Norma Aleandro: la dama de las artes

Ha sido reconocida y premiada en el mundo por su extensa carrera en cine, teatro y televisión. La gran actriz argentina se expresó sobre su experiencia de vida

María Luisa Robledo y Pedro Aleandro fueron un matrimonio de actores, afamados por sus diversas interpretaciones en los años 50. Una de sus hijas eligió transitar este camino y le fue más que bien. Desde sus inicios, Norma Aleandro supo construir una carrera certera, fuerte y convulsionada, según el contexto político. Gracias su talento y esfuerzo, las delicias del éxito no tardaron en llegar. También alcanzó prestigio internacional en los escenarios teatrales y en las producciones del séptimo arte. En 1983 protagonizó La Historia oficial, el primer filme argentino en recibir el Óscar como mejor película extranjera. 

De forma habitual, la actriz está comprometida con proyectos de dirección, guión y actuación. Siempre a las corridas, logró hacerse un espacio en su apretada agenda para ser entrevistada por este medio.

Al filo de la cornisa

La protagonista de El hijo de la novia tuvo una comprometida labor social durante la última dictadura militar. En una gira internacional, denunció la desaparición de personas en Argentina. De regreso al país, continuó su labor en la cooperativa de teatro Clan Stivel, junto con Bárbara Mujica, Marilina Ross, Emilio Alfaro, Federico Luppi, Carlos Carella, Juan Carlos Genéc y David Stivel. Al respecto, la intérprete relató: “Fue un emblemático grupo con el que hicimos muchísimos personajes. Ensayábamos todos los días diez horas”. Durante una función en el teatro Astral hubo un atentado y, a partir de ese hecho, la actriz se exilió junto con su familia, Oscar Ferrigno, su primer esposo, y Oscar (hijo), en España. Allí residieron por un año y luego regresaron al país. En este contexto, Luis Puenzo le propuso filmar La historia oficial e iniciaron el rodaje. Sin embargo, se instalaron nuevamente las amenazas, los seguimientos y las apretadas, por lo que debieron suspender el trabajo hasta el regreso de la democracia.

Actualmente, los proyectos y guiones inundan la casa de Norma. 

—¿Cuál fue la escena más compleja de realizar en La historia oficial?

—Cuando mi personaje concurre a la sede de Abuelas de Plaza de Mayo y hojea una carpeta con imágenes para identificar a los padres de­saparecidos de la niña. Durante la filmación, una abuela me dio una carpeta con fotografías reales y tuve ganas de llorar. 

—¿Tus colegas más jóvenes te tratan como si fueras un prócer de la actuación?

—Para nada. No existe nada estrafalario o insólito para mí. Llego, trabajo como cualquiera, respeto los horarios, tengo la letra aprendida y soy muy disciplinada. Para los más jóvenes soy una especie de tía, son cálidos y amorosos. No me puedo quejar. Siempre me importa con quién voy a trabajar, desde el director a los compañeros, pero no tengo ninguna locura de famosa engreída. Soy una buena compañera a la hora de trabajar. Lo más atrevido que puedo hacer es proponer algunos textos para darle variedad, y si algún guión no me agrada, no lo actúo. Es muy simple, antes de firmar el contrato siempre lo hablo. Si algo no me gusta, no lo hago.

—Desde hace un tiempo has incursionado en la dirección de algunas producciones, ¿este rol le ganó al de actriz?

—Dirijo cada tanto. Me gusta variar entre dirección y actuación. Ser directora me da placer, siempre y cuando no tenga compromisos laborales. Nunca hago dos cosas a la vez, sería una locura. En general la mayoría de los directores no actúan. En mi caso, ayuda para entender el proceso por el que pasa un actor. La cuestión es ayudarlo a transmitir exactamente lo que querés transmitir. Yo tengo mucha paciencia, porque creo que es una de las cualidades que tiene que tener un director de teatro. Es distinto el proceso en el cine, donde quien dirige persigue un sueño, una imagen que tiene en la cabeza, y se puede repetir una toma, igual que en televisión. 

Vivir el presente

En 1982, Norma conoció a Eduardo Le Poole, psiquiatra y actual esposo. Ambos eran compañeros en un grupo de análisis, cada uno tenía su pareja y compartían momentos en común. Años después, se rencontraron y sus situaciones sentimentales coincidieron. Comenzaron una relación que perdura hasta la actualidad. 

En lo concerniente a lo profesional, la actriz regresó a las tablas  con Las pequeñas patriotas, obra que realiza junto a Adriana Aizenberg y Juan José Hermida. En 1992 el espectáculo se estrenó con el mismo elenco y Aleandro ganó un permio Ace, como mejor actriz de comedia. 

—¿Qué balance realizás de tu vida?

—Nunca me imaginé que iba a construir una carrera tan extensa.Vivir así me hace feliz, con mi familia, mi hijo, mis nietos, mis amigos. Mi casa es mi lugar, parece el campo, pero estoy en pleno centro. Ahora busco trabajar con la gente que quiero, y por suerte lo he conseguido. 

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