. Como padre soy bastante estricto porque con trillizos es difícil, debés tenerlos al trote (risas). Les doy una crianza más o menos como la que me dieron a mí, que tan mal no salí. 

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