Cuando la Cruz Roja fue racista
En plena Segunda Guerra Mundial, el organismo dedicado a la ayuda humanitaria rechazó la posibilidad de hacer transfusiones con sangre de personas negras.
Charles Drew fue un médico cuyas investigaciones hicieron posible la conservación de la sangre. A él se le debe la existencia de los bancos de plasma que, desde 1939, fecha en la que comenzó la Segunda Guerra Mundial, permitió que miles de soldados heridos en los campos de batalla se mantuvieran con vida. Drew dirigía el servicio de plasma de la Cruz Roja en los Estados Unidos. En 1942, la organización tomó una decisión que para él fue una frontera que no estaba dispuesto a cruzar: se prohibió la transfusión de sangre de negros. Charles Drew renunció a su cargo.
Nació en Washington el 3 de junio de 1904, hijo mayor de una familia extremadamente humilde. Mientras estudiaba en la escuela primaria, Charles Drew vendía diarios. Gracias a sus condiciones de atleta, pudo obtener una beca que le permitió pagar la matrícula en una facultad de medicina para negros. Lo decidió a estudiar Medicina la muerte por tuberculosis de su hermana Elsie. Fue un alumno con rendimiento óptimo, lo que le valió la beca J. Francis Williams, que se otorga anualmente a los cinco mejores estudiantes de su clase de graduados.
Su tesis doctoral, “Banked blood”, se basó en un estudio exhaustivo de las técnicas de preservación de la sangre. Sus estudios lo acercaron a un grupo de científicos abocado a la experimentación con plasma sanguíneo, creado por la necesidad vital de información y procedimientos sobre cómo preservar la sangre. Tuvo a su cargo una cátedra de Biología y dirigió el proyecto destinado a ayudar a los soldados y civiles afectados por la guerra. Descubrió que el plasma dura mucho más que la sangre entera, lo que permite almacenarlo durante períodos más largos.
En febrero de 1941, Drew fue nombrado director del primer banco de sangre de la Cruz Roja estadounidense, para uso del Ejército. Su poder de convicción y la seriedad de sus métodos hicieron posible que la cantidad de donantes excediera todas las previsiones, llegando a varias decenas de miles las dosis de plasma sanguíneo, acrecentando el prestigio internacional de la Cruz Roja.
Una de las más crueles paradojas de la historia de la Cruz Roja Internacional le costó a Charles Drew desistir de una de las tareas que más orgullo le había deparado en su vida. Pero no podía admitir ninguna práctica racista, porque en su condición de negro había sufrido todas las humillaciones y ofensas imperantes en la Norteamérica de entonces. Las Fuerzas Armadas, para retenerlo en su cargo, le ofrecieron almacenar la sangre de negros, pero para destinarla exclusivamente a transfusiones a hombres con ese color de piel. Charles Drew se retiró de la reunión con un portazo, antes de cumplir un año en sus funciones.
Una muerte temprana
Cuando abandonó su cargo en la Cruz Roja, se dedicó de lleno a la cirugía, llegando a ser jefe del sector en uno de los hospitales más prestigiosos de Nueva York. La Universidad de Virginia y la de Amherst le habían conferido sendos doctorados honoris causa. Luego de una operación, se subió a su auto para conducir hacia Alabama, a fin de concurrir a un congreso. Viajaban con él otros tres médicos. Alrededor de las ocho de la mañana del 1° de abril de 1950, Charles Drew perdió el control de su vehículo y volcó tres veces en la ruta. Sus acompañantes sufrieron heridas leves, pero él murió a la media hora de ingresar al hospital de Carolina del Norte, donde lo asistieron. Tenía 46 años.
En 1966 se inauguró en California una escuela de posgrado de Medicina que lleva su nombre, y que se convertiría en la Universidad Charles Drew de Medicina y Ciencia. Hoy en día es considerado uno de los principales nombres en la lista de los cien grandes afroamericanos.