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Julieta Cardinali y Rafael Ferro estrenan Doble discurso

En la película, que llega a los cines el jueves, comparten el protagónico con Diego Peretti para narrar una historia que mezcla política, romance y mucho más.

Doble discurso, de Hernán Guerschuny, es la nueva película de Prime Video que tendrá su estreno en salas para luego pasar directamente a la ­plataforma, como lo hicieron otras producciones como Blondi y Argentina, 1985. Para saber más de la propuesta, una versión aggiornada de Cyrano de Bergerac en medio de la corrupción política, hablamos en exclusiva con Julieta Cardinali y Rafael Ferro, protagonistas del relato.

Doble discurso sigue de cerca a El Griego (Diego Peretti), un ­desafortunado consultor de imagen para políticos, que a pesar de su apariencia poco atractiva y su lamentable pasado, posee increíbles habilidades persuasivas gracias a su dominio de la argumentación. Ricardo Prat (Ferro), un carismático candidato, pero limitado intelectualmente, lo contrata como último recurso cuando Camila Hewell (Cardinali), una periodista combativa, decide confrontarlo para exponer su problemático pasado y los negocios turbios de su familia. Gracias a El Griego, el candidato comienza a comportarse y a hablar de una forma que hace que la periodista se enamore de él, sin estar consciente de que cada acción y palabra viene de la mente y corazón de alguien que la ama en secreto.

—¿Qué deudas tienen pendientes con gente del pasado, como presenta la película?

—Rafael Ferro: Epa.

—Julieta Cardinali: A mí me quedaron algunas puteadas adentro.

—RF: Qué difícil esas preguntas, igual en ocho minutos, ¿no? Ocho para pensarlas, tengo, tengo muchas. Sí, tengo muchas. De lo que hice mal y de lo que no hice, sí, muchas. Muchas cosas las cambiaría.

—¿Cómo fue encontrarse en la película, en esta historia que tiene algo tierno que tiene que ver con la historia clásica de Cyrano, pero además también nos muestra una parte de la política en la cual nosotros siempre tenemos como alguna idea pero la película lo pone, este doble discurso, y lo expone?

—JC: Es un camino recorrido que siempre juega a favor cuando tenés cariño con el actor, y en este caso que teníamos que contar una historia de amor para mí era más fácil hacerlo con Diego que si es con alguien que no conocés y que tenés que armar ese vínculo hay una parte que, bueno, que teníamos ganada que está bueno. Con Rafa también trabajamos hace mucho mucho tiem­po, pero nuestra relación en la película había que crearla de cero, entonces ayudó porque fue hace tiempo.

—RF: Bueno, las historias de amor no siempre son fáciles y es verdad que se gana mucho cuando querés a la otra persona, cuando la admirás, cuando te gusta su laburo. Y, de hecho, empezamos armando la cosa juntos con Diego, la película, el guion. Sí, eso suma muchísimo. Cuando querés a tus compañeros y los respetás, es un montón.

—Hay un universo que es muy reconocible para los que estudiamos en Sociales que tiene que ver con la facultad y demás. Pero digo, cuéntenme un poco también cómo es ­recorrer espacios que saben que son identificables, sobre todo para el espectador y que puede agarrarse de ahí. ¿Es más fácil para actuar?

—JC: Al director le pasaba un poco lo mismo, porque eligió la universidad donde él estudió, era como un lugar que para él era emblemático y tenía ganas de contarlo ahí, no así nosotros dos, que a la facultad no hemos ido.

—No han ido a la facultad, pero sí han luchado por sus valores...

—JC: Eso sí.

—Cuéntenme cada uno qué es lo que más le gustó del personaje...

—JC: A mí me gustó mucho de Camila las ganas, las ganas de desen­mascarar un mundo, de crecer en su trabajo, me gustó mucho contar una historia de amor, desde qué lugar la cuentan. Me parece que Camila es una persona con ideales muy fuertes y con ganas de luchar por esos ideales y al mismo tiempo es una persona que se le pueden ver sus debilidades y donde hace también agua. Eso me gusta.

—RF: A mí me parecía muy atractivo esto de tener que jugar a alguien que tiene que simular ser algo que no es, en el mundo de la política, me parecía rico eso, actoralmente tener que decir lo que otro dice, tomar el discurso de otro, o sea, ya yo como actor estar haciendo un personaje, pero aparte ese personaje tener que hacer otro personaje para venderle a esto, la política, lo que ya sabemos, a un otro, una verdad que por ahí no es ni tuya, pero que tenés que hacer que te la compren, digamos.

—El Griego, el personaje que encarna Peretti, tiene una obsesión con dos estampillas. ¿Ustedes tienen alguna obsesión con algún objeto? ¿Algo que coleccionan?

—JC: No, tampoco tengo obsesión, o sea, coleccionar cosas no, no, de hecho soy bastante despojada, no acumulo.

—RF: Yo también soy bastante ­desapegado, pero soy bastante vicioso, obsesivo con el tema de los libros.

—JC: Yo también.

—RF: Claro, ahora todos se suben a mi cultura, como que tengo ahí una fila como de 20 libros que todavía no leí y no puedo no entrar a una librería y comprar igual. Tengo esa cosa de “necesito”, como que para mí es como si comprara oro.

—JC: Sí, tener el objeto.

—RF: El objeto libro siempre parece una inversión.

—JC: Nada de pantallas, e-book, esas cosas. No, no, me gusta el libro, a mí también me gusta el objeto libro.

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