Comienza el protocolo para convertir en santo a Enrique Ernesto Shaw
Tras la bendición del Papa, el empresario cristalero de Berazategui fue reconocido en el Senado. Esta es su historia.
El Senado de la Nación realizó una exposición en el Salón de las Provincias en honor al empresario reconocido por el Papa, Enrique Shaw. Francisco I declaró Venerable a Shaw en abril del año pasado, siendo este el primer paso para convertirlo en santo.
Enrique Ernesto Shaw nació el 26 de febrero de 1921 en París, sus padres, Sara Tornquist y Alejandro Shaw eran argentinos. En 1923 vuelven a nuestro país. Sara murió dos años más tarde, su padre mantuvo el deseo de su esposa, encargó la formación religiosa de Enrique a un sacerdote Sacramentino.
Durante su escolaridad en el Colegio de La Salle de Buenos Aires fue sobresaliente. Shaw comulgaba diariamente y era miembro directivo de la Congregación Mariana. Después de cumplir los 14 años, contrario a los intereses de su padre, se unió a la Escuela Naval Militar. Realizó labores apostólicas en los mares del Sur, fue uno de los graduados más jóvenes hasta el momento, quedando también entre los tres mejores promedios de su clase.
En 1931 empieza lo que llamó su “conversión”, encontró su camino en un folleto sobre Doctrina Social de la Iglesia. En 1943 se casó con Cecilia Bunge, juntos tuvieron 9 hijos. Dos años después fue enviado a la Universidad Estatal de Chicago (Estados Unidos) a estudiar meteorología por la Marina argentina.
Pero Enrique dio un cambio en su vida, sintió que Dios le pedía un apostolado específico. Pensó en hacerse obrero, sin embargo un sacerdote lo convenció de entrar al mundo empresarial, al cual pertenecía su familia, para evangelizarlo.
Renunció a la Marina, regresó a Argentina y se inició como ejecutivo de las Cristalerías Rigolleau en Berazategui. Allí llegó a ser Gerente General y formó su vocación como empresario cristiano: “Como empresario: sembrar esperanza. Ver la realidad. Renunciar al beneficio aparente del momento. Ser un puente entre quienes conocen el problema, y el ´sumergido´ que piensa en su problema inmediato”.
Ingresó a la Acción Católica y al Movimiento Familiar Cristiano. Luego de la Segunda Guerra Mundial, el Episcopado le pidió en 1946 organizar la ayuda a Europa con otros empresarios. En 1952 fundó ACDE (Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas) siendo su primer presidente. A partir de ese momento desplegó una intensa evangelización de la clase empresarial nacional y en toda América Latina.
Escribió que “en la empresa- escribió- haya una comunidad humana; que los trabajadores participen en la producción y, por lo tanto, darle al obrero el sentido de pertenencia a una empresa. Ayudarlo a adquirir el sentido de sus deberes hacia la colectividad, el gusto por su trabajo y, por lo tanto, de la vida. Ser ¨patrón¨ no es un privilegio, es una función”.
Se le descubrió un cáncer en 1957, aún así continuó con sus tareas religiosas en múltiples ámbitos. Realizó congresos, dictó conferencias, editó publicaciones, elaboró un diario y manuscritos. A la vez profundizó su relación con la espiritualidad: ¨ No basta con hacer las cosas bien, o tal vez muy bien. Es necesario estar totalmente entregado a Cristo, pensar si cada acto está de acuerdo con las intenciones del Corazón de Cristo¨.
En 1958 integró el primer Consejo de Administración de la Universidad Católica. Fue partícipe de la fundación de Cáritas y del Serra Club. Fue presidente de los Hombres de Acción Católica y organizó una librería llamada “Casa del Libro”, para difundir la espiritualidad y la Doctrina Social de la iglesia, entre otras cuestiones éticas y culturales.
En 1962 su salud empeoró, semanas antes de morir mantuvo una reunión con el personal de la empresa, donde agradeció a todos. Dio un agradecimiento especial a los obreros, quienes donaron sangre para sus intervenciones quirúrgicas.
Viajó a Lourdes por pedido de sus allegados, para pedir una curación milagrosa. En su lugar él pidió por su familia y amigos. Murió el 27 de agosto de 1962, a los 41 años. Enfrentó con entereza, coraje y profunda cristiandad los dolores de los últimos tiempos de su vida.