“Soy un artista multifacético porque necesito el experimento”

Liniers, uno de los dibujantes que más fanáticos ha cosechado en el último tiempo, se presenta en la ciudad con el show que comparte con el ilustrador Alberto Montt. En diálogo con diario Hoy, anticiparon el evento de esta noche

Si algo tienen como característica común los dibujantes es que el suyo no es un oficio que hayan aprendido de un día para el otro. Ellos son de esas personas que en la escuela se la pasaban dibujando en los márgenes del cuaderno, y que siempre hicieron catarsis a través del lápiz.

Para Ricardo Liniers Siri  “hay un grupito de gente extraña que se resiste a dejar de hacerlo una vez que es grande”. En este sentido, especifica que los que se vuelven dibujantes son aquellos que se oponen a la frustración de crecer y que la rutina se les vuelva más y más complicada.

El artista tiene más de veinte libros publicados, en los que volcó sus diferentes historietas. Entre ellas, los personajes que más elogios han ganado son los de Enriqueta y Fellini, con algunas reminiscencias a la Mafalda de Quino. El resto de sus obras también cautivan al público, como “Los duendes” o “El misterioso hombre de negro”.

Esta noche, Liniers se presenta junto al artista Alberto Montt  en el teatro de calle 43 entre 7 y 8, con Los ilustres, un show donde combinarán la pasión por el dibujo con el humor en formato stand up.

—Durante tus inicios, ¿alguna vez imaginaste que ibas a ser tan popular?

—Cuando empecé, mi única fantasía era llegar a publicar, alguna vez, un libro. Y, a grandes rasgos, quizá quería llegar a Uruguay para poder decir que mis historietas eran un éxito internacional (risas). De igual forma, ni por milagro hubiera pensado lo que pasó. No solamente con ellas, sino también lo que respecta a los shows con Kevin Johansen y las presentaciones con Alberto Montt, porque son todas cosas que continúan siendo una sorpresa hasta el día de hoy. De esta manera, lo disfruto como cuando éramos niños y gozábamos con los regalos de Navidad. 

—¿Temés a la sobreexposición de tus obras?

—No, por el contrario. Sucede que la fantasía de uno, cuando se sienta a dibujar o a crear cualquier obra de arte, justamente es que llegue a la mayor cantidad de gente posible. Esto es porque queremos conectar y dar a conocer la razón por la que uno la hace. Nunca pensé que se iba a enganchar tanta gente, aunque tampoco lo razono cada vez que me siento a dibujar, porque me volvería loco. Cuando me pongo a crear, solo pienso en qué es lo que me sorprendería a mí y después cruzo los dedos para que eso también le pase a los demás.

–¿Cómo hacés para conectarte con tus labores a diario?

—Es como cualquier trabajo, hay veces que uno es buenísimo en lo que hace y hay días que es pésimo. Todo depende de los días, hay algunos en que uno está inspirado, salen bien las historietas; pero hay otros en los que uno está árido y no aparece nada. Sin embargo, la tira diaria no permite que uno se eche en un sofá a esperar a la musa inspiradora, uno debe cumplir con la entrega. De esta manera, supongo que se va desarrollando algún tipo de oficio, se sabe dónde se podrán encontrar algunas ideas de forma más fácil, que siempre están ahí, a mano.

—Sos un artista multifacético, ¿con cuál de tus trabajos te identificás más?

—Soy así porque necesito el experimento, me gusta cambiar el registro y recorrer caminos que no conozco, son parte de la razón por la que me hice artista, que no es otra que no aburrirme. Las primeras veces que me animo a hacer cosas no sé si las voy a hacer bien. La primera vez que me subí a un escenario junto a Kevin Johansen, cuando inicié los shows con Alberto Montt o cuando actué en una serie que se llamó Eléctrica, eran momentos en que no sabía cómo funcionarían hasta que los hiciera. 

Prefiero equivocarme intentando hacer algo a quedarme en mi casa pensando qué podría haber pasado. Tenemos una sola vida y hay que aprovecharla.

—¿Cómo surgió esta puesta en escena con Alberto Montt?

—Primero hacíamos algunas presentaciones juntos y nos habíamos hecho amigos. Si me iba a Chile, él me introducía y al revés cuando Montt venía a Buenos Aires. Nuestras charlas se fueron haciendo cada vez más extrañas y extensas, ocasionando que la gente se riera muchísimo. 

Entonces pensamos que la idea que surgió con Kevin Johansen, que yo dibujara sobre un escenario mientras él cantaba, también se podía adaptar al stand up, que es un género que tanto a Alberto como a mí nos divierte mucho como consumidores. Entonces decidimos hacer un experimento, sin saber si adentro de la pileta había agua o no. Al ver que el público se divertía y que al finalizar el show no pedían que les devolvieran la plata de la entrada, descubrimos  que funcionaba (risas). 

—¿Por qué le recomendarías al público que vaya a verlos?

—La propuesta está dada por un show de stand up  en el que un señor se para con un micrófono y empieza a hablar sobre sus observaciones personales, su vida íntima y sus visiones sobre el mundo. Son relatos cómicos, desopilantes. También tenemos una segunda voz en el escenario, que es del que está dibujando al mismo tiempo. 

De esta manera, se va realizando una ilustración de lo que se dice, pero a veces hay traiciones por la espalda que puede hacer el dibujante. Así, el show aporta mucho al stand up porque hay improvisación. Hasta el momento, nunca hicimos dos shows que fueran iguales. Alberto y yo somos los que más nos divertimos. Es por esto último que dejo de recomendar que vengan a vernos (risas).

“El dibujo es secundario, lo que importa es la idea”

Alberto Montt nació hace casi 45 años en Quito, Ecuador, pero por las limitaciones que iba a tener para vivir trabajando de la ilustración, decidió irse a vivir a Chile. “La industria editorial era casi inexistente, entonces me mudé. Tardó algunos años, pero aquí estoy, haciendo lo que más me gusta y pagando la comida con ello”, dice con orgullo el artista plástico. “Dibujo desde que tengo memoria. En un momento me di cuenta que se podía vivir de esto, lo que para mí era algo inalcanzable”, confiesa Montt.

—¿Cómo pensás una viñeta y cuánto tiempo te toma hacerla?

—Hay diversos caminos. A veces llega la inspiración clara como el agua, y otras, tengo ganas de hablar sobre algún tema y dejo que macere por un tiempo, a veces años, luego es fácil. El dibujo es secundario, lo que importa es la idea. En total, cada una toma 44 años y 40 minutos, más o menos (risas).

—¿Cuáles son los límites a la hora de llevar a cabo tu trabajo?

—En términos temáticos, ninguno. Hablo de lo que me da la gana. A veces tengo restricciones por el espacio editorial en que saldrá publicada la viñeta, pero para evitar quedarme con ideas en la cabeza, tengo todo tipo de plataformas virtuales en donde publico cada una de ellas.

—¿Cuáles son los límites y las fortalezas de dedicarte a esto?

—La ilustración en Latinoamérica es un trabajo que funciona por volumen. Por lo tanto, tenés la limitación de tu capacidad horaria sumada a la del mercado. No siempre es fácil. Por otro lado, sos tu propio jefe y administrador de tus tiempos y eso a veces vale más que un buen cheque a fin de mes.

—¿Cómo surge la propuesta de esta puesta en escena junto a Liniers?

—De horas y horas de escenarios compartidos en charlas y presentaciones de libros. Nos divertíamos mucho, la gente igual, estaba cantado. Ambos somos muy consumidores de stand up, por lo que este capricho es un pequeño sueño cumplido.

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