Instagram: la vidriera humorística de Darío Orsi

Se formó como actor y encontró en la comedia un mundo apasionante. De esta manera, su hobby se convirtió en su fuente de ingresos

El interés por las presentaciones de stand up creció exponencialmente en los últimos años. Gracias a eventos como Ciudad Emergente en Capital Federal y la proliferación de espacios que le abrieron las puertas al rubro, los espectáculos de este género humorístico son una alternativa más en la noche platense.

Un formato importado de Estados Unidos, traído por humoristas como Diego Wainstein, que hoy en día anidó en los jóvenes, quienes cada vez lo eligen como un trabajo en el cual desempeñarse. Entre ellos está Darío Orsi, que se formó como actor en el Instituto Universitario Nacional del Arte, y cuando conoció el stand up pensó que por ahí tenía que seguir. Hoy, hace ya cinco años que se dedica a mejorar en el rubro y esta noche se presenta junto a Mike Chouhy en el Teatro Bar (43 entre 7 y 8) a las 21.

—¿Por qué empezaste a hacer humor?

—Empecé a ver stand up y me dije que lo podía hacer. Yo era gracioso con mis amigos, pero obvio que con eso no alcanza, así que empecé a estudiar, y después convoqué grupos para actuar. Me enganché cada vez más, me siento muy cómodo con el género y puedo hablar de cosas que me interesan.

—¿En qué momento te diste cuenta de que tenías que hacer videos en Instagram?

—Comprendí que es un buen medio para mostrarse y a la vez te permite hacer cosas distintas a las que hacés arriba de un escenario. Lo exploré, entendí cómo funcionaba, y al comprender el lenguaje que maneja podés encontrar más tu estilo. Me divierte hacer videos, pero es un trabajo que lo tengo que hacer todo el tiempo. A diferencia del stand up, en donde a un chiste lo probé miles de veces para pulirlo, los videos son diarios. Algunos salen mejor, otros peor, pero no tenés tiempo de arreglaros.

—¿Cómo se llevan en tu familia con esta vida tan social?

—Mis viejos me apoyaron en todo lo que hice, sobre todo el ser actor y estudiar teatro en la universidad. Los hago reír mucho y creo que están orgullosos, me gusta pensar que sí. Yo soy de otra generación, mi público es otra generación, pero están felices de que trabaje de algo que me apasiona y amo.

Mi relación no es distinta a la de otra persona, pero si me peleo con mi vieja me suele decir que no haga chistes con eso, aunque si me parece divertido lo cuento arriba de un escenario.

—¿Cómo vivís este momento de tu carrera?

—La gira del verano fue hermosa. Fue lindo ver la sala llena de gente que nos iba a ver, es un orgullo y los shows funcionaron muy bien.

—¿Cuál fue el peor momento que te tocó pasar en un escenario?

—Fue en Berazategui, en una pizzería gigante, con luz blanca. Todo mal. Habían puesto un exhibidor de alimento para perro al que me tenía que subir a actuar y el local estaba vacío. Entró un grupo de personas y se sentó a cuarenta mesas del escenario, pero me dijeron que hiciera el show igual. Cuando empecé, escuchaba a las cuatro personas que decían “no miren, no miren”, como si fuera a desaparecer o callarme. Tuve que hacer media hora de stand up en ese contexto que fue horrible.

—¿Cómo se rema un chiste fallido?

—Diciendo que no fue gracioso. Haciéndome cargo de que no funcionó cuando esperaba que sí lo hiciera, riéndome de mi fracaso. Lo peor que podés hacer es fingir que no pasó nada.

—Hay gente que dice que no le gusta ver stand up, ¿por qué recomendarías que vayan a verlos?

—Porque se van a reír y pasar un buen momento, sobre todo nos van a conocer, ver nuestra mirada del mundo.

—También das clases, ¿por qué es necesario ver actuar a otros colegas?

—Porque te ayuda a entender cómo funciona. Cuando doy mis clases y explico, todo es muy teórico, pero en la práctica comprendés cómo una estructura humorística está puesta al servicio de algo. Ver comediantes te abre la cabeza, te hace crecer.

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