entrevista

Liliana Viola: “El odio no tiene humor”

Multifacética, acaba de ganar el premio Anagrama por una crónica perfil sobre la monja argentina Martha Peloni.

Liliana Viola repuso dos obras de su autoría, ¿Qué de magnífico tiene ser yo?, que se ve los martes en el Metropolitan (CABA), con Zoe Di Rienzo, Sofía Gala Castiglione y Analía Couceyro; y Como nunca… ¡otra vez!, los viernes y sábados de febrero, en El Picadero (CABA), con Franco Torchia y Juampi Mirabelli. Sobre estas y algunas cuestiones más, dialogamos con ella en exclusiva.

—Tenés múltiples roles, ¿cómo te definís?

—Me defino según la ocasión. Siempre tengo que ajustar cosas en el curriculum según a donde vaya. Si escribo una nota digo que soy periodista, si es teatro, digo que escribo teatro… Si gano el premio Anagrama de Crónica, dirán que soy cronista. Creo que la confusión se debe a que es tan, tan difícil asumirse como escritora. Habrá que pensar por qué razón esa palabra, como tantas otras relacionadas con el arte, necesita del éxito o del reconocimiento para poder pronunciarse sin pudor. Bueno, hagamos un esfuerzo: me defino como escritora. Y editora, que es mi otra pasión.

—¿Qué encontrás en el teatro, en la dramaturgia, que tal vez no encontrás en las otras áreas donde te desarrollás?

—Encuentro más dificultad. En el teatro hay que hacer que ocurra todo aquello que en la narrativa dice la tercera persona, el narrador. Me resulta muy difícil porque me encanta la situación teatral. Voy al teatro, el teatro muchas veces me defrauda. No sé si es por mi entusiasmo o porque es un género que tiene en su corazón el sino de fallar. Disponerse a trabajar para algo que va a tener problemas, es difícil y admirable.

—¿Cómo fue el encuentro con Zoe para desarrollar el texto de la obra?

—Es el encuentro entre dos planetas. Choque feliz de planetas. Zoe había escrito un texto en primera persona que me pidió que yo lo volviera pieza teatral. Resumiendo, era una mujer que se levantaba y salía al trabajo, a la calle, con toda la angustia que ello implica. El problema es que a mí me resultaba imposible, no olvidemos que soy una dramaturga muy novata, convertir eso en teatro. Le propuse que me dejara hacer otra cosa, sin perder a su protagonista de vista. Allí fue cuando decidí que esa mujer no saliera nunca de su cama, intentara una teoría horizontal, una lucha desde allí. Y a su vez, tomar gestos y datos de la biografía de Zoe, inventando otros. El texto es completamente nuevo, pero Zoe sigue más Zoe que nunca.

—¿Y con las actrices?

—Admiro a esas actrices, pero además son dos amigas. Mi sueño era y será siempre hacer cosas para ellas. Le sugerí a la directora, Julieta Ascar, que podían ser ellas las que representaran todo lo que ocurre en la cabeza Zoe, la protagonista. Las dos confiaron en mí antes de leer el texto. Y luego, se lo apropiaron hasta tal punto que cuando yo dudo, quiero cortar o corregir cosas, lo defienden a muerte.

—¿Qué cosas nunca faltan en la cama o habitación de Liliana? ¿Es un espacio y un objeto que te gusta habitar?

—En mi cama, lo que nunca falta soy yo… Me cuesta muchísimo salir de la cama cuando me despierto. Hago prácticamente todo ahí.

—Tenés dos obras en cartel, en las que, en Qué tiene… en menor medida y en Como nunca, central, hay una reflexión desde el humor sobre el difícil momento actual, ¿es algo que te propones siempre que encaras un proyecto?

—Como nunca… ¡otra vez! es pura risa, decididamente una respuesta política e hilarante a nuestro presente, a nuestras angustias y a una política que avanza con odio. El odio no tiene humor. Con Franco Torchia, Juampi Mirabelli y Alejandro Tantanian en dirección, nos hemos propuesto resucitar un género que en los sesenta se levantó contra la dictadura y la avanzada reaccionaria, el café concert. Ahora que las redes nos imponen la risa automática a fuerza de memes, estamos proponiendo una risa sostenida en el marco de un teatro como El Picadero, reírnos como resistencia y en comunidad. En mi trabajo siempre aparece el humor, pase lo que pase. Es algo que dosificar, para no pasarme de rosca. Ya en aquellas tapas históricas que hacíamos con Alejandro Ros, cuando editábamos el Suplemento Soy de Página/12, siempre, aun cuando en el fondo estaba la lucha por derechos negados, era el humor. ¿Qué de magnífico tiene ser yo?, que es una reflexión filosófica sobre cosas muy serias, como el sueño, los sueños, la imagen de la mujer como figura pasiva y el derecho a no levantarse, el humor está sobrevolando constantemente. El humor no es un alivio, es un lenguaje.

—¿Sos de las que cree que el humor y el amor nos salvarán?

—No tengo idea de qué es lo que nos salvará. Pero esas dos cosas hay que intentarlas porque son muy lindas. Porque además, risa y amor son muy difíciles de sostener. Si nos concentramos en eso, por ahí tuiteamos menos idioteces

—Acabás de ganar el sexto premio Anagrama de Crónica con La hermana. ¿Cómo recibiste la noticia? ¿Qué sensaciones tenés?

—¿Y qué te parece? Como un milagro. Como una puerta que se abre a algo tan incierto como fascinante. Nunca había mandado un texto a un premio. No tenía la menor ilusión de ganar. Y de pronto, un jurado formado por nombres que son cronistas de verdad y además lectores implacables elige ni manuscrito… Confieso que todavía no lo creo. Pero, bueno, has visto que recién me acabo de asumir como escritora… Eso hacen los premios.

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