Cultura

Joan Manuel Serrat, un argentino nacido en Barcelona

Empezó cantando en catalán, que era un idioma prohibido por el franquismo. A partir de 1968, la lengua de sus canciones pasó a ser el castellano. Se terminó convirtiendo en un emblema hispanoamericano de la canción de autor.

Alejandro Romay no estaba convencido. No le gustaba que tuviera el pelo largo, y las patillas gruesas: lucía muy desaliñado. El empresario Alfredo Capalbo le insistía en que no se arrepentiría, que quedaría tan embelesado como todo aquel que lo escucha por primera vez. El director del Canal 9 accedió; y, esa tarde de otoño de 1969, Joan Manuel Serrat actuó por primera vez en nuestro país, en el programa Sábado de la bondad.

Joan Manuel Serrat tuvo una relación sentimental con una integrante de Montoneros. Nunca quiso grabar el tema ni dejar trascender el nombre de la mujer; pero el tema allí está, dando vueltas en las redes sociales: La montonera. “Ese tema tiene sus leyendas. Lo escribí, sin dar a conocer de quién se trataba, para una muchacha de 20, 22 años, que murió en las cárceles de la dictadura. No he dicho nunca el nombre y no lo haré ahora, porque representa a todas las mujeres asesinadas. No solo es una muchacha que muere. Es una muchacha que muere por una idea, por un pensamiento tan fuerte que, a pesar de no sentir admiración por quien la dirige, ella sigue peleando. Por eso, quise aclarar la situación retomando el Cantar del mío Cid, que dice: Qué buen vasallo sería si tuviera buen señor”, recuerda. Es todo lo que quiso decir sobre esta canción, que fue conocida por un disco simple editado clandestinamente en México por la organización guerrillera, en base a una grabación en vivo hecha en Cuba.

Desde un primer momento hizo suya la lucha de los organismos de derechos humanos de nuestro país y de toda Latinoamérica. Cuando Adolfo Pérez Esquivel estaba preso, Serrat, en cada una de sus visitas al país, iba a verlo para darle el abrazo de su solidaridad. Maneras de mantener viva esa “utopía” –a la que dedicaría un disco- y sin la cual nos desmigajamos, encerrándonos en células egoístas y depredadoras.

En España, el franquismo le había querido cortar las alas; en Latinoamérica había encontrado su nueva casa. ¿Cómo no iba a tener una conexión profunda con los latinoamericanos, si siempre se sintió del Poble Sec y más latinoamericano que europeísta? “Me siento más unido a Latinoamérica por el afecto, la cultura y la profesión. Estoy más cerca de un argentino que de uno de Montpellier”, afirmó en una ocasión.

Dijo el novelista español Manuel Vázquez Montalbán (quien escribió un libro sobre Serrat, a quien lo unía la camaradería antifranquista y las tardes de fútbol): “Serrat está por encima del resto de cantautores, debido a su capacidad de identificación con la gente, lo que sin duda se produce porque es muy plural en sus planteamientos. Lo mismo puede ser un cantante épico, poniendo palabras a los sentimientos más íntimos del hombre de la calle; en esas condiciones no es extraño que se haya convertido en un cantante de masas, porque su potencial de público es inmenso”.
La Plata fue uno de los primeros lugares que Serrat incluyó en sus giras. A comienzos de los años 70, participó como una de las atracciones principales de los bailes de carnaval del club Estudiantes de La Plata. También actuaría en los escenarios del otro club de nuestra ciudad. Es muy recordada su actuación en el estadio de Gimnasia, presentando El sur también existe, el disco hecho en base a poemas del uruguayo Mario Benedetti. “Es normal que haya mantenido una relación estrecha con La Plata; porque es una ciudad universitaria donde había mucho ambiente cuando yo empecé; una ciudad muy maltratada, terriblemente reprimida y un tanto olvidada también. Siempre me alegra volver”, dijo la última vez que pisó la ciudad para ofrecer un recital en el Teatro Argentino, en marzo de 2015.

“Todas las actitudes que yo haya podido tomar en mi vida han estado debidas a una cosa: yo soy un artista popular. Si esta popularidad me ha llegado, es debido a una gente, a un pueblo, que es el que escucha mis canciones, compra mis discos, me viene a ver al teatro”, contó Serrat en una entrevista televisiva que dio en 1977.

No sorprendía, cuando Serrat vino por primera vez a nuestro país, que alzara su voz contra la injusticia. Sí sorprende que ahora, más allá de ciertas atenuaciones propias de la edad o la consagración, mantenga esencialmente su actitud de romper filas, de no encolumnarse detrás del facilismo de ninguna consigna o comer de la mano de ningún poder que reina sobre la tierra.

Alguien que trae la esperanza de que las cosas algún día pueden cambiar, y que hace de sus canciones formas de la felicidad. Partidario de vivir. Como dice el poeta Antonio Gala: “Serrat lleva la vida entre los dientes, como un cuchillo y como un beso”.

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