teatro

Mariano Tenconi Blanco tras la civilización y la barbarie

El director y dramaturgo vuelve a deslumbrar con una puesta única, rimada, en la que se revisa el pasado sangriento de la historia argentina desde la mirada de dos mujeres opuestas.

Las cautivas, con dramaturgia y dirección de Mariano Tenconi Blanco, es la primera obra de la tetralogía La saga europea de la Compañía Teatro Futuro. Los protagónicos son de Lorena Vega y Laura Paredes, y la música en escena, de Ian Shifres. Se estrenó en el Teatro de la Ribera, de la Ciudad de Buenos Aires, con funciones los viernes a las 19 y sábados y domingos a las 17. Diario Hoy habló con Tenconi Blanco para saber más de este bello proyecto.

—¿Qué tan difícil es imaginar el pasado con una mirada propia del presente?

—Me gusta escribir arriba de los libros. Cada proyecto de escritura es, antes que nada, un proyecto de lectura. Así que mi método, si es que tengo uno, consiste en leer hasta que mi imaginación me dicta un camino propio, o todo lo propio que puede ser confiar en relacionar lecturas como germen para la creación.

—¿Cómo surgió la idea de revisitar el clásico con algo totalmente nuevo e innovador?

—Me interesaba pensar el origen de la literatura argentina. Y la Argentina tiene una literatura bien particular: las primeras personas que pensaron en esta nación fueron, además, escritores. Así que el origen de la literatura argentina y el origen de la Argentina son indisociables. Respecto de La cautiva, el clásico de Echeverría, me interesa revisitar no tanto los hechos que narra ese libro sino más bien un gesto: el gesto francófilo de Echeverría, la idea de construir la literatura argentina mirando al romanticismo francés. Creo que Las cautivas se trata, sobre todo, de revisitar ese procedimiento.

—¿Y la idea de narrarla desde dos personajes? Al momento de escribir, ¿pensás en el espectador que se podía acercar a ella?

—De alguna manera el amor es una ficción que se escribe de a dos. Entonces me parecía un recurso interesante conocer la historia desde el punto de vista de los dos personajes. Asimismo, que un personaje describiera una situación donde el protagonista es el otro personaje me parecía que ofrecía muchas posibilidades. En el monólogo uno debe hacer que la obra suceda en el cuerpo de la actriz para que luego se complete en la cabeza del espectador. Uno necesita hacer que el espectador imagine. Y si uno ofrece las herramientas, el espectador imagina, y cada espectador imagina una playa distinta, un río distinto, un amanecer distinto, aun cuando todos vieron la misma obra. Por eso el monólogo tiene mucha fuerza y es un recurso que me gusta mucho utilizar.

—Luego de atravesar la historia desde la ficción en esta puesta y otras, ¿sos más de la idea de civilización o la de barbarie?

—Creo que la mejor síntesis está, como siempre, en Borges. Tenemos la civilización que son los libros, la cultura occidental, la biblioteca. Pero en la barbarie está el cuerpo, el deseo, el placer, la diversión. Y en el teatro están ambos: en el teatro está la biblioteca y está el cuerpo, y por eso llevamos 25 siglos admirándolo.

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