Entrevista exclusiva

La primera DJ de la cumbia argentina

“La Romy” brilla en un género popular que traspasó las clases sociales para convertirse en la música más bailada y cantada a lo largo y ancho del país

Llegó por casualidad y se quedó por su talento. Romina Franco, conocida como “La Romy DJ” es una de las referentes de la movida tropical y desde hace años pone a bailar hasta a las paredes en las fiestas La Mágica. Allí, sus sets son festejados por “negros, chetos y rockeros”, en una verdadera comunión que tiene mucho para enseñarle al resto de la movida cultural y musical de este país. 

Con la cumbia de luto por la muerte del Chino de La Nueva Luna, quien fue velado ayer en Avellaneda ante colegas, familiares y fanáticos, este viernes Damas Gratis, y su líder Pablo Lescano le rendirán un homenaje a su ídolo, y La Romy nuevamente brillará desde las bandejas en la última fiesta La Mágica del año. Antes, la joven habló con este medio y contó cómo se inició en este camino.

—¿Cómo llegaste al lugar que ocupás hoy en La Mágica?, ¿a qué crees que se debe el boom de la fiesta?

—No trabajaba antes porque no encontraba el lugar. Hace siete años empecé a crecer con la fiesta que recién empezaba. Cuando dejó de estar mal visto para la sociedad ser homosexual, la gente encontró en La Mágica un lugar donde podía sentirse cómoda siendo quien era. Podés ser cheto, podés ser negro, podés ser una chica y besar a tu novia que nadie te va a decir nada. Ese contexto hizo que una mujer pueda llevar adelante la fiesta desde la música. Veinte años atrás hubiese sido bastante difícil. 

Hay muchos músicos que abrieron el camino, plantándose como Pablo Lescano. Yo también vine a ser como un nexo para pibes que no escuchaban cumbia y ahora sí. Se mezcló público que venía del rock, del under, y ahora está súper funcionando. Creo que la cumbia vino a unir, no a separar.

—¿Cómo te sentís pasando música?, ¿recordás cómo fue la primera vez ante el público?

—Nunca termino de acostumbrarme, nunca es una noche más, lo vivo con mucha emoción y nerviosismo, me duele la panza. La primera noche pasé nada más que cuarenta minutos y me quedé muy manija (sic), fue fundamental para saber lo que yo quería para más adelante. Cuando me tocó cortar quería seguir hasta el final, hasta que todo se termine, y a lo largo del tiempo se fue dando.

—¿Es un ambiente machista el de la cumbia?

—Tal vez por mi personalidad, por como suelo plantarme, nunca tuve ningún problema que no pude resolver en el momento. Naturalmente, desde que nacemos, las mujeres estamos poniéndonos en riesgo y poniéndole los puntos a todo el mundo para que respeten los límites. Dentro del universo de la cumbia es lo mismo, está demonizado, pero es como cualquier otro lugar. Las mujeres siempre estamos tratando de encontrar nuestro lugar.

—¿Cuáles son tus referencias musicales?

—La cumbia santafesina, la villera, la norteña, las que hayan nacido de un movimiento popular, de una cuestión noble, del corazón de los músicos. Me identifico con la cumbia real. Como soy una amante del género conozco cuando una canción está hecha desde el corazón o para vender. El público en La Mágica se fue acostumbrando también, hay canciones de los 70, 80 y los 90 que son cantadas y bailadas como si fueran un hit de 2017.

—¿Tenés prejuicios a la hora de elegir qué pasar?, ¿qué opinás de la cumbia pop?

—Me crié escuchando cumbia, soy de barrio. Escucho algo y elijo si me gusta o no. El trabajo como DJ pasa por ser un puente cultural. Elijo lo que yo siento que es parte de nuestra cultura, desde el corazón de los artistas. La cumbia pop no me genera nada, es muy esnob y no entra dentro del parámetro de mi gusto personal. 

—¿Qué no debe hacer un DJ?

—Mirar para abajo, meterse adentro de él mismo, ser egocéntrico, eso no puede hacer. Tiene que estar constantemente mirando, observando, flasheando, sintiendo, vibrando con el movimiento de la gente y de la noche. No tiene que recibir órdenes de nada que no sea su propio sentido o su corazón. Si te pagan por hacer sonar un tema o te dicen que tenés que pasarlo por un compromiso comercial ya perdiste.

—¿Cómo te inspirás?, ¿qué escuchás en tu casa?

—Mi método es por estilo, me armo bloques dentro de la cumbia argentina, mexicana y colombiana; un bloque santafesino, uno norteño. Si sé que esa noche va a tocar una banda determinada, trato de deleitar a los fans de esa banda. Se va armando la noche, tengo toda la música siempre encima y voy eligiendo en el campo de juego. Es algo muy copado porque nunca te aburrís, no hay nada preestablecido. Está muy bueno, por eso la ansiedad y los nervios que me genera cada noche.

En mi casa se escuchan vinilos. Es mi compañía. Yo no tengo ninguna virtud más que pasar música, escucharla y seleccionarla. Creo que deposité en mi hija de trece años toda mi falta de mano para la música, y de oído para tocarla. Ella toca el piano, canta, toca la guitarra. Todo lo que yo no tuve.

—¿Hiciste muchos amigos del ambientetropical en estos años?

—Se generaron vínculos de amor y de afecto con gente que me trae chocolates, cartas, flores, un abrazo. Se fue generando eso. Y con los artistas me pasó igual, soy muy fanática de la música que escucho y tengo mutuo respeto con ellos. Al principio no me conocían y a lo largo de los años, gracias al programa de radio, se me fue haciendo un lugarcito.

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