CULTURA

Los secretos de la película Titanic

Fue considerada en su momento la producción más costosa de la historia del cine. La prensa vaticinó un fracaso, pero fue la más taquillera de todos los tiempos.

Cuando cerró el libro, la historia siguió creciendo en ondas expansivas dentro de su cabeza, como si le hubieran susurrado al oído una idea que se terminaría convirtiendo en obsesión: el 14 de abril de 1912, el Titanic desapareció en las aguas profundas del océano Atlántico. Habían pasado 85 años y la tragedia no había perdido ni un solo gramo de intensidad ni aligerado su inmenso peso simbólico. El director canadiense James Cameron supo que la historia estaba allí, esperándolo, lista para ser contada.

Cameron tuvo toda su vida una facilidad asombrosa para el aprendizaje. En la universidad estudió Astronomía y Física. Y aunque algunos críticos fustigaron su entrada tardía al mundo cinematográfico, para él siempre se trató de lo mismo: “Cuando fui a la universidad, lo hice porque quería tratar de entender el universo y de dónde viene la materia. Para mí valía tanto la Cosmología como la Astronomía. Hay gente que busca respuestas en la religión, yo las busco en la ciencia, pero todo surge de la curiosidad. Tenía esa curiosidad de niño, me fascinaba la biología y me encantaba la ciencia ficción. Muchos de los primeros escritores de ciencia ficción venían del mundo de la ciencia. Muchos científicos se sintieron inspirados por ella. Creo que hay un gran intercambio entre la literatura, las ideas y la búsqueda para tratar de comprender el mundo en el que vivimos”.

Titanic se estrenó a finales de 1997 y rápidamente se erigió como una de las películas más taquilleras de la historia, llevándose 11 premios Óscar. Fue la cuarta película que dirigió Cameron. Mucho se especuló acerca del romance entre Kate Winslet y Leonardo Di­Caprio, pero lo cierto es que sus personajes no existieron realmente. “Fue una historia de amor en el límite, como las que se veían en el cine cuando yo era pequeño”, explicó Cameron. También confesaría que la musa inspiradora para crear al personaje de Rose fue la artista Beatrice Wood. Por su parte, cuando el joven DiCaprio se convirtió en Jack no era ningún desconocido para el público, sobre todo el más joven. Cuando se estrenó la película, tenía 23 años, media docena de series en su haber y un puñado de películas de renombre como Romeo y Julieta y ¿A quién ama Gilbert Grape?. No obstante, narrar la historia del hundimiento de este barco legendario significó para Cameron el mayor desafío de su vida.

Hubert Selby solía decir que el arte precisa pura técnica y disciplina, y por eso es el trabajo más difícil del mundo. Algunos periodistas que habían ido a cubrir el rodaje de la película lo asimilaban a Cameron con el temible general Patton, un obseso de la perfección: “En un rodaje de las características de Titanic, no queda más remedio que agarrar fuerte el timón e imponerse; si lo sueltas, la película se te va de las manos”, explicaba el director. Y cerraba la idea: “En el fondo, yo veo esto de hacer películas como una guerra, una guerra contra un enemigo invisible, que es el caos. Las víctimas no se pagan en sangre, sino en dólares. Esa batalla está siempre ahí, desde el momento en que concibes una película hasta que le das el último corte. El cine es una dialéctica permanente entre la estética y la economía”.

La leyenda de Cameron

Lo cierto es que todos los filmes de Cameron han hecho el triple de dinero del que costó producirlos, pero encontrar el eslabón perdido no siempre alcanza para completar la cadena. La superstición del naufragio, confesó años después, era algo que pesó durante el rodaje: “Hubo días en que me sentí la reencarnación del capitán Smith. Salimos de puerto con un radiante optimismo, pero a partir de cierto momento se mascaba el iceberg. Cada día era una lucha contra los elementos; teníamos la sensación de que algo sobrenatural se nos podía caer encima”.

Algunas escenas las filmaron con el agua al cuello, soportando temperaturas bajísimas y trabajando dentro de un enjambre de turbinas, bombas hidráulicas y cables mojados. A partir de se­mejante éxito cinematográfico nacería una leyenda tan cierta como dramática: nadie que trabaje bajo las órdenes de Cameron regresará siendo la misma persona.

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