El cazador de nazis en La Plata

Simon Wiesenthal es uno de los personajes de la obra de teatro que se verá este viernes en nuestra ciudad y que recrea su encuentro con el nazi Albert Speer.

Todas las mañanas, a la misma hora, Simon Wiesenthal llegaba a su pequeña oficina sobre la Rudolfplatz en Viena. Muy pocos sabían con certeza de qué se ocupaba y qué contenían los archivos repletos de documentos que colmaban las dos habitaciones. Desde que creó el Centro de Documentación Judía, ese hombre no abandonó jamás su implacable y amarga pesquisa. Durante cuatro años fue prisionero.

Sus peces gordos más renombrados fueron Adolph Eichman, en 1960, y, tres años más tarde, Karl Silberbauer, principal inculpado por la muerte de Ana Frank, y Josef Schwammberger, comandante del gueto de Przemysl, detenido en Argentina en 1987. Una tarde de 1975, en la oficina de Simon Wiesenthal, se produjo su encuentro con Albert Speer, arquitecto oficial del régimen nazi y Ministro de Armas del Tercer Reich. Sobre ese episodio versa El cazador y el buen nazi, la obra que se pondrá en escena en el Teatro Metro de nuestra ciudad, el próximo viernes 17 de noviembre, con las actuaciones de Jean Pierre Noher y Ernesto Claudio, y dirección de Daniel Marcove.

Simon Wiesenthal nació en Buczacs, una región de Polonia que luego formó parte de la actual Ucrania. Wiesenthal vio interrumpida su brillante carrera de arquitecto a poco de dejar la Universidad: “Primero llegaron los rusos. Mi padre tenía una pequeña fábrica de mosaicos. Se lo llevaron acusándolo de capitalista. Luego, vinieron los nazis”.

En 1936, se casó con Cyla Mueller, quien pudo ocultar a los nazis su origen gracias a falsos papeles suministrados por la Resistencia polaca a cambio de diagramas de las intersecciones de la vía férrea que dibujó su marido. Wiesenthal acabó en un campo de concentración. Pulía los bronces de las locomotoras polacas capturadas por los alemanes, para luego pintarles la svástica y el águila prusiana de los invasores. Por la misma época, la madre de Wiesenthal fue deportada. Jamás la volvió a ver. Escapó y fue capturado. Intentó matarse abriéndose las venas. En el hospital de la prisión, mientras se recuperaba, trató de ahorcarse. En 1944, el ejército ruso invadió Polonia. Los nazis huyeron, Wiesenthal con el resto de los prisioneros vagaron de campamento en campamento, hasta que, en febrero de 1945, fue liberado en Mauthaussen.

Seis meses más tarde, el matrimonio Wiesenthal conseguía reunirse en Alemania. Entre los dos, habían perdido a 89 familiares. La idea de una organización encargada de capturar a los nazis fugitivos comenzó a volverse una obsesión. En 1961, el Centro de Documentación Judía se abría en Viena.

El nombre de Franz Stangl apareció por primera vez entre otros documentos del archivo de Wiesenthal, al pie de un memorandun, donde figuraba un macabro remito: 25 vagones de pelo humano, 248 de ropas y 300 toneladas de oro reducido de alianzas y alhajas. Todo un convoy con los despojos de las víctimas del campo de Treblinka.

Entre 1942 y 1943, centenares de miles de judíos —hombres, mujeres y niños—, provenientes en su mayoría del gueto de Varsovia, llegaron a una pequeña estación ferroviaria enclavada en medio de la campiña polaca. Había allí una boletería, sala de espera, la oficina del jefe de estación —con cortinas y flores—, el horario de llegada y partida de los trenes y un reloj. Después, la nada. Porque aquello era Treblinka y la estación nada más que un decorado pintado sobre un muro de tablas. Detrás de la fachada estaba el matadero: los viajeros desembarcaban en avalancha bajo los golpes de los guardias, eran despojados de sus pertenencias, los obligaban a desnudarse, las mujeres eran rapadas, y todos juntos, luego, eran enviados a la cámara de gas por un camino que los SS llamaban “El camino del cielo”. Todo supervisado por el comandante Franz Stangl.

De la inmensa masa de datos juntados por Wiesenthal, pudo determinarse que el nazi, a mediados de la década del 60, estaba viviendo en San Pablo, Brasil. Así pudo ser detenido, extraditado y juzgado. Fue Wiesenthal quien localizó, en Buenos Aires, a Adolf Eichmann e informó de ello al Mossad que, violando la legislación argentina, procedió al secuestro del criminal nazi para su juzgamiento en Israel. Simon Wiesenthal dio la información necesaria para que cerca de mil cien nazis fueran apresados en distintas partes del mundo.

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