Adriana Varela
“Prefiero el vértigo y la espontaneidad de salir al escenario sin haber ensayado”
Durante una entrevista con este medio, la cantante e ícono nacional Adriana Varela recorrió la trayectoria construida, se expresó sobre sus modos de producción y presentó el show que dará en la ciudad.
Dueña de una voz poderosa, una personalidad avasallante y una belleza que todo lo puede, Adriana Varela fue entrevistada por este medio para conocer las fortalezas y debilidades en una trayectoria certera que no para de crecer.
La diva del tango y ahijada del Polaco Goyeneche reflexionó además sobre la pandemia, que la encuentra puertas adentro de su hogar, pero, a la vez, preparando un concierto que dará este sábado, a las 20.30, en el Club Atlético City Bell.
—¿Cómo fue el ingreso a un género identitario y, a veces, algo machista como el tango?
—Empecé cantando rock y música nacional, urbana. Era en casa o para amigos. Sin embargo, un día alquilé en VHS la película Sur de Pino Solanas, y ahí descubrí a Roberto “El Polaco” Goyeneche.
En ese momento me sentía musicalmente huérfana, porque el rock había perdido ese pulso rebelde, para subirse al establishment. Entonces ese tanguero rockero me partió la cabeza. Tenía eso que el rock había perdido. Y además descubrirlo a él fue también descubrir la poesía del tango, porque al Polaco se le entendía la letra, porque cantaba los puntos, las comas, los silencios. Era un lingüista. A partir
de ese momento, y también por sugerencia de algunos amigos, me animé a cantar tangos. Lo demás es historia conocida.
—A la hora de nuevos proyectos, antes de realizar un show en vivo o en otros formatos, ¿es cierto que no ensayás?
—Bueno, lo que sucede es que no me gusta ensayar. Prefiero el vértigo y la espontaneidad de salir al escenario sin haber ensayado. Pero, para eso, cuento con tres músicos con los que toco y viajo por todo el mundo. Se trata de un power trío compuesto por Marcelo Macri, en piano, dirección y arreglos; Walter Castro, en bandoneón; y Horacio Avilano. Son tres monstruos que, como en el jazz, se van adaptando a mi manera siempre diferente de cantar el mismo tema. Ahora, en el caso de un nuevo proyecto, sí ensayo...no mucho, pero no me queda otra.
—Tras esta apertura paulatina y la posibilidad de una nueva normalidad, venís a la ciudad con un nuevo show, ¿qué podés contarnos al respecto?
—El espectáculo es la vuelta a City Bell, un lugar al que le tengo enorme cariño, y siempre me recibe extraordinariamente. Además se trata de mi segundo show en vivo. Si bien el lunes pasado hice uno en el hall central de la Estación de trenes de Constitución que fue mágico, ahora me preparo para el de City Bell. Ambos suceden después de haber estado en contacto con el público sólo por streaming. En este sentido, es como si debutara por segunda vez. Es por ello que, digamos, tengo toda la emoción y unas ganas tremendas de cantar.
—¿De qué manera viviste este momento inusual de pandemia?
—Más allá de la angustia por la gente contagiada, fallecida y por la economía, que a todos nos afectó; la cuestión del aislamiento no me costó, porque a mí me encanta estar en mi casa, ver películas o series. Te diría que casi salgo únicamente para cantar. O sea que esa cosa del encierro y todo ese tema no modificaron mi cotidiano.
—Tu historia ha quedado muy ligada a figuras masculinas de peso, ¿quiénes son las mujeres de tu vida?
—La verdad es que no tengo muchas personas, o en especial mujeres que me marcaron. En lo profesional fue un hombre, el gran Polaco Goyeneche. Además, te diría que admiro a Eva Perón. Y hoy son las mujeres como conjunto a las que admiro, por su lucha, sus reivindicaciones.
En relación a lo profesional, pude darme todos los gustos. Por ejemplo, Canté en el Liceu de Barcelona, en el Real de Madrid, en el Chaillot de París, entre otros. Además pude estar en un escenario con Joaquín Sabina o Joan Manuel Serrat. Asimismo, me convocó Quincy Jones para el Concerts of America y, también, me produje el disco de rock titulado Avellaneda. Lo más importante fue el padrinazgo del Polaco... ¿qué más? Por último, nocreo tener nada pendiente y, lo que venga, será como todo lo que me pasó: sincronicidad.